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sábado, 14 de octubre de 2017

Vigencia de las ideas del Che

Las ideas que fue elaborando el comandante Guevara a partir de su emergencia en el proceso revolucionario tanto de Cuba como de nuestra América y el mundo, tuvo como premisa fundamental el tema de la ética y junto con ello el de la misma praxis revolucionaria.

Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México

Estudiando a Latinoamérica aprendemos también un poquito a conocernos más, y conocemos mejor nuestras relaciones y nuestra historia. Estudiar Latinoamérica significa estudiar la penetración imperialista, es decir, estudiar su economía;  allí verán los gérmenes de todo lo que está ocurriendo hoy y nada más.
Cmdte. Ernesto Che Guevara[1]

Decía con suma razón José Martí en su célebre ensayo Nuestra América,  que “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”. [2] En efecto, es un principio que se ajusta a cabalidad al pensamiento de Ernesto Che Guevara de la Serna  (Rosario, Argentina, 14 de junio de 1928 – La Higuera, municipio de Pucará, provincia de Valle Grande, Departamento de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 9 de octubre de 1967).

Han pasado cincuenta años, medio siglo desde que cayó en combate y sus ideas y ejemplo de su ética revolucionaria  siguen vivos en los jóvenes, hombres y mujeres que luchan por la justicia social en todos los pueblos de la tierra. Con suma razón su compañero de lucha, el Comandante Fidel Castro, afirmaba el 8 de octubre de 1987, en un homenaje a los veinte años de desaparición física (fecha que quedó en Cuba como conmemoración de su aniversario) que: “…en las ideas del Che, en el pensamiento del Che hay principios valiosísimos, de un valor inmenso, que rebasan simplemente ese marco que muchos pueden tener de la imagen del Che como un hombre valiente, heroico, puro; del Che como un santo por sus virtudes y un mártir por sus desinterés y heroísmo, sino del Che como revolucionario, del Che como pensador, del Che como hombre de doctrina, como hombre de grandes ideas que con una gran consecuencia fue capaz de elaborar instrumentos, principios que, sin duda, son esenciales en el camino revolucionario”.
[3]

Desde esa perspectiva las ideas que fue elaborando el comandante Guevara a partir de su emergencia en el proceso revolucionario tanto de Cuba como de nuestra América y el mundo, tuvo como premisa fundamental el tema de la ética y junto con ello el de la misma praxis revolucionaria. Así, por ejemplo, cuando se desarrolló en el oriente de Cuba el desembarcó (2 de diciembre de 1956) de los combatientes que navegaban en el Granma, a tres días de aquel hecho y durante el combate del 5 de diciembre, el médico de la expedición era el Che, y él cuenta en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, que tuvo en ese momento que decidir éticamente que convenía más a lucha insurreccional, o ser médico o guerrillero: “Quizá ésa fue la primera vez que tuve planteado prácticamente ante mi el dilema de mi dedicación  a la medicina o a mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas juntas; tomé la caja de balas, dejando la mochila…”. Esto es, que en un momento muy específico de la vida la decisión que él tomó fue ir más allá del individualismo y obró  en beneficio colectivo. Esa situación de combate marcó las premisas de la prioridad y la sobrevivencia del proyecto revolucionario.

Así, el Comandante Guevara a lo largo de su vida política mostró esa premisa fundamental que es la ética revolucionaria. Con suma razón se ha reconocido que su  militancia política fue con el Movimiento 26 de Julio (M-26-VII). Se reunió con Raúl y Fidel Castro recién habían llegado ellos a la Ciudad de México, exiliados de la dictadura batistiana. En casa de María Antonia (en el departamento de la calle de Emparan), Fidel y Ernesto Guevara se reunieron por más de 10 horas para incorporarlo a la lucha revolucionaria que se libraría en Cuba. Desde aquel momento hasta su despedida de tierras cubanas, el Che,  siempre le tributó su mayor respeto y lealtad producto de su moral  revolucionaria.  Tal como  lo manifestó en la carta de su despedida (leída por el mismo Fidel Castro el 3 de octubre de 1965), en ella le afirmaba: “He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe”. Agregando: “Otras tierras del mundo  reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba, y llego la hora de separarnos”. Así, concluía manifestando una vez más el carácter de su misión y  de su pensamiento anti-imperialista. “Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y de dolor: aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos, y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu; en los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura”.[4]

En esos años Cuba vivía, como lo sigue viviendo ahora las políticas injerencista de la Casa Blanca. En aquellos tiempos de mediados de los años sesenta, la lucha contra la intervención estadounidense en Vietnam se acrecentaba. Harry Villegas que combatió junto al Guerrillero Heroico  en Cuba, el Congo y en Bolivia escribió: “En ese mundo en el que muchos dirigentes estaban sometidos al imperialismo yanqui, es donde Che sintetiza estos sentimientos martianos y bolivarianos y decide ser coherente con todo lo que había propugnado en el llamado que hiciera a través de la Conferencia Tricontinental, en enero de 1966, para ayudar a ese pueblo; a vietnamizar la lucha, a buscar la solidaridad de los revolucionarios del mundo para la creación de uno, dos tres y muchos Vietnam”.[5] Por ello es que en su “Mensaje a la Tricontinental” (publicado en abril de 1967), señaló: “En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de sustentación del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde exportan nuevos capitales –instrumentos de dominación- armas y toda clase de artículos, sumiéndonos en una dependencia absoluta”.[6]

En virtud de toda una serie de consideraciones como las señaladas, fue como el Comandante Guevara renunció al cargo de Ministro de Industrias y en el II Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática realizado en Argel (febrero de 1965), señala el historiador Sergio Guerra Vilaboy: “…deslizará en su discurso ciertas críticas a las posiciones de algunos países socialistas hacia los problemas económicos del Tercer Mundo. Ese fue el preámbulo de su salida hacia el Congo y Bolivia, donde sería asesinado por el ejército de este último país en octubre de 1967”.[7]

En Bolivia, el Che Guevara dirigió a la guerrilla a través del Ejército de Liberación Nacional (ELN),  que buscaba generar desde el centro de Sudamérica, “un movimiento revolucionario  que obligara al imperialismo a concentrar fuerzas en otra dirección” y no únicamente contra  Vietnam y Cuba.  De ahí que Harry Villegas “Pombo”, reconociese que: “En más de una oportunidad él nos explicaba que nosotros no habíamos ido allí para luchar en lugar del pueblo boliviano, sino para ayudarlo a desencadenar su guerra de liberación. Les decía a los bolivianos que una vez terminado el periodo de formación y entrenamiento, la carga principal  y la responsabilidad de dirección en lo que concernía a Bolivia recaería sobre ellos. (…) A manera de metáfora explicaba que la función nuestra no era ni siquiera la de ser el detonador de la lucha, que realmente el detonador eran los bolivianos y nosotros seriamos el fulminante que serviría para activarlo. Bolivia significaba el centro del cual irradiarían las columnas para la independencia del todo el Cono Sur, similar a lo que fue la lucha en la Sierra Maestra para la Revolución Cubana”.[8]

Cincuenta años más tarde de aquella caída en combate del Guerrillero Heroico, los pueblos de América Latina y el Caribe, siguen resistiendo. Las ideas del Che han sido en gran medida un fulminante que hoy en nuestra América, representan un gran estímulo de principios anti-imperialistas para hacer avanzar en la conquista del poder popular y ciudadano como en la misma Bolivia de Evo Morales; en la República Bolivariana de Venezuela; en el Ecuador de la Revolución Ciudadana; en la Nicaragua sandinista; El Salvador de Farabundo Martí y otros países  con gobiernos progresistas como el de República Dominicana  y el Uruguay.  Reconociendo también que se han generado retrocesos como los golpes de Estado en Honduras (2009), Paraguay (2012), Brasil (2016) y el triunfo electoral de la derecha en Argentina (2015). Pero a su vez es cierto que el avance de las fuerzas progresistas apunta a conquistar más espacios en  Chile, Colombia, México y Perú.

De esta manera las ideas del Che en su parte medular siguen teniendo una gran vigencia, la liberación de nuestros pueblos en su lucha contra el imperialismo, eleva su nivel de organización y articulación. Sin duda la era Trump, con sus viejas y nueva formas de intervencionismo no han concluido, por el contrario. De ahí que la máxima del Che  Guevara sigue teniendo una gran vigencia en pleno siglo XXI cuando afirmaba: “Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más solidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡que grande sería el futuro, y que cercano![9]




[1] “La influencia de la Revolución Cubana en América Latina”, Ernesto Che Guevara. Escritos y discursos,  tomo 9, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1977, p. 197.
[2]  José Martí, Obras Completas, tomo 6 (Nuestra América), La Habana, 1975, p. 15.
[3]  Fidel Castro, Imagen del hombre nuevo: 8 de octubre de 1987, La Habana, Editora Política, 1987, p. 23-24.
[4]  “Carta a Fidel”,  Ernesto Che Guevara. Escritos y discursos,  tomo 9, p. 394.
[5] Harry Villegas, Pombo, un hombre de la guerrilla del Che, La Habana, 1997, p. 1.
[6] Ernesto Che Guevara, “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, en Ernesto Che Guevara. Escritos y discursos, tomo 9, p. 367.
[7] Sergio Guerra Vilaboy y Alejo Maldonado Gallardo, Historia de la Revolución Cubana, Síntesis y comentario, Quito, 2005, p. 147.
[8]  Harry Villegas, Pombo, un hombre de la guerrilla del Che, p. 2.
[9]  Ernesto Che Guevara, “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, pp. 371-372.

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