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sábado, 7 de octubre de 2017

Guatemala: cuando la vida supera a la ficción

Guatemala es un país en donde es difícil separar corrupción, poder político, represión militar y paramilitar y grupos económicos asociados a ideología de derecha. Los grupos de esta ideología que se adueñaron del poder del Estado durante toda la segunda mitad del siglo XX, fueron los mismos que usaron al Ejército para reprimir e hicieron negocios con él formando redes mafiosas.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

El expresidente guatemalteco Alvaro Arzú.
En Guatemala, la trama de la corrupción que se va destapando poco a poco parece superar la ficción. No porque no se supiera que existía y quiénes estaban involucrados, sino por las anécdotas que se van suscitando con cada destape, y por los entresijos que se ponen evidencia.

Es decir, que ya todos sabían que las principales instituciones públicas están manejadas por mafiosos, que sus redes de relaciones son amplias y que sus tejes y manejes vienen de hace mucho tiempo; pero los acontecimientos que se van sucediendo ahora que están siendo puestos en evidencia, le da visos de una novela en cuyo final se precipitan los acontecimientos y no nos permiten dejar de leer.

El jueves 5 de octubre recién pasado, por ejemplo, uno de los grandes capos de la política y los negocios oscuros fue evidenciado públicamente por la CICIG y el Ministerio Público. Se trata nada más y nada menos que de Álvaro Arzú Irigoyen, ex presidente del país y alcalde la de Ciudad de Guatemala por cinco períodos consecutivos.

El señor Arzú es descendiente de familias “de abolengo”, lo que quiere decir que, en un país en donde en la dominación se confunde la clase con la “raza”, él pertenece por nacimiento a la estirpe de los que se sienten por encima de los demás por el color de su piel.

El tal Arzú era presidente de Guatemala cuando el 26 de abril de 1998 mataron a Monseñor Gerardi, Obispo de Guatemala, un día después que se publicara el recuento que coordinó de las violaciones a los derechos humanos en 36 años de guerra, en el que el Ejército guatemalteco resultaba responsable de más del 90% de tales violaciones.

Los tribunales guatemaltecos encontraron culpable de tal atrocidad a quien en ese tiempo fungía como parte del Estado Mayor Presidencial del señor Arzú, Byron Lima, y quién además después sería contratado como su guardaespaldas.

Ahora, la CICIG y el Ministerio Público abren la Caja de Pandora. El tal Lima, mientras estuvo en la cárcel mantuvo negocios con el señor Arzú, éste contrató a la mujer y a la suegra de Lima en plazas fantasma en la municipalidad y pagó con dineros públicos material para campañas electorales.

Álvaro Arzú montó en cólera al saber que sería denunciado y se presentó furioso a lugar en el que se realizaba la conferencia de prensa en la que se daban a conocer todos estos hechos. En declaraciones de prensa en el lugar dijo que lo perseguían por venganza ya que él era “el” defensor del cuestionado presidente Jimmy Morales, para quien también se solicitó días atrás el levantamiento de la inmunidad, y que protagonizó un arranque de ira similar terminando por declarar non grato al comisionado de la CICIG.

Y como si todo esto fuera poco, Moisés Galindo, quien fuera defensor del dictador Efraín Ríos Montt, también cayo preso en esta jornada que no dejó títere con cabeza.

Hay quienes sitúan todos estos acontecimientos en el marco de una estrategia norteamericana para sanear los círculos de poder del norte de Centroamérica que, aliados con el narcotráfico y el crimen organizado, y poseídos por una inclemente ambición, han transformado a estos países en botín de unos cuantos, mientras las grandes mayorías se ven forzadas a buscar nuevos horizontes a través de la migración hacia los Estados Unidos. Argumentan que la mejor prueba de todo esto es que otros círculos de poder político y empresarial, tan o más corruptos que los que están siendo puestos en evidencia, no son tocados.

Es cierto, no todos los involucrados en estos asuntos han sido tocados, pero no sabemos tampoco si lo serán en el futuro. Por otra parte, el tema de la corrupción no es más que un aspecto de la terrible situación que se vive en Guatemala. El Estado guatemalteco ha sido el instrumento de ciertos grupos sociales desde hace muchos años, y ciertas coyunturas específicas les permitieron llevar a nuevos niveles el aprovechamiento que hacen de él.

La terrible y prolongada represión que llevó adelante el Estado guatemalteco durante más de 36 años contra la población civil sublevada, luego del golpe de Estado ocurrido en 1954, transformó al Ejército en un espacio en el que podían hacerse negocios de todo tipo, y posibilitó el surgimiento de clanes mafiosos que se aliaron con civiles que vieron en todo esto la oportunidad de lucrar.

Como puede verse, Guatemala es un país en donde es difícil separar corrupción, poder político, represión militar y paramilitar y grupos económicos asociados a ideología de derecha. Los grupos de esta ideología que se adueñaron del poder del Estado durante toda la segunda mitad del siglo XX, fueron los mismos que usaron al Ejército para reprimir e hicieron negocios con él formando redes mafiosas.

Hoy, cuando población especialmente urbana de clase media protesta contra la corrupción y pide la salida del presidente de la República, hay quienes claman por no transformar la lucha en un campo de batalla entre izquierda y derecha. Es difícil hacerlo por las razones referidas.

Mientras tanto, el drama de los que se sacuden el pecho como gorilas llamando a sus huestes a ponerse en pie de guerra contra los que los persiguen por corruptos prosigue. Sus rostros desencajados, rojos de la rabia, de mandíbulas apretadas y bufidos de animal herido salen en las portada de los principales diarios del país, y sus compinches van apareciendo con las manos esposadas en sótanos de dependencias judiciales.

Nadie sabe hasta dónde llegará todo esto, y a lo mejor es cierto que los gringos están detrás del tinglado. Pero todos estos malandros tienen que caer, pagar sus crímenes, desarticularse sus redes de compadrazgo y crimen. Y luego tratar de construir algo distinto, que permita respirar un poco, sacar la cabeza de tanta podredumbre, de tanta injusticia, de tanto desamparo, de tanta prepotencia, de tanta violencia.

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