A
propósito de la columna de migrantes hondureños que marchan hacia Estados Unidos.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
Migrantes hondureños a la espera de cruzar la frontera entre Guatemala y México. |
Nosotros
los pueblos de la periferia, los abatidos por la violencia y la pobreza,
gobernados por pequeños reyezuelos corruptos que ostentan su riqueza y su poder
en sus pequeñas cortes de genuflexos cortesanos. Nosotros los perdedores de
siempre, los que no aparecemos en los tratados de literatura o de la historia
mundial, los que no hacemos arte sino folclor; los que estamos apenas
comenzando, los que vamos bien pero “les falta mucho”.
Nosotros
los muertos de hambre, a los que nos llegó el cambio climático sin avisar y por
sorpresa, a los que se nos van los hijos transformados en esqueletos andantes
de enormes vientres y pesadas cabezas de marcianos moribundos; nosotros los de
los labios secos, los de los pelos hirsutos, opacos y resecos, los ancianos
prematuros. Nosotros los tarados, los que fuimos desnutridos desde el vientre
primigenio, a los que se nos secó el cerebros, a quienes se nos fueron apagando
las neuronas poco a poco al tragar leche lavada de las tetas flácidas.
Nosotros
los mugrosos, los harapientos, los feos, los hediondos, los que extendemos la
mano suplicante musitando letanías y plegarias mientras mostramos nuestras
llagas, nuestros miembros tullidos, los espacios desdentados de nuestras bocas
malolientes. Nosotros los de las esquinas sucias, los que vivimos entre orines,
en los rincones oscuros alfombrados con cartones.
Nosotros
los invisibles, a los que nos cierran las ventanillas de los carros, los vistos
con horror por las muchachas rozagantes, los posibles violadores, los posibles
asaltantes, los posibles agresores, los violentos, los malos, los desviados.
Nosotros
los de la orilla de la orilla, los que venimos de ese paisito de mierda que
nadie sabe nunca en dónde queda, los que siempre salen de Guatemala para caer
en Guatepior, los que aún estando en
Guatepior no sentimos mejor que en Guatemala.
Nosotros
los expulsados, lo echados, los salidos por la tangente, los eternos desarraigados,
los eternos anhelantes de los volcanes azules, de los lagos transparentes, de
las mañanas vaporosas que solo existen en la mente.
Nosotros
los del tren de la muerte, los que cruzamos ríos, los que yacemos en las fosas
clandestinas de Chihuahua, de Nayarit, de Tamaulipas. Nosotros los secuestrados
en el desierto de Sonora, los cazados como venados por rancheros panzones y
pedorros en sus haciendas de Arizona; los apresados por las patrullas
fronterizas, los encerrados en gallineros, los separados de los hijos y las
hijas.
Nosotros
los malditos, los anatemizados en discursos altisonantes aplaudidos por
muchedumbres enardecidas, los causantes de zozobra, de odio, de miedo, de
incertidumbre. Nosotros los acusados de amenazar al imperio, de poner en jaque
sus torreones fronterizos, de hacer peligrar su gran dominio, de quitarle la
comida de la boca a sus buenos ciudadanos.
Nosotros
nos hemos puesto nuevamente en movimiento, hemos echado a andar en largas
caravanas que cada vez serán más grandes y golpearán las murallas que protegen
al imperio. Nosotros somos miles de
miles de imparables y nos multiplicamos como langostas.
Nosotros,
los bárbaros, haremos caer al imperio.
Tristerealidad la quenos ha tocado vivir mi querido Rafita; pero al final, seremos nosotros los que haremos caer el Imperio y se cumplirá la profecía de uno de los libros de mi querido y recordadoprofesor y amigo el suizo Jean Ziegler que se llama "La victoria de los Vencidos"("La Victoire des Vaincus"). Un fraterno abrazo desde la distancia. Tu cuate Cebolla
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