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sábado, 10 de junio de 2017

Venezuela en la encrucijada final, o de cómo ciertos intelectuales allanan el camino de la contrarrevolución

Resulta realmente sorprendente que ante un escenario de posibilidad inminente de intervención norteamericana en Venezuela todavía no pueda entenderse que lo fundamental de la etapa es cerrar filas en defensa de la Revolución Bolivariana. ¿Esto implica desconocer y desechar toda crítica al Gobierno venezolano? En absoluto; por supuesto que no.

Nicolás San Marco / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

“Eso es, precisamente, lo que hacen nuestros ‘izquierdistas’, blandir una espada de cartón”, Lenin

Atilio Borón y Nicolás Maduro.
A lo largo del mayo pasado e inicios de este mes, se han ido sucediendo una serie de notas, artículos y declaraciones en torno a la realidad política actual venezolana. Hasta aquí, nada que nos diga que existe algo que merezca la pena destacarse de manera especial dado el caudal inmenso de debates diarios que se suscitan en los medios sobre el proceso revolucionario bolivariano.

Sin embargo, en los últimos días han ocurrido ciertas cuestiones, dentro de lo que podríamos llamar la disputa por el sentido de la Revolución en Venezuela, sobre las que sí vale la pena hacer mención. Sobre todo para dar cuenta, aunque sea brevemente, el nivel de deslegitimación del rol del intelectual de izquierda al que han aportado ciertos académicos –dicho sea de paso, autodefinidos “de izquierda” –, por un lado, y el grado de violencia con el que se ha atacado la figura de uno de los intelectuales más lúcidos y reconocidos a nivel mundial, Atilio Borón, por otro.  De la mano de Roberto Gargarella y Maristella Svampa, la contrarrevolución en América Latina ha logrado engrosar sus filas.

Comencemos con una breve periodización que se abre, entonces, el día 7 de mayo con un texto, precisamente, de Atilio Borón, titulado “Venezuela en la hora de los hornos”. En él, el autor, abre su explicación haciendo alusión a lo determinante y decisivo de la hora nuestroamericana, y que nuestros “intelectuales de izquierda” parecen olvidar con suma facilidad: “las alternativas son dos y sólo dos: consolidación y avance de la revolución o derrota de la revolución”. Realizando un análisis exhaustivo de la lucha de clases en Venezuela, Borón hace referencia continuamente a cómo a través de los medios de comunicación oligopólicos y la Embajada norteamericana se estructura el plan de desestabilización permanente que llama de manera continua a “’calentar la calle’, matando, destruyendo, incendiando, saqueando, mientras sus principales dirigentes se fotografían con presidentes, ministros, el Secretario General de la OEA, y demás agentes del imperio”. Y finaliza explicitando la necesidad de que el Gobierno venezolano aplique “todo el rigor de la ley” con el fin de desmantelar la contrarrevolución.

Rápidamente, al siguiente día, este grupo de “intelectuales de izquierda” se posicionó firmemente en torno al conflicto venezolano con un título que parecería volvérseles en contra en su mismo argumento. La nota está titulada como “El desafío de la izquierda, no callar”. Curioso título para quienes pretenden darnos lecciones de lo que debería o no hacer el Gobierno Bolivariano cuando en ningún momento del texto se hace mención, siquiera al pasar, del gobierno de Estados Unidos. Esto, sumado a que sólo se habla de Maduro y del “régimen” como causa de la “tragedia” o de la “deriva dictatorial”. Definamos, entonces, el significado de “callar”.

Precisamente es esto lo que Borón contesta el día 12 de mayo en un extenso artículo titulado “Venezuela: no callar, pero para decir la verdad”, en el cual demuele todas y cada una de las mentiras y calumnias expuestas por Gargarella y Svampa. Comenzando por lo que decíamos anteriormente, el texto inicia enumerando las -¿sorpresivas?- ausencias en el análisis de nuestros intelectuales: el gobierno de Estados Unidos, y el rol que juega la oposición -a la que Borón bien califica de sediciosa- y sus principales personajes. Y sigue con una enumeración detallada de refutaciones a todas y cada una de las argumentaciones planteadas por nuestros dos autores. No es el objetivo de este escrito hacer mención sino de lo esencial del texto de Borón así sea para volver a enfatizar los puntos sobre los cuales debemos hacer foco desde la izquierda para elaborar un análisis certero sobre el proceso venezolano. Primero: si existe una definición liberal de democracia que sea modelo de las que aparecen en los manuales de ciencia política en la generalidad del mundo académico, esa la que plantea, precisamente, que la democracia es un régimen en donde “podemos escucharnos mutuamente”. Esto es lo planteado por Gargarella y Svampa: “escucharnos mutuamente”; como si el llamado a una Constituyente no fuese un gesto patriótico de escucha y de pleno interés por la salud y bienestar del pueblo y de la patria. ¿Es posible, desde la izquierda, instarnos a pensar semejante proceso revolucionario en curso con la liviana y liberal noción de “escucharnos mutuamente”? Todo intento de marxismo tirado por la borda en una sola frase. Segundo: se sigue insistiendo sobre la idea de que el Ejecutivo desconoció a la Asamblea Nacional, cuando en realidad lo que se hizo fue denunciar a los tres diputados elegidos de manera fraudulenta, pese a lo cual Henry Allup Ramos se negó a acatar la revocatoria de la designación de los diputados solicitada por el Consejo Nacional Electoral y los ratificó en sus cargos. Vale la pena subrayar que esta idea del Ejecutivo desconociendo a la Asamblea Nacional también es promovida por el reconocido intelectual venezolano Edgardo Lander quien, el 28 de mayo, hace pública la primera entrega, “La constituyente nos lleva a un punto sin retorno”, de dos artículos -el segundo publicado el 01 de junio bajo el título de “Si no evitamos la Constituyente ilegítima nos encontraremos con un orden completamente autoritario”. Vale la pena sumar el hecho de que en ambos casos -en los textos de Gargarella y Svampa, como en los de Lander-, el análisis sobre el accionar de la oposición y la Asamblea Nacional brilla por su ausencia. Tercero: se habla de golpe de estado fallido cuando fue la AN la que, como dice Borón, “declaró en enero de este año que el presidente Maduro había hecho abandono de su cargo y que debía llamarse de inmediato a elecciones presidenciales. Esto en cualquier país se llama ‘sedición’”. Cuarto: nada dicen nuestros autores, cuando denuncian el autoritarismo de Maduro, del absoluto control opositor de los todos los medios hegemónicos de comunicación; nada, tampoco, del abandono de sí responsabilidad por parte de los diputados opositores en la AN; mucho menos de las reuniones de éstos con funcionarios del Gobierno norteamericano pidiéndoles que intervengan en Venezuela.

Sin embargo, lo que seguramente habrá causado cierto estupor en este grupo de intelectuales que afirma que “hoy no se trata de salir a defender a un gobierno popular antiimperialista”, es el hecho de que el día 23 de mayo, Atilio Borón haya publicado una nota titulada “Venezuela y la guerra civil” en la que llama al gobierno de Nicolás Maduro a “proceder a la enérgica defensa del orden constitucional vigente y movilizar sin dilaciones al conjunto de sus fuerzas armadas para aplastar la contrarrevolución”. La respuesta no tardó en aparecer, y el día 29 de mayo sale a la luz el tan comentado “Llamado internacional urgente a detener la escalada de violencia en Venezuela”, en donde se vuelve a insistir, con total liviandad argumentativa, sobre el autoritarismo, el desconocimiento de la AN por parte del Ejecutivo y el autogolpe, pero con una diferencia respecto al anterior texto de Gargarella y Svampa. Por supuesto, frente a la pequeña omisión del imperialismo y del papel que viene jugando la oposición, el “Llamado” hace, ahora sí, referencia a lo que les hizo notar Atilio Borón en su nota como acabamos de ver más arriba. La pequeña omisión, entonces, se salva de esta manera: “tampoco desconocemos la realidad geopolítica regional y global (...) Estos grupos más extremos de la derecha han contado, por lo menos desde el golpe de Estado del año 2002, con apoyo político y financiero del Departamento de Estado norteamericano”. Nada más. Esa es la mención al imperialismo, y sobre la cual pretende sostenerse todo el análisis posterior sobre la problemática venezolana que, dicho sea al pasar, finaliza con la sentencia que, creemos, es la base sobre la que se asienta el allanamiento del camino al avance de la contrarrevolución: dice el “Llamado” que “en esa línea, creemos que el principal responsable de la situación en Venezuela es el Estado”. ¿Qué decir acerca de que la número dos del Comando Sur, Liliana Ayalde, fue la artífice de los golpes “blandos” en Paraguay y Brasil? Absolutamente nada.

Sin embargo, hay un último elemento a considerar antes de cerrar nuestro artículo. Y tiene que ver con la nota publicada por Maristella Svampa en el día de hoy, mientras se finalizaba este texto. Varias cuestiones: por un lado, es realmente llamativo que después de semejantes argumentaciones y refutaciones a sus textos, Svampa no haya contestado absolutamente nada al respecto, más que repetir algunos de los puntos de los que venimos haciendo referencia aquí y hacer énfasis en la necesidad de “salir de la polarización, a restablecer un cierto equilibrio (…) buscando –dice– ser objetivos”. Si hay dos cosas de las más fundamentales que un estudiante de ciencia política, o ciencias sociales en general, aprende en la academia es, precisamente, el hecho de que la polarización es constitutiva de la política, y que la objetividad en este campo es por lo menos una ficción más grande que las vendidas por Disney. Todo lo cual hace notar que, dada la omisión sistemática, en el análisis de la lucha de clases en Venezuela, de elementos que hacen a la configuración política del proceso bolivariano, tales como el imperialismo y la oposición, y la cantidad de errores analíticos en los planteos, sumado al “deseo” de querer posicionarse “objetivamente” para “salir de la polarización”, resulta realmente imposible considerar que los análisis hechos por estos intelectuales puedan darnos luz sobre lo que realmente está pasando en Venezuela.

Por último, Svampa termina diciendo en su texto de hoy, 05 de junio, que ha sufrido, como respuestas a sus planteos, “insultos multiplicados por las redes sociales”, lo cual resulta absolutamente repudiable y es algo que rechazamos de manera contundente. Sin embargo, una última aclaración con respecto al tema. La única diferencia entre ella y Atilio Borón, es que este último, además de haber sufrido los mismos “insultos multiplicados por las redes sociales”, ha sido defenestrado y demonizado por la prensa hegemónica local, algo de lo que, claramente Svampa y Gargarella se han salvado. ¿Por qué? Porque de lo que se trata para los medios de comunicación hegemónicos, para el Departamento de Estado, para la oposición sediciosa venezolana, para las grandes petroleras norteamericanas, es destruir el Gobierno democráticamente elegido de Nicolás Maduro, y con él todo el legado del chavismo. Y, quiera o no, Svampa allana el camino de la contrarrevolución cuando la crítica la realiza desconociendo que el elemento central de cualquier análisis que se presente desde la izquierda debe, necesariamente, partir de la noción de lucha de clases: para Svampa hay un solo “contendiente” y culpable, el Estado.

Por esto es que la prensa hegemónica, tanto argentina (se hicieron eco de la demonización a Borón Infobae, Clarín, La Nación) como latinoamericana, reparten odas a los textos de nuestros “intelectuales de izquierda” que, sin ir más lejos, son parte de los que caracterizan que el actual momento político latinoamericano se enmarca en un contexto de fin de ciclo progresista.

Resulta realmente sorprendente que ante un escenario de posibilidad inminente de intervención norteamericana en Venezuela todavía no pueda entenderse que lo fundamental de la etapa es cerrar filas en defensa de la Revolución Bolivariana. ¿Esto implica desconocer y desechar toda crítica al Gobierno venezolano? En absoluto; por supuesto que no. No desconocemos el compromiso de este grupo de intelectuales de izquierda por la causa de los pueblos. Pero las críticas no pueden ser meras teorizaciones aventuradas sobre un hecho en particular desconociendo y omitiendo absolutamente todo contexto. El actual proceso revolucionario en Venezuela nos llama a ser hoy más responsables y reflexivos que nunca para poder dar cuenta no sólo de los caminos posibles que puede tomar la lucha de clases en aquel país sino también para definir el posicionamiento frente a la Revolución de una izquierda que se pretenda revolucionaria y latinoamericanista.

Tiene razón Svampa cuando convoca a la izquierda a darse un debate fraterno. Pero éste, necesariamente, se dará allí donde las tergiversaciones no sean parte de la esencia argumentativa; allí donde los principios revolucionarios se mantengan en alto, y mucho más en contextos como el actual. Y recordando siempre que la verdad es siempre revolucionaria.

5 de junio de 2017

*Docente, Universidad de Buenos Aires.

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