El nuevo
caso de restauración conservadora surgió de forma inesperada en Ecuador, donde
la victoria, aunque apretada, del candidato de Alianza País, previa continuidad
y no ruptura del proyecto de la Revolución Ciudadana, conducido por Rafael
Correa. Pero sorpresivamente Lenín Moreno ha zanjado un camino distinto, de
desarticulación del frente social y político que había implementado las más
extraordinarias transformaciones que Ecuador había vivido.
Emir Sader / LA JORNADA
Los
procesos de restauración conservadora en
América Latina han empezado con el golpe en Honduras en 2009, que destituyó al
mandatario electo, Manuel Zelaya, porque se aprestaba a proponer una reforma
constitucional que le permitiera candidatearse de nuevo a la presidencia del
país. El presidente actual, Juan Orlando Hernández, se ha candidateado a la reelección
sin cambiar la Constitución, la cual le impide hacerlo. Se va a reelegir, aún
con graves acusaciones de fraude, porque lo que interesa a las oligarquías
dominantes es la continuidad del proyecto neoliberal, que vende parte
importante del territorio hondureño como zonas de desarrollo económico para
grandes corporaciones internacionales.
Ese fue el
primer modelo de restauración conservadora. El segundo se dio en Paraguay en
2012, con el golpe en contra de Fernando Lugo, presidente electo, bajo la
acusación de culpabilidad en una masacre campesina, cuya investigación
posterior reveló que el gobierno no tenía ninguna responsabilidad. El proyecto
neoliberal pudo retomar su curso en Paraguay. Fue un segundo caso de golpe con
barniz institucional, pero no menos golpe, sin cumplir con los trámites
constitucionales para destituir a un mandatario.
El tercer
caso se dio por la vía de la victoria electoral en Argentina. Aunque negando en
el único debate televisivo que haría un duro ajuste fiscal, Mauricio Macri
integró un gobierno de ejecutivos de empresas privadas y de economistas
vinculados con ellas para poner en práctica el ajuste fiscal que había negado
que realizaría. Se constituye, hasta ahora, en el más exitoso proceso de
recomposición neoliberal, por lo menos hasta que las crueles consecuencias de
su política de ajuste ocupen el centro del escenario político, desplazando las
acusaciones en contra del kirchnerismo de que se vale todavía Macri para
mantener niveles de apoyo y volverse la nueva cara de la derecha argentina.
El cuarto
caso fue el del golpe en Brasil, que pone en práctica el programa, derrotado
cuatro veces sucesivas en las urnas. Un proyecto que avanza de forma
avasalladora en el desmonte de todos los avances logrados en los gobiernos del
PT, corriendo en contra del tiempo. Se enfrenta con un apoyo de solamente 3 por
ciento de la población, mientras el respaldo a Lula ya supera 40 por ciento.
Por ello buscan desplazar los enfrentamientos para el plano jurídico, donde
podrían inabilitar a Lula para ser candidato. El 24 de enero tratarán de
confirmar la primera condena a Lula, frente a una manifestación multitudinaria
que hará en Porto Alegre, ciudad sede del tribunal de segunda instancia, en la
capital de la resistencia democrática. Es un proceso abierto, de disputa, que
desemobocará en octubre –primera vuelta– y noviembre – en caso de segunda– de
2018 y definirá el futuro de Brasil por mucho tiempo, con consecuencias
directas en todo el continente.
El nuevo
caso de restauración conservadora surgió de forma inesperada en Ecuador, donde
la victoria, aunque apretada, del candidato de Alianza País, previa continuidad
y no ruptura del proyecto de la Revolución Ciudadana, conducido por Rafael
Correa. Pero sorpresivamente Lenín Moreno ha zanjado un camino distinto, de
desarticulación del frente social y político que había implementado las más
extraordinarias transformaciones que Ecuador había vivido. Se han introducido
divisiones profundas en Alianza País, al tiempo que el nuevo gobierno se ha
reacercado no solamente de movimentos populares que tenían divergencias con el
gobierno de Rafael Correa pero con sectores de la derecha tradicional en
Ecuador, derrotados sucesivamente por Alianza País. A la vez, Moreno pasó a
desarrollar un diagnóstico similar al de la derecha sobre la situación
económica heredada, que justificaría la puesta en práctica de un ajuste fiscal,
tirando sobre el gobierno de Rafael Correa las responsabilidades sobre la
situación que vive el país. Al igual que el gobierno incorporó otro elemento de
la restauración conservadora en otros países, asumiendo las acusaciones de
corrupción sobre el vicepresidente Jorge Glass y haciendo recaer sobre todo el
gobierno anterior sospechas vinculadas con esas acusaciones. Es un proceso nuevo,
una restauración conservadora que nace desde adentro de un gobierno electo para
dar continuidad a la construcción de la superación del neoliberalismo pero que
ha escogido trillar otro camino.
Es un nuevo
desafío para la izquierda latinoamericana, especialmente en países donde la
restauración conservadora se muestra fuerte, donde hay que recomponer las
fuerzas populares y democráticas para frenar esa contraofensiva y retomar el
camino del desarrollo económico con inclusión social. En cada país los pasos
pueden ser distintos, pero lo primero es reagrupar las fuerzas de la izquierda,
golpeadas política y moralmente por el revés sufrido. Lo segundo es levantar un
programa alternativo al de los gobiernos de restauración neoliberal, retomando
los vínculos con amplios sectores de masa. Lo tercero es recomponer un frente
político unificado de la oposición. Son pasos complejos y desafiadores, pero
los únicos que permiten frenar la ofensiva conservadora y recuperar la
iniciativa política de la izquierda.
El 4 de febrero de 2018 se realizará en Ecuador una Consulta Popular, con 7 preguntas, de las cuales una le pide a los electores que aprueben declarar terminados los períodos de los vocales del Consejo Nacional de Participación Ciudadana. Aprobada esta pregunta el presidente Lenin Moreno quedará autorizado para nombrar a dedo a los 7 nuevos vocales y ello le permitirá posteriormente remover de sus cargos a los ministros de la Corte Nacional de Justicia, al contralor, al procurador, al fiscal general que no se sometan a sus designios. El procedimiento es inconstitucional, pero va incontenible. Es decir el presidente Moreno adquirirá y concentrará un poder extraordinario, arrasará el principio de la independencia de funciones, todo ello con el respaldo entusiasta de la derecha. El NO es defendido por sectores de Alianza PAIS que condenan el abandono y traición al proyecto progresista.
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