El gobierno
constitucional y legítimo de Nicolás Maduro ha logrado sobrevivir a 120 días
(abril/julio de 2017) de la más brutal ofensiva bélica que, en el marco de una
guerra irregular o híbrida, utilizó tecnologías de última generación y a una
élite de expertos en guerra electrónica, realidad virtual y propaganda
“democrática”.
Carlos Fazio / LA JORNADA
Tras la purga del
estratega Steve Bannon del entorno ultranacionalista de Donald Trump por la troika
de generales que se apoderó de la Casa Blanca: James Perro loco
Mattis, secretario de Defensa; H. R. McMaster, consejero de Seguridad Nacional,
y John Kelly, jefe de gabinete, la guerra no convencional y asimétrica contra
Venezuela, parcialmente declarada por el presidente nominal de Estados Unidos,
podría pasar a una nueva fase de escalada bélica.
A ello obedecería el
brutal discurso maniqueísta y descarnadamente imperialista de Trump en Naciones
Unidas del pasado 20 de septiembre, que tras manipular el concepto de
soberanía, y con Irán, Corea del Norte, Cuba y Venezuela como renovado “eje del
mal”, retoma las aristas más agresivas del enfoque militar de guerras múltiples
y políticas de “cambio de régimen” de las administraciones Clinton/Bush/Obama,
ahora bajo la “doctrina Mattis”.
Trump dijo estar
preparado para tomar “nuevas acciones” contra la “dictadura socialista” de
Nicolás Maduro. Washington impuso sanciones financieras contra Venezuela, y en
agosto pasado la “administración de los generales del títere Trump” (como la
llama J. Petras) no descartó la “opción militar”. Esa noche, durante una “cena
a la carta” con sus perritos falderos Michel Temer, Juan Manuel Santos y Juan
Carlos Varela −de Brasil, Colombia y Panamá, respectivamente−, y de la
vicepresidenta de Argentina, Gabriela Michetti, Trump pudo haber adelantado
algunos aspectos de la estrategia militar diseñada por quienes coloquialmente
llama “mis generales”, con eje en una nueva ofensiva desestabilizadora
encubierta que facilite una “intervención humanitaria”.
El gobierno
constitucional y legítimo de Nicolás Maduro ha logrado sobrevivir a 120 días
(abril/julio de 2017) de la más brutal ofensiva bélica que, en el marco de una
guerra irregular o híbrida, utilizó tecnologías de última generación y a una
élite de expertos en guerra electrónica, realidad virtual y propaganda
“democrática”.
Fue apenas la última fase
de cuatro años de una descomunal guerra de cuarta generación, que, con eje en
una estrategia de espectro completo, ha incluido de manera simultánea y
continuada la guerra sicológica (inteligencia); económico/financiera
(acaparamiento y desabastecimiento por 20 trasnacionales de los rubros
alimentario y farmacéutico, manipulación del tipo de cambio de la economía en
mercados ilegales y riesgo país como armas de guerra, etcétera); cibernética (a
través de plataformas “sociales” como Facebook, Twitter, WhatsApp, Youtube, Instagram),
articuladas con campañas de propaganda blanca, gris y negra hegemonizadas por
las siete grandes corporaciones de la comunicación que trabajan sobre una misma
ideología global (Time Warner Corporation, General Electric, News Corporation,
Sony Pictures, The Walt Disney Company, CBS Corporation y Bertelsmann), mismas
que, cartelizadas, controlan más de 70 por ciento de los medios de difusión
masiva del mundo (televisoras, radios, medios impresos y las web noticiosas
privadas) y actúan como policías de la dictadura del pensamiento único
neoliberal (controlando la superestructura cultural), a lo que se suma la
guerra política vía la OEA del inefable Luis Almagro y los 12 países del
llamado Grupo de Lima, con México como mascarón de proa.
Con José Vicente Rangel,
se puede afirmar que Maduro ha sido el mandatario “más acosado y ofendido” de
la historia de Venezuela, y el “blanco obsesivo” de los ataques de EU, la
ultraderecha internacional y la oposición escuálida al proyecto político
alternativo bolivariano, que encarna un modelo mixto que combina la democracia
representativa con la democracia participativa y protagónica (consejos
comunales, asamblea constituyente, etcétera), proceso doctrinario que tiene al
pueblo como lugar de la ciudadanía originaria y que después del 30/J está
activado en la Asamblea Nacional Constituyente.
Los ataques de la
reacción no prosperaron, porque con astucia, coraje y decisión, y una gran
habilidad estratégica y táctica y un acertado manejo de la información de
inteligencia y de las nuevas tecnologías de la comunicación (la guerra
simbólica y tecnológica en redes en el terreno digital y de las
telecomunicaciones), Maduro y su equipo gubernamental han logrado abortar
varias intentonas golpistas (incluidos golpes blandos y duros), guarimbas,
maniobras para socavar la lealtad del alto mando militar, guerra económica y
planes desestabilizadores urdidos en laboratorios especializados del Pentágono
y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Pero la derrota en la
etapa de EU y sus aliados ha sido posible, también, porque, a diferencia de las
instituciones castrenses de los otros países del área (que a excepción de Cuba
han sido concebidas como fuerzas para la dominación y/o ejércitos de ocupación
interna, cuando no para el ejercicio de la acción subimperialista), Venezuela
cuenta con un Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana (Ceofanb), que desde hace 12 años tiene una estructura y una
doctrina antimperialistas, antioligárquicas, humanistas e integracionistas
(latinoamericana).
Derivada del genio y la
visión geopolítica del comandante Hugo Chávez, que en 2004 definió una nueva
estrategia castrense con base en que Estados Unidos constituía una amenaza
cierta para Venezuela, se ha venido construyendo una unión cívico-militar, que
tiene como una de sus premisas fundamentales la participación activa del pueblo
en las tareas de la defensa integral de la nación, bajo el principio de la
corresponsabilidad.
Con
ese marco de referencia, y ante las amenazas bélicas de Trump, a finales de
agosto 200 mil soldados de la FANB y 700 mil milicianos, reservistas y civiles
participaron en el ejercicio militar Soberanía Bolivariana 2017, bajo la
concepción de que ante una invasión de EU, la Fuerza Armada se dispersaría –“nos
haríamos tierra, aire y agua”− y conduciría una guerra de resistencia.
Respetuosa acción soberana,defensiva sobre todo.
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