Entrevista con el
economista argentino Claudio Katz: Un dato clave es que Maduro resiste. A
diferencia de Dilma o de Lugo no se entrega. Tampoco sigue el camino de
capitulación de Syriza.
Mario Hernández / La Haine
Claudio Katz |
Mario
Hernández: Se cumplieron 80 años de la muerte de Antonio Gramsci. Vos estuviste
trabajando este tema en relación a la situación política venezolana. ¿Cuáles
son tus reflexiones al respecto?
Claudio Katz:
Sí, efectivamente los debates sobre Gramsci nos conducen directamente a la situación
venezolana. Todos estamos preocupados por el desenlace de la crisis.
Especialmente en las últimas semanas hemos visto una terrible oleada de
violencia. Hay varios grupos de choque de la derecha que ejercitan una gimnasia
golpista para crear una situación caótica. Actúan con especial violencia en los
municipios controlados por la oposición. Ya se cuentan más de 40 muertos por
saqueos, disparos o asesinatos dentro de las mismas movilizaciones. Hay
numerosas denuncias oficiales del rol de los paramilitares y los
francotiradores. Y es impactante el escenario de vandalismo, incendio de
edificios públicos o destrucción de escuelas y establecimientos sanitarios.
Están recreando la misma provocación que vimos en febrero de 2014. No
olvidemos, además, la escalada de asesinatos de militantes chavistas de los
últimos años.
Retomar a
Gramsci es importante para analizar cómo el sector más beligerante de la
oposición utiliza métodos fascistas. Esa corriente ultra-violenta del
antichavismo ha ganado nuevamente el comando y actúa siguiendo un plan muy
elaborado. No improvisan ninguna acción. Tienen un diagrama preestablecido de
agresiones, para combinar el sabotaje de la economía con la virulencia
callejera y el acompañamiento diplomático internacional.
M.H: Pero
ese escenario no se corresponde con la información que difunden los grandes
medios de comunicación...
C.K.: Por
supuesto. No sólo desinforman cotidianamente lo que sucede. También encubren a
la derecha, transmitiendo en cadena denuncias macabras sobre la acción del
gobierno. Ocultan el golpe reaccionario que impulsa la oposición. Como por
ahora carecen de fuerza militar no intentan la clásica asonada pinochetista.
Tampoco pueden repetir el levantamiento concertado del 2002-2003. Ensayan un
proceso destituyente más prolongado y basado en el disloque de la sociedad.
Siguen el precedente de febrero de 2014 y apuntalan la nueva modalidad de
golpes institucionales perpetrados en Honduras en el 2009, en Paraguay en el
2014 y en Brasil en el 2016. Utilizan todo su poder económico, mediático y
legislativo con el explicito sostén de las clases dominantes de América Latina.
Ya sabemos que la derecha impone primero por la fuerza lo que luego consolida a
través de los comicios. Lo importante no es ver la forma del golpe sino su
contenido. Y en ese terreno son incontables las analogías con lo sucedido en
1973 en Chile.
M.H.: ¿Por
el papel de EEUU?
C.K.:
Claro. El imperialismo es el protagonista central del golpe. Está conspirando
desde la OEA por una razón bastante obvia: Venezuela es la principal reserva
continental de crudo y como ya hicieron en Irak o en Libia intentan una
apropiación total del petróleo. Saben que una vez caído el gobierno de Maduro
nadie se acordará dónde queda Venezuela. Los medios de comunicación omiten en
la actualidad, cualquier mención a lo que sucede en los países que fueron
intervenidos por el Pentágono o la OTAN. Una vez liquidado el adversario los
informativos se ocupan de otros temas. Por eso es tan importante resaltar ahora
que EEUU maneja los hilos de la conspiración contra Venezuela.
Este dato
debería ser obvio, pero hay muchos analistas mareados. Ven distintos árboles
sin registrar nunca el bosque. Suponen que el ocasional coqueteo de algún
diario yanqui con Maduro o la ambigüedad de Trump, implican indiferencia o
neutralidad del imperialismo. No observan que mientras que el millonario de la
Casa Blanca dice cualquier cosa, la CIA y el Pentágono refuerzan la
conspiración, con los planes Sharps o "Venezuela Freedom 2". Que
Chevron continué operando en el país o que PDVSA mantenga negocios en EEUU no
modifica la decisión imperial de derrocar a Maduro. Esas actividades económicas
han persistido desde el inicio del proceso chavista, sin alterar la prioridad
yanqui de recuperar el manejo del petróleo venezolano. No les alcanza con una
relación de socios o clientes. Quieren instaurar el modelo de privatización
imperante en México y expulsar a Rusia y China de su patio trasero. Con ese
objetivo han instalado la imagen dictatorial de Maduro c omo un dictador, en
conflicto con los nobles demócratas de la oposición. Ocultan especialmente lo
sucedido en las 19 elecciones realizadas bajo el chavismo.
M.H.: ¿Cuál
es la distorsión en ese caso?
C.K.: Que
el proceso bolivariano ganó en 17 oportunidades y reconoció de inmediato la
derrota en las dos ocasiones restantes. En cambio la derecha nunca aceptó los
resultados adversos. Siempre denunció algún fraude o recurrió al boicot. Cuando
triunfó en elecciones parciales exigió la inmediata caída del gobierno. En diciembre
del 2015 obtuvieron mayoría en la Asamblea Nacional y proclamaron de manera
explícita su objetivo de derrocar a Maduro. Han recurrido a todo tipo de
fraudes, como la instalación de tres diputados truchos o la falsificación de
firmas para el revocatorio. La oposición considera a la vía electoral como un
recurso complementario de la acción directa, pero se indigna frente a cualquier
medida defensiva del gobierno.
Los medios
de comunicación exacerban hasta el ridículo ese doble parámetro. Presentan a
Leopoldo López como una inocente victima de la represión, cuando es responsable
de crímenes que lo condenarían a cadena perpetua. Pero la derecha pondera el
modelo estadounidense que ampara delincuentes y encarcela por 35 años a
heroicos luchadores, como el puertorriqueño López Rivera. La derecha sólo está
interesada en las elecciones como un procedimiento para linchar a Maduro y
enterrar el chavismo. Por eso la batalla actual se dirime en las calles, en la
conquista de la opinión pública y en el colapso o restablecimiento de la
economía. Quién gane en esos ámbitos se impondrá luego en los comicios.
M.H.: ¿Y
qué opinas de la actitud general de la izquierda frente a esta compleja
disputa?
C.K.: Los
que nos situamos en ese campo tenemos que recordar algo elemental: nuestros
principales enemigos son la derecha, los golpistas y el imperialismo. Parece un
principio básico, pero resulta decisivo reafirmarlo en un momento tan crítico.
Lo obvio se torna muy difuso en los momentos dramáticos. Cualquiera fueran nuestras
críticas a Salvador Allende, primero batallábamos contra Pinochet y lo mismo
hacíamos frente a los gorilas argentinos del 55 o los saboteadores de Arbenz,
Torrijos y cualquier gobierno reformista o antiimperialista. Esta misma actitud
-hoy en Venezuela- implica jugar todas las fichas a doblegar la escala
derechista. Yo creo que Maduro ha cometido infinidad de errores. Basta observar
la inoperancia en el último cambio de billetes, el inadmisible endeudamiento
externo, el descontrol de precios, el contrabando o el sostén de grupos
privados, que reciben dólares baratos para importar bienes encarecidos. Pero en
ese país se define el destino inmediato de toda la región. Si triunfan los
reaccionarios se creará un escenario de derrota y una sensación de impotencia
frente al imperio. El fin del ciclo progresista será una dura realidad y no un
cambiante debate entre los pensadores de las ciencias sociales. Por eso es
indispensable no flaquear. En Venezuela se pone a prueba la fidelidad a los
proyectos de izquierda.
M.H.: ¿Por
qué?
C.K.:
Porque muchos están perdiendo la brújula frente al complejo escenario del país.
Hay una creciente capitulación socialdemócrata entre sectores del progresismo,
que simpatizaron con el chavismo y que ahora culpan a Maduro de la crisis.
Cuestionan su legitimidad con los mismos argumentos de la derecha. En lugar de
acusar a la CIA, a los paramilitares colombianos, a los escuálidos, a la OEA o
a Macri concentran sus dardos sobre el gobierno. Enaltecen la democracia como
una bella abstracción, divorciada del contenido que asume en la batalla diaria
por definir, quién prevalece en el manejo del Estado.
Un discurso
semejante se expone con posturas sectarias. En ese caso la presentación de
Maduro como un dictador ilegítimo se realiza recurriendo a categorías más
indirectas ("presidente de facto") o sofisticadas ("jefe
bonapartista"). Parece un refinamiento del análisis, pero en realidad
implica identificar al gobierno con el autoritarismo, para subrayar que es el
principal responsable del desgarro de Venezuela. En medio de la abrumadora
campaña internacional para deslegitimar al gobierno es evidente que esas
caracterizaciones apuntalan el discurso derechista.
Pero el
problema principal no se ubica en un terreno retórico sino en la conducta práctica.
Todos los días hay en Venezuela marchas de la derecha y del gobierno. Si uno se
considera de izquierda: ¿A cuál de las dos movilizaciones concurre? ¿Con cuál
se identifica? Quiénes alertamos contra el peligro del fascismo sabemos cuál es
nuestro campo. Los que, por el contrario, suponen que Maduro es un dictador:
¿dónde se sitúan? No sería la primera vez que sectores provenientes de la
izquierda convergen en los hechos con la derecha. Ha ocurrido muchas veces. Un
antecedente reciente en Argentina fue la presencia de banderas rojas en las
marchas de los agro-sojeros o en las posteriores manifestaciones de
caceroleros. Eso fue patético, pero en Venezuela puede ser dramático.
M.H.: ¿Y
una tercera posición de neutralidad?
C.K.:
También existe y revela un grado de impotencia mayúscula frente a los grandes
acontecimientos. Hay gente que opta por la abstención en medio de la tormenta.
Dicen yo no participo, no asumo compromisos, que la población se arregle como
pueda, no es mi problema. Yo me voy a dormir tranquilo. Si triunfa la reacción
escribiré un balance sobre la crisis decadente del capitalismo, para evaluar el
tema con mi grupo de seguidores. Esa postura supone una neutralidad tan
imaginaria como irresponsable, porque si gana la derecha arrasará con todas las
conquistas del pueblo.
Es
indispensable definir en qué terreno político se actúa, para distinguir con
claridad los responsables de la crisis. Por ejemplo, en el campo económico, yo
creo que los principales causantes del desastre actual son los capitalistas. El
gobierno es tolerante o impotente. No se ubica en el mismo plano. Los
capitalistas manipulan las divisas, disparan la inflación, manejan los bienes
importados y desabastecen la provisión de bienes básicos. El gobierno no
responde o actúa mal. Esa inacción obedece a muchas razones: ineficiencia,
tolerancia a los corruptos, amparo a la boliburguesía, connivencia con
millonarios disfrazados de chavistas. Pero el desmoronamiento de la economía es
provocado por la clase dominante y no por el gobierno. Sólo en la miopía de los
sectarios cabe clasificar a ambos sectores en un mismo bloque, cuando están
involucrados desde años en un virulento conflicto, que es muy visible para
cualquier mortal.
M.H.:
¿Cuáles son las consecuencias de negar ese conflicto?
C.K.: Vivir
en las nubes y equivocar los ejes del programa inmediato. El problema actual no
es el extractivismo o las concesiones petroleras, sino el desabastecimiento de
remedios y alimentos, que el gobierno está paliando de manera muy parcial. Con
las CLAPS, por ejemplo, otorga a los organismos de base mayor autoridad en la
distribución de los bienes básicos. Una postura de izquierda implicaría exigir
que se actúe con firmeza contra los banqueros e intermediarios del comercio,
con medidas de confiscación y control popular directo.
Pero otro
dato clave es que Maduro resiste. Ciertamente con métodos y actitudes muy
cuestionables. Mantiene el verticalismo del PSUV, favorece la proscripción de
corrientes críticas y preserva la burocracia que asfixia las respuestas desde
abajo. Pero a diferencia de Dilma o de Lugo no se entrega. Tampoco sigue el
camino de capitulación de Syriza en Grecia. Y esa resistencia potencia el odio
de los poderosos. Maduro adoptó la excelente decisión de retirarse de la OEA. Abandonó
el Ministerio de colonias de EEUU. Y ni siquiera esa actitud es reconocida por
los sectarios. Supongo que piensan que es un hecho irrelevante. Durante años
hemos exigido la ruptura de los pactos que someten a nuestros países a los
dictados del imperio y cuando un gobierno adopta una medida en esa dirección,
ni siquiera lo registran.
M.H.: En
este contexto ¿cómo ves vos el llamado a la Constituyente por parte de Maduro?
C.K.: Es
una respuesta defensiva frente a las elecciones anticipadas que exige la
derecha. Me parece que ofrece una alternativa ante el chantaje de comicios
ficticios que promueve la oposición. Capriles, Borges o López quieren
elecciones en medio de la guerra económica y la provocación callejera. No
formulan propuestas legítimas, ni democráticas. Promueven comicios al estilo de
Colombia, donde entre voto y voto hay centenares de militantes populares
asesinados. Pretenden una concurrencia a las urnas semejante a Honduras, es
decir, bajo el paraguas del crimen de Berta. Demandan el tipo de votaciones que
imperan en México, entre cadáveres de periodistas, estudiantes y docentes.
Sería un terrible error sumarse a un planteo que intenta utilizar las
elecciones para preparar el cementerio de los chavistas.
La
convocatoria a la Constituyente puede ser un camino para retomar la iniciativa
popular. Implica un giro por parte del gobierno que hasta ahora restringía la
confrontación al ámbito burocrático de un poder del Estado contra otro. Sólo
auspiciaba el choque por arriba del Ejecutivo contra el Legislativo o del
Tribunal Supremo de Justicia contra la Asamblea Nacional. En cambio ahora
formalmente apela al poder comunal. Veremos si ese llamado se traduce en una
movilización real. He leído opiniones de corrientes de izquierda de Venezuela
con planteos críticos, que resaltan la nueva oportunidad para destrabar el
camino hacia una Constituyente por abajo. Llaman a participar en la Asamblea
cuestionando los manejos burocráticos y convocando a potenciar la dinámica de
las comunas. Igualmente me parece que sin medidas drásticas en el plano
económico-social, la Constituyente puede ser un cascarón vacío. Si no ataca el
desastre económico con la nacionalización de los bancos, el comercio exterior,
la expropiación de los saboteadores, no habrá forma de recuperar el
acompañamiento popular.
M.H.:
Mencionabas el caso de México, el segundo país más inseguro después de Siria.
Me gustaría volver sobre Gramsci, porque veo un análisis que posiblemente lo
acerque más a Lenin y no tanto a la interpretación de los gramscianos de los
años ´80, en lo que te escucho respecto de Venezuela.
C.K.: Sí,
efectivamente. Creo que estamos retomando la complementariedad de Gramsci con
Lenin en lecturas muy distintas a los años 80, que contraponían al comunista
italiano con el bolchevismo. Ese fue un momento de difusión de la
interpretación socialdemócrata de Gramsci. Enaltecían a Alfonsín y ponderaban
el retorno a los regímenes constitucionales. De esa forma abandonaban el
proyecto socialista y cuestionaban cualquier medida anticapitalista. Los
análisis actuales son muy distintos. Procesan la experiencia latinoamericana de
los últimos 30 años. Registran cómo se han deslegitimado los regímenes
constitucionales idolatrados por los gramscianos socialdemócratas. Ya salta a
la vista, cómo la clase dominante utiliza los sistemas de votación para
consolidar el poder efectivo que ejerce desde la economía, la justicia, los
medios de comunicación y el aparato represivo. La democracia real sólo puede
emerger de un proceso socialista de transformación de la sociedad. Pero en el
caso de Venezuela reaparecen actualmente muchos errores de los gramscianos de
los ´80. Especialmente cuando se cuestiona el llamado a una Constituyente
surgida de un sistema compartido de votación comunal y universal. Afirman que
con esa modalidad la Asamblea será trucha, corporativa o ilegítima. También
aquí repiten el endiosamiento que hace la derecha -cuando le conviene- del voto
universal.
Es
importante recordar la hipocresía mayúscula que impera a la hora de juzgar los
sistemas electorales. En Brasil el impeachment fue consumado por un grupo de
bandidos con el amparo del totalitarismo judicial, bajo un régimen
parlamentario sostenido en prebendas y mecanismos de selección presidencial
indirecta. La OEA no interviene en Brasil frente a esta grosera violación de
los mecanismos democráticos. Tampoco se indigna ante el Colegio electoral que
ungió a Trump, a pesar de recibir varios millones de votos menos que Hilary. A
los medios de comunicación les parece natural la monarquía imperante en España
o Inglaterra o la burda manipulación de cualquier elección en México. Sólo
objeta la Constituyente de Venezuela por violar una sacrosanta democracia, que
no impera en ningún país capitalista.
M.H.:
¿Considerás por lo tanto válida esa convocatoria?
C.K.: Sí.
Puede ser una instancia adaptada a la recuperación del proceso bolivariano y a
la transformación del discurso socialista en hechos revolucionarios. Es una
iniciativa interesante para quebrar políticamente a la oposición, separando a
los descontentos de los fascistas. Frente a un momento tan delicado no me
sorprende el recitado de constitucionalismo abstracto que propagan los
comunicadores del poder burgués. Me inquieta, en cambio, observar cómo se suman
a ese mensaje algunos defensores apasionados de Lenin y Trotsky. Parece que al
cabo de tres décadas de regímenes pos-dictatoriales han olvidado las
duplicidades de la democracia burguesa. Les convendría recordar cómo Lenin y
Trotsky defendieron en 1917 la legitimidad de los soviets, desconociendo una
Asamblea Constituyente que rivalizaba con el poder revolucionario.
Lo
importante de ese antecedente no son las equivalencias con la situación
venezolana actual. Ambas situaciones son muy distintas. Pero lo que nos legó la
revolución bolchevique es una enseñanza en la forma de razonar los problemas,
registrando el trasfondo social, los conflictos de clase y los intereses en
juego en las grandes confrontaciones. Nos indicó un camino para superar la
hipocresía del liberalismo burgués. Espero que todos los compañeros de la
izquierda asimilen esas lecciones antes que sea tarde.
Increíble como repite cual papagayo los argumentos trasnochados de un régimen de cleptocratas y morones. Que mal futuro para latinoamerica con gente que se dice de izquierda y apoya dictaduras.
ResponderEliminar