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sábado, 15 de julio de 2017

Hablemos de patriarcado

El patriarcado está en todos lados, en la literatura, el arte, en la parada de autobús, en el salón de clases, en el lenguaje del docente, en el deporte (las edecanes casi desnudas, que entregan las melladas y los reconocimientos a los vigorosos deportistas) en las manos del doctor, en las promesas de exclusión de un candidato presidencial. Está en la cama, en el sexo.

Ilka Oliva Corado / Para Con Nuestra América
Desde Estados Unidos

El patriarcado debería ser tema de conversación, como cuando hablamos de fútbol, de música, de literatura, de arte, de películas…

Se debería hablar del patriarcado y sus consecuencias, en la escuela, la universidad, reuniones sociales, en todos lados y a todas horas.

¿Por qué? Porque es nuestro enemigo a vencer, y no es temática que involucra solamente a feministas, no hay que ser feminista para hablar de patriarcado; el patriarcado nos hace daño a todos, a unos más que a otros, porque a un hombre no lo matan por su género, a las mujeres sí.

Un hombre si tiene amantes es un gallo, machote, un don Juan al que le aplauden, una mujer si tiene amantes es una puta y señalada y menospreciada por la sociedad. Eso sí, cuántos de esos gallos que la señalan no quisieran acostarse con ella y cuántas de esas mujeres santas que la señalan no quisieran ser como ella. Pero ésa es harina de otro costal.

El enemigo a vencer es el patriarcado, que tiene enormes tentáculos como la corrupción y la impunidad; es tan poderoso que está instalado en nuestra sociedad como algo natural y cultural, sin importar el país.

Algo tan natural como un hábito, como la secuencia misma del movimiento al caminar o cerrar los ojos al dormir, el patriarcado se aprende, nadie nace siendo misógino, machista u homofóbico, es tan tan poderoso que la mayoría de las veces no nos damos cuenta que estamos siguiendo patrones que nos limitan, estereotipan y violentan.

Del patriarcado no hay que hablar solamente en las marchas de Ni Una Menos, o en los velorios de las víctimas de feminicio, o cuando nos enteramos de una violación; comienza con el lenguaje, sigue con los gestos y termina con las acciones que tienen sus consecuencias más drásticas en los feminicidios y transcidios. El patriarcado es una estructura que está cimentada en el sistema, la violencia de género no la promueve el reguetón, la promueve el sistema que dice que la niña se tiene que vestir con color rosado y el niño no puede usar falda. Que el niño tiene que ir a desvirgarse a un bar al nomás desarrollar y que la niña tiene que esperar hasta el día del matrimonio. ¿Qué es desvirgarse en un bar? ¿Acaso no es solapar el millonario negocio de las trata de niñas, adolescentes y mujeres para fines de explotación sexual? ¿Acaso no es enseñar a los niños a utilizar a la mujer como un objeto? ¿Acaso no es deshumanizar a ese niño? ¿No es violentar a esas niñas, adolescentes y mujeres?

La violencia de género y el patriarcado los promueve la escuela, que dice que los niños no entran si tienen el pelo largo y que las niñas tampoco si se pintan el pelo de colores o se visten de hombre. ¿Qué es vestirse de niña o vestirse de niño? ¿En qué nos basamos, quiénes somos para decir cómo se tiene que vestir, comportar y sentir cada género? ¿Y si una persona siente que no tiene género, cómo la tratamos? Esa misma escuela si ve a dos niños o a dos niñas besándose, porque son mal ejemplo y deben ir a terapia para enderezarse.

¿Y a las personas heterosexuales qué hay que enderezarles? ¿Existen realmente las personas heterosexuales? ¿Qué es la heterosexualidad?  La mayoría de acosos callejeros, golpes y feminicidios los comenten hombres heterosexuales contra mujeres, homosexuales y mujeres transexuales? ¿Qué dice la sociedad patriarcal sobre esto? “Se lo buscó por puta, se lo buscó por maricón.” ¿Qué más dice? ¿Y el sistema de justicia qué dice?

¿Qué sucede con esos niños que se sienten niñas? ¿Los excluimos, insultamos y menospreciamos hasta que se suiciden? ¿Hasta que sean adultos frustrados, infelices en un mundo de hipócritas? De hipócritas heterosexuales, eso sí.

La violencia de género y el patriarcado los promueve el sistema carente de leyes que apoyan el aborto legal y seguro. Una sistema de educación, salud y justicia carentes de visión de género. El sistema que dice que una mujer no tiene la capacidad intelectual para desarrollar el mismo trabajo que un hombre y por ende su salario debe ser menor. El sistema que dice que aunque tenga la misma capacidad, por su género una mujer debe devengar un salario menor que el del hombre.

Y este lineamiento del patriarcado que es una carencia de los derechos laborales y humanos, lo solapan quienes se benefician de la injusticia y aquí se cuentan mujeres y hombres. Por desgracia.

Mujeres santas que están en contra del aborto, por ejemplo. Hombres santos y homofóbicos que están en contra el matrimonio igualitario, por ejemplo. Una sociedad que solapada acciones inhumanas de un sistema de gobierno patriarcal, machista, misógino y feminicida.

El patriarcado está en todos lados, en la literatura, el arte, en la parada de autobús, en el salón de clases, en el lenguaje del docente, en el deporte (las edecanes casi desnudas, que entregan las melladas y los reconocimientos a los vigorosos deportistas) en las manos del doctor, en las promesas de exclusión de un candidato presidencial. Está en la cama, en el sexo.

¿Qué nos limita a hablar de patriarcado y sus consecuencias? ¿Nuestra doble moral? ¿Miedo a perder la viralidad, en el caso de los machos alfa? ¿Miedo al ridículo?

Hablemos de patriarcado, misoginia, feminicidios, transcidios, hablemos de homosexualidad, hablemos de derechos, de justicia. Hablemos de perder privilegios, unos, y hablemos de la integración de una sociedad que respete las diferencias y la diversidad. Pero no solo hablemos, hagamos, las palabras se las lleva el viento, es nuestra obligación arrancar de raíz el patriarcado y erradicarlo.

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