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sábado, 3 de noviembre de 2018

Populismo: el problema son los líderes

Hoy se califica como “populista” a cualquier expresión política que utilice el discurso con apelación a lo popular; pero el populismo actual no es más que una simple forma de hacer la política mediante acciones de reclutamiento, movilización, clientelismo o simple discurso. El término ha sido vaciado del contenido científico originario.

Juan J. Paz-y-Miño Cepeda / Historia y presente - blog

La sociología histórica trató como populistas a varios procesos políticos sucedidos en América Latina: Getulio Vargas (1930-1945; 1951-1954) en Brasil, Lázaro Cárdenas (1934-1940) en México, Juan Domingo Perón (1946-1955; 1973-1974) en Argentina; además se incluyó a otros partidos y caudillos como el APRA fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre (1930) en Perú, y también a la Revolución Nacional de Bolivia (1952). En Ecuador habría que incluir a Concentración de Fuerzas Populares (CFP) fundado (1949) por el “capitán del pueblo” Carlos Guevara Moreno y a José María Velasco Ibarra, aunque en forma relativa, pues sus dos últimos gobiernos, a partir de 1960, no encajan en los populismos clásicos. He sostenido que también habría que incluir a los gobiernos de la Revolución Juliana (1925-1931).

El populismo clásico se caracterizó no solo por los liderazgos personales y la movilización de masas, sino porque esencialmente marcó el momento decisivo de la ruptura y superación del régimen oligárquico, frente al cual el desarrollo del capitalismo ya era un paso de avance y progreso, que es lo que no comprendieron los marxistas tradicionales, que atacaban a los populistas como simples expresiones de la modernización capitalista y del fortalecimiento de las burguesías.

Pero el término “populismo” fue adquiriendo distintos significados que igualmente se referían a diversas circunstancias, como puede advertirse en el capítulo que sobre el tema ofrece el libro Teoría, acción social y desarrollo en América Latina (1976), de Aldo Solari, Rolando Franco y Joel Jutkowitz una de las más serias síntesis sobre la ciencia social latinoamericana hasta la década de los setenta.

Hoy se califica como “populista” a cualquier expresión política que utilice el discurso con apelación a lo popular; pero el populismo actual no es más que una simple forma de hacer la política mediante acciones de reclutamiento, movilización, clientelismo o simple discurso. El término ha sido vaciado del contenido científico originario. Solo expresa fórmulas de captación social, al servicio de cualquier tendencia, desde la izquierda hasta la derecha.

Sin embargo, una obra como la de Axel Kaiser y Gloria Álvarez (El engaño populista, 2016) solo concibe la “ruina” de los países latinoamericanos como fruto del “populismo” de izquierda, que lo contraponen al proyecto de la “libertad” encarnado en la economía neoliberal, sin ver el desastre social que este tipo de “modelo” ha provocado en todos los países donde se ha implantado y éste sí en forma contraria a lo que ha ocurrido en los países de los “populismos” izquierdistas, en los que el Estado ha garantizado modernización y servicios a los ciudadanos, contra la hegemonía del capital.

Francis Fukuyama, el afamado politólogo que previó el “fin de la historia” en la era de la globalización, en su reciente libro Identity: The Demand for Dignity and the Politics of Resentment (2018), realiza un análisis especialmente significativo para el tiempo actual. Ha sostenido que no habría escrito este libro si Donald Trump no triunfaba. Y señala que el populismo ha sido útil en el pasado, aunque el problema son los líderes, pues Trump representa a los “oportunistas” que toman ventaja del descontento y de los miedos de muchos ciudadanos.

En pasadas entrevistas, Fukuyama subrayó que el auge del populismo “es sólo un aspecto en la evolución de la democracia moderna. Pero no cuestiona nada seriamente”; y, además, ubicó al presidente Andrew Jackson (1829-1837) como un ejemplo del “peor” populismo, pues durante su mandato (y mucho tiempo después) los EEUU tuvieron administraciones deficientes y corruptas. Pero en su libro cita como populismo “constructivo” al de Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) y su política de New Deal. Un tipo de populismo “útil” en Ecuador sería el de la Revolución Juliana, cuyos gobiernos ejecutaron un programa social parecido al de Roosevelt.

En la línea argumental de Fukuyama, el ciclo de los gobiernos progresistas de América Latina bien podría tenerse como el de los populistas constructivos y útiles; en cambio serían los peores, los populismos neoliberales impulsados en la región en las décadas finales del siglo XX. El triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil igualmente puede tenerse como el inicio del populismo nefasto para ese país y para América Latina. Y el “populismo cuántico” del Ecuador como otra experiencia de lo peor que le toca vivir al presente. 

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