Resulta realmente sorprendente que ante un escenario de
posibilidad inminente de intervención norteamericana en Venezuela todavía no
pueda entenderse que lo fundamental de la etapa es cerrar filas en defensa de
la Revolución Bolivariana. ¿Esto implica desconocer y desechar toda crítica al
Gobierno venezolano? En absoluto; por supuesto que no.
Nicolás San Marco /
Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires,
Argentina
“Eso es, precisamente, lo que hacen nuestros
‘izquierdistas’, blandir una espada de cartón”, Lenin
Atilio Borón y Nicolás Maduro. |
Sin embargo, en los últimos días han ocurrido ciertas cuestiones,
dentro de lo que podríamos llamar la disputa por el sentido de la Revolución en
Venezuela, sobre las que sí vale la pena hacer mención. Sobre todo para dar
cuenta, aunque sea brevemente, el nivel de deslegitimación del rol del
intelectual de izquierda al que han aportado ciertos académicos –dicho sea de
paso, autodefinidos “de izquierda” –, por un lado, y el grado de violencia con
el que se ha atacado la figura de uno de los intelectuales más lúcidos y
reconocidos a nivel mundial, Atilio Borón, por otro. De la mano de
Roberto Gargarella y Maristella Svampa, la contrarrevolución en América Latina
ha logrado engrosar sus filas.
Comencemos con una breve periodización que se abre, entonces, el
día 7 de mayo con un texto, precisamente, de Atilio Borón, titulado “Venezuela
en la hora de los hornos”. En él, el autor, abre su explicación haciendo
alusión a lo determinante y decisivo de la hora nuestroamericana, y que nuestros
“intelectuales de izquierda” parecen olvidar con suma facilidad: “las
alternativas son dos y sólo dos: consolidación y avance de la revolución o
derrota de la revolución”. Realizando un análisis exhaustivo de la lucha de
clases en Venezuela, Borón hace referencia continuamente a cómo a través de los
medios de comunicación oligopólicos y la Embajada norteamericana se estructura
el plan de desestabilización permanente que llama de manera continua a
“’calentar la calle’, matando, destruyendo, incendiando, saqueando, mientras
sus principales dirigentes se fotografían con presidentes, ministros, el
Secretario General de la OEA, y demás agentes del imperio”. Y finaliza
explicitando la necesidad de que el Gobierno venezolano aplique “todo el rigor
de la ley” con el fin de desmantelar la contrarrevolución.
Rápidamente, al siguiente día, este grupo de “intelectuales de
izquierda” se posicionó firmemente en torno al conflicto venezolano con un
título que parecería volvérseles en contra en su mismo argumento. La nota está
titulada como “El desafío de la izquierda, no callar”. Curioso título para
quienes pretenden darnos lecciones de lo que debería o no hacer el Gobierno
Bolivariano cuando en ningún momento del texto se hace mención, siquiera al
pasar, del gobierno de Estados Unidos. Esto, sumado a que sólo se habla de
Maduro y del “régimen” como causa de la “tragedia” o de la “deriva
dictatorial”. Definamos, entonces, el significado de “callar”.
Precisamente es esto lo que Borón contesta el día 12 de mayo en un
extenso artículo titulado “Venezuela: no callar, pero para decir la verdad”, en
el cual demuele todas y cada una de las mentiras y calumnias expuestas por
Gargarella y Svampa. Comenzando por lo que decíamos anteriormente, el texto
inicia enumerando las -¿sorpresivas?- ausencias en el análisis de nuestros
intelectuales: el gobierno de Estados Unidos, y el rol que juega la oposición
-a la que Borón bien califica de sediciosa- y sus principales personajes. Y
sigue con una enumeración detallada de refutaciones a todas y cada una de las
argumentaciones planteadas por nuestros dos autores. No es el objetivo de este
escrito hacer mención sino de lo esencial del texto de Borón así sea para
volver a enfatizar los puntos sobre los cuales debemos hacer foco desde la
izquierda para elaborar un análisis certero sobre el proceso venezolano.
Primero: si existe una definición liberal de democracia que sea modelo de las
que aparecen en los manuales de ciencia política en la generalidad del mundo
académico, esa la que plantea, precisamente, que la democracia es un régimen en
donde “podemos escucharnos mutuamente”. Esto es lo planteado por Gargarella y
Svampa: “escucharnos mutuamente”; como si el llamado a una Constituyente no
fuese un gesto patriótico de escucha y de pleno interés por la salud y
bienestar del pueblo y de la patria. ¿Es posible, desde la izquierda, instarnos
a pensar semejante proceso revolucionario en curso con la liviana y liberal
noción de “escucharnos mutuamente”? Todo intento de marxismo tirado por la
borda en una sola frase. Segundo: se sigue insistiendo sobre la idea de que el
Ejecutivo desconoció a la Asamblea Nacional, cuando en realidad lo que se hizo
fue denunciar a los tres diputados elegidos de manera fraudulenta, pese a lo
cual Henry Allup Ramos se negó a acatar la revocatoria de la designación de los
diputados solicitada por el Consejo Nacional Electoral y los ratificó en sus
cargos. Vale la pena subrayar que esta idea del Ejecutivo desconociendo a la
Asamblea Nacional también es promovida por el reconocido intelectual venezolano
Edgardo Lander quien, el 28 de mayo, hace pública la primera entrega, “La
constituyente nos lleva a un punto sin retorno”, de dos artículos -el segundo
publicado el 01 de junio bajo el título de “Si no evitamos la Constituyente ilegítima
nos encontraremos con un orden completamente autoritario”. Vale la pena sumar
el hecho de que en ambos casos -en los textos de Gargarella y Svampa, como en
los de Lander-, el análisis sobre el accionar de la oposición y la Asamblea
Nacional brilla por su ausencia. Tercero: se habla de golpe de estado fallido
cuando fue la AN la que, como dice Borón, “declaró en enero de este año que el
presidente Maduro había hecho abandono de su cargo y que debía llamarse de
inmediato a elecciones presidenciales. Esto en cualquier país se llama
‘sedición’”. Cuarto: nada dicen nuestros autores, cuando denuncian el
autoritarismo de Maduro, del absoluto control opositor de los todos los medios
hegemónicos de comunicación; nada, tampoco, del abandono de sí responsabilidad
por parte de los diputados opositores en la AN; mucho menos de las reuniones de
éstos con funcionarios del Gobierno norteamericano pidiéndoles que intervengan
en Venezuela.
Sin embargo, lo que seguramente habrá causado cierto estupor en
este grupo de intelectuales que afirma que “hoy no se trata de salir a defender
a un gobierno popular antiimperialista”, es el hecho de que el día 23 de mayo,
Atilio Borón haya publicado una nota titulada “Venezuela y la guerra civil” en
la que llama al gobierno de Nicolás Maduro a “proceder a la enérgica defensa
del orden constitucional vigente y movilizar sin dilaciones al conjunto de sus
fuerzas armadas para aplastar la contrarrevolución”. La respuesta no tardó en
aparecer, y el día 29 de mayo sale a la luz el tan comentado “Llamado
internacional urgente a detener la escalada de violencia en Venezuela”, en
donde se vuelve a insistir, con total liviandad argumentativa, sobre el
autoritarismo, el desconocimiento de la AN por parte del Ejecutivo y el
autogolpe, pero con una diferencia respecto al anterior texto de Gargarella y
Svampa. Por supuesto, frente a la pequeña omisión del imperialismo y del papel
que viene jugando la oposición, el “Llamado” hace, ahora sí, referencia a lo
que les hizo notar Atilio Borón en su nota como acabamos de ver más arriba. La
pequeña omisión, entonces, se salva de esta manera: “tampoco desconocemos la
realidad geopolítica regional y global (...) Estos grupos más extremos de la
derecha han contado, por lo menos desde el golpe de Estado del año 2002, con
apoyo político y financiero del Departamento de Estado norteamericano”. Nada
más. Esa es la mención al imperialismo, y sobre la cual pretende sostenerse
todo el análisis posterior sobre la problemática venezolana que, dicho sea al
pasar, finaliza con la sentencia que, creemos, es la base sobre la que se
asienta el allanamiento del camino al avance de la contrarrevolución: dice el
“Llamado” que “en esa línea, creemos que el principal responsable de la
situación en Venezuela es el Estado”. ¿Qué decir acerca de que la número dos
del Comando Sur, Liliana Ayalde, fue la artífice de los golpes “blandos” en
Paraguay y Brasil? Absolutamente nada.
Sin embargo, hay un último elemento a considerar antes de cerrar
nuestro artículo. Y tiene que ver con la nota publicada por Maristella Svampa
en el día de hoy, mientras se finalizaba este texto. Varias cuestiones: por un
lado, es realmente llamativo que después de semejantes argumentaciones y
refutaciones a sus textos, Svampa no haya contestado absolutamente nada al
respecto, más que repetir algunos de los puntos de los que venimos haciendo
referencia aquí y hacer énfasis en la necesidad de “salir de la polarización, a
restablecer un cierto equilibrio (…) buscando –dice– ser objetivos”. Si hay dos
cosas de las más fundamentales que un estudiante de ciencia política, o
ciencias sociales en general, aprende en la academia es, precisamente, el hecho
de que la polarización es constitutiva de la política, y que la objetividad en
este campo es por lo menos una ficción más grande que las vendidas por Disney.
Todo lo cual hace notar que, dada la omisión sistemática, en el análisis de la
lucha de clases en Venezuela, de elementos que hacen a la configuración
política del proceso bolivariano, tales como el imperialismo y la oposición, y
la cantidad de errores analíticos en los planteos, sumado al “deseo” de querer
posicionarse “objetivamente” para “salir de la polarización”, resulta realmente
imposible considerar que los análisis hechos por estos intelectuales puedan
darnos luz sobre lo que realmente está pasando en Venezuela.
Por último, Svampa termina diciendo en su texto de hoy, 05 de
junio, que ha sufrido, como respuestas a sus planteos, “insultos multiplicados
por las redes sociales”, lo cual resulta absolutamente repudiable y es algo que
rechazamos de manera contundente. Sin embargo, una última aclaración con
respecto al tema. La única diferencia entre ella y Atilio Borón, es que este
último, además de haber sufrido los mismos “insultos multiplicados por las
redes sociales”, ha sido defenestrado y demonizado por la prensa hegemónica
local, algo de lo que, claramente Svampa y Gargarella se han salvado. ¿Por qué?
Porque de lo que se trata para los medios de comunicación hegemónicos, para el
Departamento de Estado, para la oposición sediciosa venezolana, para las
grandes petroleras norteamericanas, es destruir el Gobierno democráticamente
elegido de Nicolás Maduro, y con él todo el legado del chavismo. Y, quiera o
no, Svampa allana el camino de la contrarrevolución cuando la crítica la
realiza desconociendo que el elemento central de cualquier análisis que se
presente desde la izquierda debe, necesariamente, partir de la noción de lucha
de clases: para Svampa hay un solo “contendiente” y culpable, el Estado.
Por esto es que la prensa hegemónica, tanto argentina (se hicieron
eco de la demonización a Borón Infobae, Clarín, La Nación) como
latinoamericana, reparten odas a los textos de nuestros “intelectuales de
izquierda” que, sin ir más lejos, son parte de los que caracterizan que el
actual momento político latinoamericano se enmarca en un contexto de fin de
ciclo progresista.
Resulta realmente sorprendente que ante un escenario de
posibilidad inminente de intervención norteamericana en Venezuela todavía no
pueda entenderse que lo fundamental de la etapa es cerrar filas en defensa de
la Revolución Bolivariana. ¿Esto implica desconocer y desechar toda crítica al
Gobierno venezolano? En absoluto; por supuesto que no. No desconocemos el
compromiso de este grupo de intelectuales de izquierda por la causa de los
pueblos. Pero las críticas no pueden ser meras teorizaciones aventuradas sobre
un hecho en particular desconociendo y omitiendo absolutamente todo contexto.
El actual proceso revolucionario en Venezuela nos llama a ser hoy más responsables
y reflexivos que nunca para poder dar cuenta no sólo de los caminos posibles
que puede tomar la lucha de clases en aquel país sino también para definir el
posicionamiento frente a la Revolución de una izquierda que se pretenda
revolucionaria y latinoamericanista.
Tiene razón Svampa cuando convoca a la izquierda a darse un debate
fraterno. Pero éste, necesariamente, se dará allí donde las tergiversaciones no
sean parte de la esencia argumentativa; allí donde los principios
revolucionarios se mantengan en alto, y mucho más en contextos como el actual.
Y recordando siempre que la verdad es siempre revolucionaria.
5 de junio de 2017
*Docente, Universidad de Buenos Aires.
La izquierda juega al eterno contestatario...lo cual es cómodo.
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