Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Fabricio Alvarado o Carlos Alvarado: uno de ellos dos será el próximo presidente de Costa Rica. |
El “país más feliz del mundo”, el conocido a
través de su marca país asociada al cuidado de la naturaleza y la alegría
despreocupada del “pura vida”, ha caído en la tribulación después de los
resultados de la primera ronda de las elecciones presidenciales y legislativas
del pasado 4 de febrero.
En ellas,
un predicador cuya esposa “habla en lenguas”, y por el que prácticamente “nadie
daba un cinco” –como dice la expresión popular costarricense cuando alguien no
es tomado en cuenta- hace tan solo mes y medio, salió ganador con un poco más
del 24% de los votos, seguido unos 3 puntos más atrás por el candidato del
Partido Acción Ciudadana (PAC), actualmente en el gobierno y de corte
socialdemócrata.
La llegada
en primer lugar del predicador evangélico dejó en shock a medio país, y
envalentonó en sus posiciones conservadoras, con mucha frecuencia muy
intolerantes, a la otra mitad.
La parte en
shock es la que, en las elecciones de hace cuatro años, pudo llevar al poder al
PAC, rompiendo el bipartidismo prevaleciente en toda la segunda mitad del siglo
XX. Dicho grosso modo, es la clase media urbana concentrada en el Valle Central
costarricense; un contingente social progresista, interesado en leyes que
protejan el medio ambiente, los derechos humanos de minorías, el bienestar
animal y la tolerancia. En las elecciones de 2014, a ella se unió un gran
contingente de ciudadanos que buscaban un cambio que no tienen muy claro en qué
consiste, y que se puede especular que quieren algo nuevo a lo que los ha
llevado a un creciente deterioro de sus condiciones de vida, debido a la
implementación de las políticas neoliberales desde la década de los ochenta.
La otra
mitad, dicho también en líneas muy gruesas, es la Costa Rica rural y urbano
marginal que, ante la creciente desigualdad, está resentida y se ahoga en medio
de condiciones de vida cada vez más precarias. En ella se han cebado, desde
hace más de cuarenta años, las iglesias pentecostales, que han estado cerca
permanentemente para brindarle un hombro en el cual apoyar la frente cuando la
realidad circundante la avasalla.
Es posible
que esa Costa Rica, de la cual las clases medias urbanas progresistas no tenían
idea, no la conocen o la conocen muy poco, no habría saltado a la palestra con
la fuerza con la que lo hizo si no hubiera aparecido un elemento catalizador
que la llevó a tomar posición de forma beligerante: la decisión de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, con sede en San José, de fallar a favor del
gobierno una consulta en relación con el matrimonio igualitario.
Fue
entonces cuando se armó la de San Quintín. El predicador-candidato, con un
olfato político que nadie le sospechaba, sacó a relucir el tema bajo la forma
de la “defensa de la familia” transformándolo en el centro de la discusión,
polarizando a la sociedad en torno a él y sulfurando los ánimos.
De ahí en
más creció como la espuma, pasó como un bólido a la par de todos los que
estaban en la fila por el primer lugar de las encuestas y arribó, como la
tortuga al competir con la liebre de la fábula, en primer lugar.
Su victoria
ha llenado de nubarrones el jardín tropical. Las manifestaciones homofóbicas
agresivas, la oposición a que el Ministerio de Educación implemente clases de
educación sexual en los colegios, y la potenciación de un clima conservador e
intolerante, que va más allá del punto de vista circunscrito a lo religioso en
la política, se hacen cada vez más presentes.
El país que
fue refugio para los suramericanos y centroamericanos que huían de las guerras
y las dictaduras en los años setenta, se ve de pronto al espejo y no se
reconoce. ¿En dónde estaba, dentro de sí, todo eso que parece no cuadrar con la
imagen que los ticos se hicieron de sí mismos y de la que siempre han estado
tan orgullosos?
Quedan por
delante dos meses de campaña política en los que los dos contendientes que
siguen en la lidia deberán enfrentarse. Indudablemente, el señor predicador y
su esposa -que habla lenguas y sana almas en un hospital acondicionado para
tales fines- salen con medio cuerpo de ventaja, pero la moneda está en aire.
ResponderEliminarEstuve a punto de explotar con una expresión muy guatemalteca, porque si algo admiramos de Costa Rica es su historial de país democrático, con gente muy lúcida, un país ejemplar para Centroamérica. Pero no hay peor cosa que los que engatusan las mentes. Sigo dándole la razón a Carlos Marx en cuanto a que la religión es el opio del pueblo,
Definitivamente que el tema del. Matrimonio igualitario sigue siendo la espada de Democles para todos aquellos políticos que apoyen esta averracción. Y fortaleza para los que no la apoyan. Y menos en un país que mantiene sus Buenas costumbres y sus tradiciones de antaño. En donde la mayoría de sus ciudadanos son cristianos.
ResponderEliminarDiscrepo...Marx sí se equivocó.No conozco ningún país comunista que haya dejado de ser pobre y con igualdad de derechos. Equilibrio de ideas compañero
ResponderEliminarCiertamente
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