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sábado, 7 de julio de 2018

Oxígeno para la izquierda

López Obrador ha sido claro en señalar que México retornará a su tradicional y respetada política internacional de no intervención en los asuntos internos de otros países y de respeto a la soberanía de los Estados. Esa definición constituye por si misma una valiosa defensa de naciones que hoy se ven acosados por el imperialismo como Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua.

Manuel Cabieses / Rebelion

Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México
La clamorosa victoria de Manuel López Obrador en México, el primer triunfo de un candidato de izquierda en la historia de ese país, constituye el inicio de un nuevo ciclo en la lucha social y política de América Latina. Los más de 20 millones de López Obrador el 1 de julio estuvieron precedidos por los 8 millones de votos de Gustavo Petro en las elecciones del 17 de junio en Colombia. Un segundo lugar también histórico que entrega a la Izquierda colombiana la responsabilidad de impedir las intenciones belicistas contra Venezuela del Gobierno oligárquico Duque-Uribe y de preparar la definitiva victoria popular en cuatro años más.

Es simbólico que el triunfo de López Obrador se produzca a pocas horas de la gira de Mike Pence, vicepresidente de EE.UU., por Brasil, Ecuador y Guatemala, comprando voluntades para un cuadrillazo contra Venezuela.

López Obrador ha sido claro en señalar que México retornará a su tradicional y respetada política internacional de no intervención en los asuntos internos de otros países y de respeto a la soberanía de los Estados. Esa definición constituye por si misma una valiosa defensa de naciones que hoy se ven acosados por el imperialismo como Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua.

La política internacional del presidente López Obrador debilitará de modo irremediable al Grupo de Lima que pastorea EE.UU. Los elecciones en Colombia y México, el insignificante apoyo a Temer en Brasil y el deterioro del Gobierno de Macri en Argentina, obligará a los miembros del Grupo de Lima –entre ellos Chile- a repensar su actual obediente beligerancia contra Venezuela.

Por supuesto, esto hace del actual período –hasta la toma del poder por López Obrador el 1 de diciembre y las elecciones de octubre en Brasil- el tramo más peligroso para Venezuela. Es ahora cuando se debe incrementar la solidaridad con la patria de Bolívar para mantener a raya la agresividad imperial.

Tanto López Obrador, admirador de Salvador Allende, como el exguerrillero colombiano Gustavo Petro, admirador de Hugo Chávez, son líderes de una Izquierda moderada y prudente. No podría ser de otra manera dada la experiencia histórica contemporánea. Sin embargo eso no quita un adarme a la impresionante acumulación de fuerzas sociales y políticas alcanzada en Colombia y México. Millones de voluntades respaldan ambos proyectos. Su eje rector es la lucha contra la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado que se han adueñado de ambos países. Se trata de derribar barreras oligárquicas y mafiosas para asegurar el paso a conquistas de justicia social permanentes.

La tarea que tendrá el Gobierno de López Obrador para desmontar el aparataje mafioso del poder y enfrentar las provocaciones del gobierno de Trump, obligan al pueblo mexicano a protagonizar una nueva revolución.

Los acontecimientos políticos de Colombia y México inyectarán oxígeno y sentido de responsabilidad histórica a la diezmada izquierda latinoamericana.

En el caso de Chile, sus lecciones ayudarán a levantar una alternativa social y política que represente a la mayoría del pueblo. Las experiencias del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en México y del Movimiento Progresistas en Colombia, señalan que se debe rescatar el quehacer político del reducido ámbito del Parlamento para llevarlo a las casas, los barrios y poblaciones del país. Los bloques sociales y políticos que se formaron en México y Colombia en 2011 exigieron tiempo y paciencia para levantar liderazgos nacionales basados en intachables honestidad y consecuencia. Es lo que necesitan países como Chile en que la política y los partidos, los poderes institucionales, las fuerzas armadas y policiales, y la empresa privada, se encuentran carcomidas por la corrupción y el abuso contra las mayorías.

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