Nos ha correspondido ejercernos en tiempos de crisis del mundo en que hemos
vivido, y de transición hacia uno de varios posibles, que aún no identificamos
con toda la claridad necesaria. Se libra en torno nuestro una batalla por la
orientación de ese proceso de transición a escala planetaria.
Guillermo Castro H. /
Especial para Con Nuestra América
Martí no reside en el pasado, ni en las analogías entre su tiempo y el
nuestro. Martí reside en el presente, con nosotros, pues con nosotros trabaja
en la tarea de culminar la construcción de futuros que su muerte retrasó
quizás, pero ciertamente no canceló. Nuestra relación con Martí no consiste en
evocarlo, sino en ejercerlo, como autor intelectual que es de todo nuestro
empeño por culminar la creación, en el Nuevo Mundo de anteayer, del mundo nuevo
de mañana.
Decir esto es importante, porque si algo demanda el siglo XXI de los
hombres y mujeres de cultura en nuestra América es que seamos radicalmente
martianos -aun sin saberlo - en nuestro pensar como en nuestro hacer. En
términos prácticos, ese hacer intelectual, político, cultural, debemos llevarlo
a cabo como nos lo enseñó Martí y lo demostraron martianos como Armando Hart y
Fernando Martínez Heredia: yendo a la raíz de los problemas, entendiendo que,
si en política lo real es lo que no se ve, es necesario ponerlo a la vista de
todos para que echar la suerte propia con los pobres de la tierra sea más,
mucho más, que un mero compromiso individual.
Eso no ha de ser difícil desde una América nuestra que es un bastión
formidable de la virtud; un ejemplo cotidiano de la capacidad de nuestros
pueblos para el mejoramiento humano, y una prueba viviente de la capacidad
transformadora del amor triunfante. Desde esa realidad una y otra vez
comprobada, y en el momento en que entra en crisis la restauración neoliberal
oligárquica que venimos padeciendo, esto entraña – entre otras prioridades –
ser solidarios como nunca con quienes luchan por la dignidad del ser humano y
el equilibrio del mundo en nuestra América como en todas las regiones del
Planeta.
Demandan esa solidaridad, por ejemplo, el esfuerzo ejemplar que llevan
adelante los cubanos para modernizar su economía, reformar su constitución
política y consolidar su proyecto social; la estrategia audaz que despliegan
los trabajadores manuales e intelectuales del Brasil para restaurar la
democracia en su país, en cuyo marco demuestran una vez más el poder de un
principio ejercido desde el fondo de una celda por un hombre bueno y valiente;
y el pueblo de México, que ha propinado un duro golpe electoral a la barbarie
neoliberal y ahora debe convertir ese triunfo en una victoria política. También
la demandan los pueblos de Guatemala, Honduras, Nicaragua, Venezuela y
Argentina, al igual que un gran latinoamericano que libra una batalla política,
cultural y moral de la mayor importancia para todos nuestros pueblos: Jorge
Bergoglio, que como Papa Francisco ha llevado a una insólita altura, en medio
de feroces resistencias, el compromiso martiano con los pobres de la Tierra.
En una perspectiva más amplia, y si del equilibrio del mundo se trata,
nuestra solidaridad la demandan otros. Un caso, por ejemplo, es el del pueblo
coreano en su decisión de llegar a ser para el mundo lo que nunca han dejado de
ser para sí - una sola nación que desea encarar unida los problemas de la lucha
por la paz y su reunificación en su península. Otro es el de la creciente
resistencia de los pueblos de Norte América y Europa al ascenso del fascismo.
Nos ha correspondido ejercernos en tiempos de crisis del mundo en que hemos
vivido, y de transición hacia uno de varios posibles, que aún no identificamos
con toda la claridad necesaria. Se libra en torno nuestro una batalla por la
orientación de ese proceso de transición a escala planetaria. En esta
circunstancia solo cabe invocar a Martí ejerciéndolo en la advertencia que nos
hiciera en 1891, cuando ya adelantaba por el camino que lo llevaba a la fase
superior de su lucha por transformar el mundo. “De pensamiento es la guerra
mayor que se nos hace”, dijo entonces, y agregó un mandato claro y sencillo:
“ganémosla a pensamiento.” He ahí la tarea, he ahí el mandado: hagamos, pues,
lo que hacemos mejor, como nos toca hacerlo.
Zaragoza, España, 25 de
septiembre de 2018
Es un gran reto este mandato, si la lucha es de pensamiento, cómo reinventar una educación que tradicionalmente no ha negado la experiencia de pensar? Definitivamente Martí nos indica el camino, planteando la cuestión del territorio propio como espacio de conocimiento primordial.
ResponderEliminar