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sábado, 24 de marzo de 2018

Argentina: Elogio a las malas palabras

Muchos memoriosos evocan épocas de dictaduras, cuando se cantaba “prohibido prohibir” a pesar de la represión, vuelven a alentar los cánticos de moda, las malas palabras vox populi como veredicto inapelable, tal como el pulgar hacia debajo de los romanos, como una exhortación esperanzada, liberando atropellos, vergüenza, ignominia, intentando recuperar la dignidad perdida como el país que fuimos hasta hace poco tiempo.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América 
Desde Mendoza, Argentina



Se hizo famosa la defensa de las malas palabras por parte del recordado Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua de Rosario en 2004. Allí el célebre humorista discurrió sobre las denominadas malas palabras, cuestionando su valoración de buenas o malas desde su oficio de fino humorista, exculpándolas dada su acción curativa cuando se trata de una acumulación de presión, estrés y su liberación, descarga obligada justamente de esa situación angustiante.



En aquel Congreso también, el premio Nobel José Saramago se refirió al respeto del contenido de las palabras e hizo un análisis del himno argentino y la reiteración de la palabra libertad que se repite varias veces y a la incongruencia del mismo en épocas de la última dictadura, en donde se perseguían y exterminaban personas, mancillando esa maravillosa expresión aludida en la canción patria. 


Carlos Fuentes, otro de los grandes escritores convocados, la elogió como principio del mundo y por la condición de extranjera en sus portadores desde los primeros pobladores descendientes llegados del Asia y del Pacífico, hasta los españoles que impusieron el castellano, lengua mayoritariamente hablada en estas tierras y la asimilación con la de los posteriores migrantes. 

Volviendo a la calificación rescatada por el Negro Fontanarrosa y sin ánimo de exégesis, sabido es también que la mala palabra ocupa esa zona del lenguaje donde se puede recurrir buscando su intensidad original, la sensualidad y violencia trasgresora incontaminada, castrada por la educación o las “buenas costumbres”, de allí que siempre explota en la lengua materna, la del primer aprendizaje, como una explosión inconsciente que responde a una agresión y estalla como un disparo, como un puñetazo verbal, un alarido que recuerda la caverna, empleando términos propios que refieren al lugar y con entonaciones propias del que las dice, reafirmando su valor simbólico, como si fuera un trueno. 

Sobre ella han expuesto escritores como Octavio Paz, en el Laberinto de la soledad respecto de la singularidad de las malas palabras mexicanas que difieren del resto por ser, los mexicanos, producto de una violación según expuso, Malinche mediante, él, como tantos otros nos han iluminado para reconocer su valor, su significación, más allá de los convencionalismos anodinos. 

Uno de los grandes legados de la cultura ferroviaria durante mis años en la empresa Ferrocarriles Argentinos, fue apreciar los encadenamientos de insultos matinales en son de burla que, como cantos alternos o payadas, entonaban los viejos obreros, totalmente alejados de la agresión y que hacían gala de una exquisita selección poética de términos, puteadas sucesivas que pespunteaban frases descriptivas, dignas de ser rescatadas por la Academia de la Lengua. Hecho que también suele producirse en las canchas de fútbol, en los viejos clubes de barrio donde la hinchada enciende su imaginación y descarga sus ironías hacia los contrincantes u otro lugar elegido como blanco, donde el pueblo a sus anchas, amparado en el anonimato de la muchedumbre, libera expresiones sobre situaciones o personajes que oprimen o incomodan. Famosos son los cánticos representativos de diversos equipos de fútbol, conocidos ampliamente en todas partes. 

Una sociedad mestiza como la nuestra, producto del mestizaje trajo desde alejados rincones del mundo un nutrido bagaje de términos propios que luego fueron conformando el celebrado lunfardo, argot plural de marineros y de puerto, que escribió letras de tango, música urbana popular, rioplatense por excelencia, cuya fama se extendió por el planeta. 

Ese arsenal de términos, sumado a la chispa ocurrente, repentista y picaresca se puso en movimiento desde diciembre del año pasado, en ocasión de la aviesa reforma previsional votada en el Congreso a espaldas de las multitudes e impuso lo que las redes denominaron el “hit” del verano, el cantito MMLPQTP que tantos dolores de cabeza le ha traído al gobierno de Cambiemos. 

Su supuesta y frustrada prohibición tuvo tratamiento especial en el Gabinete que fue, desde intentar suspender partidos, hasta individualizar a sus mentores; una caza de brujas solapada que cobró sus víctimas, como el cocinero Guillermo Calabrese, estrella de Cocineros Argentinos de la Tv Pública que debió abandonar el programa porque una banda invitada tocó la música identificatoria del hit y luego, sus compañeros salieron a pedir una humillante disculpa frente a las cámaras para salvar el pellejo. Los derechos y garantías constitucionales arrojados de un plumazo al cesto de la basura por el titular de medios nacionales. 

Nadie puede prohibir el agua porque no se puede prohibir la sed. El pasado lunes 19 de marzo, en ocasión de entregar los diplomas a los nuevos legisladores en el Teatro Independencia de la Ciudad de Mendoza, el gobernador de la Provincia, Alfredo Cornejo, flamante presidente nacional del Partido Radical, principal aliado de Cambiemos, no pudo pronunciar su discurso y debió retirarse, dado que todo el teatro, incluidos sus partidarios coreaban el cantito. Episodio que comenzó a filtrarse en las redes a pesar del hermético blindaje mediático. De menuda estatura, émulo de Napoleón, exulta en sus arengas mano dura, soberbia y prepotencia, soporta en estos días, amén de un cerrado descontento popular por sus medidas, una importante escisión de radicales que, desencantados por la alianza con el Pro, intentan presentarse con un candidato por separado en las elecciones de 2019. 

Seguramente, él y sus íntimos, rogarán que enmudezcan las gargantas ésta semana puesto que Mendoza es anfitriona del Encuentro de Gobernadores del BID, organismo que como el FMI y su titular, Christine Lagarde siguen endeudándonos simultáneamente, al que han concurrido más de seis mil invitados y cerrará las reuniones el presidente de la Nación, quien llegará el sábado 24 de marzo, fecha que coincide con el 42 aniversario del último golpe militar. Suceso agitado en estos días, vaya a saber por qué instancia de la Justicia, solicitando prisión domiciliaria para algunos de los condenados por lesa humanidad, entre los que se encuentra el odiado “ángel de la muerte”, Alfredo Astiz. Arriesgada apuesta cuando la prensa alineada comienza a soltarle las manos al “dream team” de los sojeros que no logra orientar la economía, como también los jueces, empiezan a liberar a renombrados presos políticos en evidente marcha atrás. 

Bronca y memoria, dos pulsiones imposibles de frenar, imposibles de callar en tiempos del cólera, absurdos y aberrantes, sin respuesta oficial por muertes en manos de agentes del Estado, como Santiago Maldonado, Rafael Nahuel o los 44 tripulantes del ARA San Juan cuyo destino aún se desconoce, con salarios aplastados e inflación galopante, alentada desde tarifazos y subas de combustible, endeudados por generaciones, justamente por los propios beneficiarios. 

Muchos memoriosos evocan épocas de dictaduras, cuando se cantaba “prohibido prohibir” a pesar de la represión, vuelven a alentar los cánticos de moda, las malas palabras vox populi como veredicto inapelable, tal como el pulgar hacia debajo de los romanos, como una exhortación esperanzada, liberando atropellos, vergüenza, ignominia, intentando recuperar la dignidad perdida como el país que fuimos hasta hace poco tiempo.

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