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sábado, 25 de agosto de 2018

La estrategia de Lula

El PT mantiene la candidatura de Lula, a pesar de la condena y de los varios procesos que todavia tiene por delante. Todos los indicios que llegan desde distintas instancias del Poder Judicial apuntan hacia la imposibilidad de su candidatura.

Emir Sader / Página12

Sin embargo, las cosas son mucho mas complejas para los que quieren impedirla. A dos semanas del comienzo del horario electoral en radio y TV (espacio cedido por ley a los partidos y sus candidatos), y a un mes de que los nombres de los candidatos a la presidencia de Brasil entren en la urna electrónica, no es tan simple para la derecha cercenar el derecho de Lula a ser candidato.

El tramite normal impediría una decisión judicial en contra de Lula en menos de 14 días, siete de los cuales le tocan a la defensa. Mientras tanto, él no puede ser impugnado como candidato. Por lo que Lula debería poder participar del horario electoral.

El desafío de Lula es alargar el máximo de tiempo posible su presencia en la televisión, en lo posible hasta por lo menos el 17 de septiembre, cuando las listas de los candidatos van a la urna electrónica y ya no pueden ser alteradas, lo cual es factible, ya que falta menos de un mes. Si se deja a un lado los ocho días de fin de semana, quedan 22 días hábiles para que los jueces juzguen un caso inédito y de enorme relevancia y repercusión nacional e internacional en tres tribunales distintos –el Tribunal Superior Electoral, el Superior Tribunal de Justicia y el Supremo Tribunal de Justicia.

Los jueces, sin embargo, operan en contra de Lula con velocidad máxima, dado que se trata de una persecución política que intenta impedir de su candidatura, sabiendo que si es candidato gana en primera vuelta.

Pero si hasta el 17 de septiembre no hay sentencia final, la foto y el nombre de Lula estarán en la urna electrónica el 7 de octubre, día de la elección presidencial, aunque que sea impugnado inmediatamente después de esa fecha, porque no hay cómo sacar su nombre de la urna electrónica a partir de esa fecha. si su victoria fuera cuestionada, asumiría Fernando Haddad, que será registrado como su compañero de fórmula.

El Tribunal Superior Electoral definió que la defensa de Lula tiene, a partir del 23 de julio, siete días para responder las 16 acusaciones en su contra. A partir de esa fecha habrá cuatro días para oír a los testigos, cinco para la recolección de pruebas y otros cinco para los alegatos finales.

Después de esos tramites el juez relator puede tomar una decisión o transferir la cuestión al pleno del tribunal. Este proceso podría estirarse hasta el 14 de septiembre. La decisión puede ser apelada. Tres días después vence el ultimo plazo para cambiar nombres de los candidatos.

Así, se prevee que Lula y Haddad aparecerán en los programas de TV por lo menos en siete programas electorales, en cadena nacional, de dos minutos y medio cada uno y en 68 spots de 30 segundos en los intervalos comerciales, por un total de 34 minutos. Es un tiempo en que la aparición de Lula debe consolidar todavía mas su imagen frente a toda a población y su capacidad de influenciarla.

Es por ese camino sinuoso y complejo que Lula puede protagonizar una candidatura inédita: ser candidato a la presidencia de Brasil condenado y preso, haciendo campaña desde la cárcel y triunfando en primera vuelta, en poco más de un mes y medio. Una situación inédita no solo para Lula, sino para  historia política mundial, que solo sería posible por la absurda situación en que lo ha puesto la justicia brasileña: víctima de un proceso forzado, sin pruebas. Y, preso, Lula actúa más que nunca en la articulación política de su candidatura y de las otras candidaturas del Partido de los Trabajadores y de la izquierda, al tiempo en que ve su apoyo en las encuestas subir todavía más y los adversarios pelearse entre sí, sin amenazarlo, y a la vez, la posible candidatura de Haddad recibiría la trasferencia directa de los votos de Lula, en caso de que tenga que ser el candidato a la presidencia de Brasil.

Después del espectacular acto de masas en Curitiba, cuando fuimos a registrar la candidatura de Lula, Haddad ha empezado una nueva caravana por el nordeste, para presentarse como el vice de Lula. Ese día, en Curitiba, lanzamos un libro sobre una caravana de Lula, la del Nordeste de Brasil, que tuve el honor de editar, el primero de una colección de cinco, con los cuales llevamos el bellísimo testimonio de fotos de los viajes históricos de Lula.

Cuanto más fuerte se revela el apoyo popular de Lula, más se fortalece la decisión de la derecha de intentar inviabilizar su candidatura. La victoria de Lula, apoyado en un movimiento popular muy organizado –como las marchas que llegaron el día 15 a Brasilia los han confirmado– sería una derrota gigantesca para toda la derecha, no solo los candidatos que se identifican con el gobierno Temer, sino también para la judicatura y para los medios de comunicación.

Es una disputa que aparece como una enfrentamiento jurídico, pero que es una dura pelea política, entre jueces por una parte, apoyados por los medios, y el movimiento popular y la fuerza política de Lula. Es en medio de esos enfrentamientos que surgió la decisión de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en favor de los derechos de Lula a ser candidato y participar de la campaña electoral.

La resolución cayó como una bomba sobre el gobierno, la Justicia y los medios. Ministros del gobierno –incluido Aloisio Nunes, canciller, ex militante del Partido Comunista y de la Alianza Nacional Liberadora, de Carlos Marighella– se manifiestan exactamente en los mismos términos que lo hacían los ministros de la dictadura, cuando los gobiernos militares eran condenados por organismos internacionales. Dicen que se trata de una ingerencia indebida en un asunto interno de Brasil. De hecho Brasil tenía la alternativa de no haber firmado el pacto internacional en que las Naciones Unidas se basan para condenar al gobierno brasileño, pero una vez que lo firmaron tienen que obedecer sus decisiones.

Lula ya ha enfrentado situaciones inéditas en su vida política de mas de 50 años de luchas. Ha liderado las más grandes huelgas obreras de la historia de Brasil, ha sido tomado preso, ha sido reelegido presidente del sindicato no reconocido por la dictadura, ha vivido las más distintas circunstancias hasta convertirse en el presidente más importante de la historia de Brasil y el líder de izquierda de más prestigio en la actualidad a nivel mundial. Pero nunca podría imaginar que llegaría a la situación actual, en la que puede llegar a ser reelegido presidente de Brasil desde la cárcel.

Circulando esta semana por Brasilia, pude ver los imágenes de los que es el vacío de poder en el país. El Palacio del Planalto, completamente cercado por fuerzas militares, frente a las tres columnas –una de ellas llevaba el nombre de Columna Prestes– del MST (Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra) que, llegado desde distintas partes de Brasil, con miedo se acercaban al edificio donde se supone que Temer trabaja. El Palacio del Jaburu, del vice presidente, donde vive Temer, dado que ha abandonado la residencia oficial del presidente, es un edificio no solo completamente protegido por militares, sino también con alambre de púa, como si se tratara de un presidio.

Por otra parte, uno se acerca al Palacio de la Alvorada, la residencia presidencial, donde Lula vivió ocho anos, y lo ve completamente abandonado, como imagen del vacío de gobierno que vive Brasil. El Congreso, a su vez, de vacaciones electorales, igualmente vacío. El Tribunal Superior Electoral, cercado por una manifestación de decenas de miles de personas que fueron registrar la candidatura de Lula, con imágenes de Lula Libre proyectadas en su edificio (foto).

Hay más poder en la pequeña celda de Curitiba, desde donde Lula articula el retorno a la presidencia de Brasil, que en todos esos edificios vaciados de legitimidad.

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