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sábado, 2 de septiembre de 2017

Filosofía(s) de la liberación y descolonización*

Las perspectivas descoloniales trascienden nuestras fronteras, en las periferias y en los centros del moderno sistema mundial resurgen líneas de investigaciones y propuestas que cuestionan el patrón de poder colonial.

Abdiel Rodríguez Reyes / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

La(s) filosofía(s) de la liberación surgieron a finales de la década de los sesentas, en la confluencia con otros ámbitos del saber y el explícito compromiso con el Otro, el excluido por su condición de raza, clase y género; es decir, en la exterioridad de la Modernidad. Su itinerario es largo, no es una cuestión de moda, se trata de un pensamiento que tiene un corpus sólido y diverso que, en su interior, tiene distinciones, pero su telos analógico es la liberación. Cerutti-Guldberg diría que, de lo que se trata, es de pensar para la liberación en varios planos: ontológico, epistemológico y político. Tenemos que liberarnos de la dominación occidental que implementó una jerarquía en donde el sujeto, el conocimiento y la forma de regir los asuntos públicos distintos quedaron encubiertos; adicionalmente, dispuso de un discurso, el eurocentrismo, que universalizó esta unívoca forma de organizar la vida.

Sobre la descolonización, podríamos decir que existe desde el primer momento de la colonización, como su resistencia siempre presente. Toda colonización implica opresión y despierta, simultáneamente, resistencias. Con respecto a lo que nos interpela directamente, la fecha central es 1492, a partir de allí, los discursos y prácticas descoloniales han estado presentes, desde Bartolomé de las Casas a Toussaint de L´Overture. En el siglo XX, en geopolítica hubo un interesante proceso de descolonización de los países no alineados; en las colonias del Caribe, Túnez y Argelia ─con pensadores como Memmi, Fanon, Cesaire, CLR James, Eric Williams, entre otros más─ se da una amplia producción de pensamiento descolonial acompañado de procesos políticos que intentaban salir de las garras del colonialismo occidental, en particular, del ejercido por Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Esto nos muestra que contamos con una rica tradición, tanto de experiencias, como de discursos críticos al colonialismo.

Desde las ciencias sociales y la filosofía, también contamos con una amplia producción en esa dirección. Ya desde la década del setenta, Rodolfo Stavenhagen se cuestionaba sobre la posibilidad de la descolonización de las ciencias sociales, a la vez que remarcaba el rastro radical de la crítica del pensamiento en el “Tercer mundo”. En la década del noventa, Linda Tuhiwai Smith se cuestionaba por las metodologías y la necesidad de descolonizarlas. Es decir, la descolonización no sólo se encuentra en el boom descolonial suscitado en las universidades estadounidenses con Mignolo, Lugones, Grosfoguel y Maldonado Torres. Estos autores han irrumpido en la academia anglófona con nuevos y potentes propuestas alternativas —aunque distintos entre sí— que son el resultado de un complejo y profundo proceso de descolonización del saber. En ese sentido, hay que explorar tanto la tradición de pensamiento descolonial, como también estas nuevas propuestas, la irrupción de nuevos conceptos nos indican la necesidad de cuestionar nuestros marcos teóricos y metodológicos.

Las perspectivas descoloniales trascienden nuestras fronteras, en las periferias y en los centros del moderno sistema mundial resurgen líneas de investigaciones y propuestas que cuestionan el patrón de poder colonial; por ejemplo, en España, Sirin Adlbi Sibai; en Francia, Houria Bouteldja, por nombrar a algunas. Estamos en una coyuntura enriquecedora de una nueva configuración del pensamiento descolonial que presupone críticas parciales y totales. Hay que aprovechar y subsumir analógicamente todos los aspectos que puedan servirnos en nuestros contextos para pensar nuestras realidades a partir de nuestras propias experiencias. La descolonización no es un hecho, es un complejo proceso de reflexión y desmonte de los patrones coloniales impuestos mediante diversos dispositivos, que pasan desapercibidos, pero encubren la diversidad del mundo bajo la discursividad unívoca del eurocentrismo. 

La(s)  filosofía(s) de la liberación aún no han agotado sus presupuestos críticos, han resistido a las modas y robinsonadas posmodernas, desde el “Manifiesto de 1973” ya se había trazado un programa crítico con respecto a esa univocidad encubridora del “yo conquisto, yo pienso […]” esto, “desde una praxis de la liberación”, ahora enriquecida por las olas de pensamientos y perspectivas descoloniales, en particular, de los estudios sobre genocidios/epistemicidios, ecologías y feminismos que mueven y giran el foco de atención hacia sus núcleos problemáticos. Así, podemos ver el problema en sus especificidades, que muchas veces se pasaban por alto o eran analizados intrínsecos a otros nodos problemáticos.  

La(s) filosofía(s) de la liberación nos invitaron a pensar estos problemas cuando no estaban en las agendas nacionales y, mucho menos en las universitarias, eran marginados, parcial o totalmente. Ahora podemos re-pensar todo en su conjunto. Con la amplia experiencia acumulada y producción de pensamiento descolonial, es inevitable discutir en los espacios de los que fueron encubiertos y/o marginados, la crítica y los debates entre posiciones analógicas nos enrumban a un mundo más pluriverso como diría Boaventura de Sousa Santos. 

Si pudiéramos sintetizar la función de la(s) filosofía(s) de la liberación en la discusión mundial de la descolonización, podríamos enfocarla en dos sentidos. Por un lado, colocó en el centro del debate la cuestión del Otro; por otro lado, no sólo se desarrolló una crítica, también comenzaron a desarrollarse propuestas. Las principales que, además dan sentido a plantear la cuestión en plural, son, a saber: la vida trans-capitalista de Horacio Cerutti-Gulderg, que se plantea “otra vida que merezca ser designada vida en plenitud y no pura sobrevivencia”; y la Transmodernidad de Enrique Dussel, como una alternativa a la Modernidad, con el principio material de la vida como eje rector. Por vías distintas nos invitan a pensar con los pies en la tierra, el mundo en que queremos vivir a partir de nuestras propias experiencias. 

*Resumen de conferencia en el marco del Seminario Permanente sobre Historia y Antropología de las Religiones en la ENAH (28-8-2017).

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