Mientras no se reconozca
que se requiere un cambio radical en las
políticas económicas imperantes, la desigualdad seguirá creciendo y, con ello, todos
los otros flagelos que los gobernantes de turno –quiero creer que con buena voluntad
y mejores sentimientos- juran combatir desde el primer día en que, por voluntad popular, asumen el
mando de la nación.
Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América
Desde el reiterado y apabullante triunfo del PAC se han
multiplicado los comentarios en torno al legado –bueno o malo- del gobierno saliente
y sobre las expectativas – quizás exageradas- que suscita en el imaginario
colectivo el nuevo gobierno, cuyo
Ejecutivo es encabezado por el joven politólogo y comunicador Carlos Alvarado, militante
desde su primera juventud tan sólo en el
partido que lo llevó al poder; por lo que no carga ningún trauma o secuela de
los partidos tradicionales en su subconsciente psicológico o ideológico.
Lo anterior es importante
destacar porque Carlos Alvarado es el
primer presidente que no tiene nada que ver con la Guerra Fría, ni con el maniqueísmo
ideológico que en esa época se respiró como ambiente cotidiano que marcó todas
las decisiones políticas, tanto en Occidente como en su periferia. Pero no es solamente la diversidad de personalidades
y de generaciones lo que marca la diferencia entre el presidente saliente y el
entrante, a pesar de provenir de las mismas tiendas partidarias. A pesar de
haber sido ministro del gobierno saliente, desde el momento en que se lanzó a hacer la exitosa campaña que lo llevó
a Zapote Carlos tomó distancia de Luis Guillermo, adhiriendo a las acervas
críticas que contra éste no se cansó de lanzar el diputado Otón Solís, fundador
del partido y entusiasta activista de Alvarado. Cualquier observador que
viniese de otro planeta pensaría que en Costa Rica ganó la oposición, pues las divergencias entre el presidente saliente
y el entrante dan la impresión de ser
mayores que sus convergencias.
Eso se hizo notorio en
el breve pero enfático discurso de toma
de posesión de Carlos en la Plaza de la Democracia, pues no mencionó a su
antecesor; tan sólo se limitó a señalar en siete puntos los más acuciantes desafíos que deberá asumir en
su condición de primer mandatario de la nación. Esos desafíos más parecen tareas
que no fueron realizadas por Luis Guillermo a pesar de haber sido promesas para
cuyo cumplimiento el pueblo lo eligió; daba la impresión de que Carlos los
asumía como una hipoteca que su
antecesor contrajo y que él - Carlos- debe
ahora saldar, aunque para ser justos – cosa en la que Carlos espero estará
de acuerdo - esta hipoteca viene no sólo
de su antecesor inmediato, sino, sobre todo, de quienes provenían de los
gobiernos surgidos de las filas del bipartidismo imperante en nuestro país por décadas. Pero hábil
político como es, a pesar de su juventud, o quizás por eso pues no carga con
las carlancas del pasado, Carlos no quiso apuntar con dedo acusador a los responsables de esta
grave situación, pues está consciente de que su gobierno es de minoría y necesitará
urgentemente del apoyo de los diputados y dirigentes de los partidos tradicionales,
tanto en el Congreso, como en las propias
filas de un gabinete variopinto como ninguno otro en la historia política de
este país.
Sin embargo, quiero enfatizar en que quienes comentan en los
medios las coyunturas de nuestro quehacer político y el papel que desempeñan sus principales
protagonistas, sólo se entretienen describiendo aspectos subjetivos concernientes
a la personalidad, origen y vida familiar, carrera y experiencia profesional de
éstos, sin tener en cuenta que los
elementos objetivos de la realidad política de origen estructural son la causa real de las crisis que en todos los campos vive
nuestra sociedad, hoy como ayer… y como mañana, si no tenemos la patriótica valentías de
asumirlos, como sí lo hicieron en su momento los prohombres de un hermoso pasado histórico,
al que el Presidente Alvarado se refirió
en sus vehementes palabras, poco después de recibir en su pecho la cinta tricolor que lo acredita
como presidente constitucional de la República. Pero no por eso debemos
desistir de hacer énfasis en que la causa
fundamental de casi todos los males que
agobian a nuestra patria radica en la creciente desigualdad socio-económica que
sufre la humanidad entera y que en nosotros repercute lacerando la mayor
conquista política lograda en nuestra historia, como es el Estado Social de
Derecho vigente desde la Guerra Civil de
1948. Lo anterior es causado por la ideología neoliberal implantada dogmáticamente a contrapelo de la voluntad popular a la economía
mundial por las potencias occidentales; a lo que debe añadirse como una de sus más infames consecuencias,
la preocupante carrera armamentista que despilfarra ingentes recursos económicos y tecnológicos que
amenaza de extinción a la humanidad.
Dentro de este
aberrante panorama mundial, Costa Rica debe distinguirse por su inquebrantable voluntad de erradicar la tendencia
a la desigualdad que ha crecido escandalosamente
en las últimas décadas, poniendo con ello en peligro la estabilidad política de que ha gozado nuestro pequeño gran país. Hace bien nuestro joven gobernante
en enfatizar en políticas en favor de la ecología, en las medidas en defensa
del medio y en la preservación de la biodiversidad, nuestra mayor riqueza
natural, lo mismo que suministrando los
recursos económicos según mandato constitucional a la educación, como medio más civilizado para
desarrollar las potencialidades creativas de nuestro pueblo y combatir la creciente
y acongojante criminalidad que pone en
jaque a nuestra tradicional tranquilidad doméstica. Pero mientras no se reconozca
que se requiere un cambio radical en las
políticas económicas imperantes, la desigualdad seguirá creciendo y, con ello, todos
los otros flagelos que los gobernantes de turno – quiero creer que con buena voluntad
y mejores sentimientos - juran combatir desde el primer día en que, por voluntad popular, asumen el
mando de la nación.
Muy buen articulo de don Arnoldo Mora, como siempre con su excelente y acertada pluma sobre la realidad nacional. El filosofo aborda sin mezquindad, más bien con un gran positivismo sobre lo que nos espera en los próximos 4 años para el bien común de los costarricenses. Dudas me asaltan sobre el nombramiento de personas encargadas del ambiente y el agua pues el señor Rodríguez por lo conocido en cuanto a su gestión anterior no me da confianza y la señora Yamileth Astorga por por venir de la organización no gubernamental Global Water Partnership del Banco Mundial donde laboró y que junto personas y organizaciones financiadas por el BM , han pretendido pasar leyes que permitan la posterior privatización del agua de este país. Esto no sólo mina mi confianza sino que me inspira miedo sobre la suerte del agua en CR. Para bien nuestro, la Sala Constitucional se ha traído abajo esos proyectos nefastos, de los que nadie o casi nadie, por razones que desconozco, comenta. Ejemplo, el proyecto número 17742 (de supuesta iniciativa popular) usado, transformado y manoseado por estos compatriotas nombrados por el nuevo presidente que son servidores del neo-liberalismo financiero.
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