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sábado, 8 de diciembre de 2018

El mundo en conflicto: presiones, prisiones y amenazas

La admisión de que el planeta está amenazado por la “ley de la jungla” no hace más que confirmar lo que ha estado ocurriendo durante los últimos años en un mundo cada vez más peligroso, más desigual y más violento.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

"Esperábamos que después de la Guerra Fría, un orden mundial más cooperativo fuera posible y se construyera de verdad. Hoy tengo que admitir que el nuevo orden mundial no se ha hecho realidad nunca y lo peor es que existe la amenaza de que la ley de la jungla reemplace a la supremacía del derecho”. Esta frase pronunciada el pasado lunes 3 de diciembre por la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, en un discurso en el Centro Belfer de Ciencia y Asuntos Internacionales de la Escuela Kennedy de la Universidad Harvard (Estados Unidos), es la incuestionable aceptación del fracaso del capitalismo, del neoliberalismo y de la tesis de que la historia había terminado tras la desaparición de la Unión Soviética.

La admisión de que el planeta está amenazado por la “ley de la jungla” no hace más que confirmar lo que ha estado ocurriendo durante los últimos años en un mundo cada vez más peligroso, más desigual y más violento.

Sin embargo, no todo está dicho si se mira de manera distinta a la de Mogherini, todavía la humanidad tiene reservas y manifiesta resistencias contra aquellas fuerzas que intentan que se perpetúe la inequidad y se imponga el imperio de las armas, poniendo en segundo plano la necesidad de mantener el equilibrio ecológico cuyo quiebre podría traer el fin de la especie humana en la tierra.

Los últimos días han sido testigos de la resistencia a la imposición: la reunión del G-20 resultó en un rotundo fracaso para las prácticas unilaterales y aislacionistas del gobierno de Estados Unidos. Mientras el presidente Trump, vociferaba amenazante al mismo tiempo que cancelaba la reunión con su colega ruso Vladimir Putin, y sin que ni siquiera tuviera el valor para asistir a una rueda de prensa en la que iba a dar a conocer sus opiniones sobre los resultados del recién finalizado cónclave, la diplomacia silenciosa y sin estridencias de China y Rusia avanzaban en la defensa del multilateralismo.

Trump, abrumado por su derrota, se sacó de la manga el fallecimiento de su colega George Bush para eludir a la prensa y no dar la cara a las evidentes preguntas incómodas que surgirían de periodistas a quienes no puede controlar ni amenazar como los que trabajan en la Casa Blanca. Habría sido más creíble argüir que el terremoto de Alaska lo obligaba a regresar de manera imprevista a su país.

La desesperación tras su fracaso en la Cumbre del G-20 donde ni siquiera pudo impedir que un gobierno lacayo como el argentino cabildeara a favor de un documento de consenso al margen de sus disposiciones imperiales y que el presidente Xi Jinping hiciera sendas visitas de Estado a Argentina y Panamá, se manifestó expresamente en el discurso del secretario de Estado Mike Pompeo, quien en la reunión de cancilleres de los países miembros de la OTAN celebrada en Bruselas la emprendiera con verdadera furia contra las instancias multilaterales, incluso aquellas subordinadas y dependientes del gobierno de Estados Unidos como la Organización de Estados Americanos, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, agregando además en su diatriba unilateralista a la Unión Africana y la Unión Europea. Basado en el argumento de que tras el fin de la guerra fría el sistema internacional que se construyó no sirvió a los objetivos del mundo unipolar que Estados Unidos pretendió instalar y que el “multilateralismo empezó a ser visto como un fin en sí mismo”, Pompeo atacó a toda la institucionalidad internacional, acusándolos de burócratas, exponiendo que si estas organizaciones no se apegan a los valores del “mundo libre” […]”deben ser reformadas o eliminadas”.

En este contexto, la cumbre del G-20 fue aprovechada por China y Rusia para avanzar en el fortalecimiento del sistema multilateral: a la realización de una reunión de mandatarios del Grupo BRICS, se le sumó el encuentro entre los líderes de China, India y Rusia, para adelantar en la creación de una troika que refuerce la coordinación en importantes mecanismos multilaterales, incluidos el G-20, el BRICS, y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Además, prometieron integrar la Unión Económica Euroasiática y la iniciativa de la Franja y la Ruta en Asia-Pacífico. De la misma manera, los presidentes de Rusia y Turquía revisaron la situación de Siria, en particular la de Idlib y propusieron una nueva Cumbre para discutir acerca de este tema. Con el mismo impulso, por acuerdo de Putin y Merkel, el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Heiko Maas se reunió con su homólogo ruso Seguéi Lavrov, y el ucraniano, Pável Klimkin, con el objetivo de discutir la situación en el mar de Azov, buscando mediante el dialogo, una vía de solución a este conflicto, lo cual claramente puede interpretarse como una bofetada a Trump, quien usara este argumento para cancelar la reunión ya acordada con el presidente ruso en Buenos Aires.

Siguiendo esta dinámica, Xi Jinping y el primer ministro japonés Shinzo Abe concertaron avanzar en el tratado trilateral entre estos dos países y Corea del Sur y fortalecer la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) que forman los diez países de la Asociación de Estados del Sudeste de Asia (ASEAN) junto a China además de Australia, India, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda, firmes aliados de Estados Unidos.

También, en el encuentro entre los presidentes de China y Francia se acordó hacer esfuerzos conjuntos para salvaguardar el multilateralismo (con la ONU como núcleo), elevar las relaciones bilaterales a un nivel superior y coordinar acciones conjuntas en algunos asuntos como el cambio climático, la reforma de la OMC y el acuerdo con Irán del que se retiró Estados Unidos. 

De la misma manera, el presidente Xi y el primer ministro Modi de India establecieron un mecanismo de reuniones periódicas para tratar las diferencias fronterizas, el mantenimiento de la paz y la estabilidad en la frontera común allanando el camino para un mejoramiento de las relaciones y una ampliación del intercambio mutuo.

La esperada reunión entre los presidentes Trump y Xi, tuvo ambivalentes resultados. Aunque en la mesa de diálogo y negociación se lograron importantes acuerdos que parecían generar una mejoría de la relación bilateral y una pausa en la guerra comercial lo cual se reflejó de inmediato en las bolsas mundiales que tuvieron un positivo desempeño los días lunes y martes, la vuelta a la oratoria de amenazas y presiones, significaron una regresión, que también se manifestó en las bolsas, las cuales tuvieron importantes caídas durante miércoles y jueves.

Trump vociferó intimidante que si en 90 días, China no aumentaba sus importaciones de Estados Unidos, se iban a incrementar los aranceles, recordando que él era “el hombre de los aranceles”. De la misma forma, Pompeo, aseguró que si en 60 días, Rusia no cumplía el Tratado INF, Estados Unidos se retiraría del mismo, todo esto sin aportar pruebas del supuesto incumplimiento de Rusia de alguna clausula de dicho acuerdo. En esta lógica de negociación/presión/amenaza, Estados Unidos ordenó a Canadá la detención de Meng Wanzhou la gerente de finanzas del gigante chino de las telecomunicaciones Huawei, acusada de suministrar productos de origen estadounidense a Irán, en lo que el economista peruano Oscar Ugarteche calificó como una represalia de Estados Unidos, argumentando la defensa de su seguridad nacional ante el hecho de que Huawei se adelantó al conseguir primero “la tecnología 5G y producir los artefactos que la usa”   confirmando “el papel líder de Huawei y China en el mundo”. Lo cual es interpretado por el gobierno estadounidense como un peligro para su seguridad nacional.  Según Ugarteche “Con 5G en manos de una empresa china, ellos podrán vender la información para espiar a los americanos (sic) y no a la inversa, como viene siendo el caso”.

En Buenos Aires, aparte de la firma del nuevo tratado que subordina comercialmente mucho más a México y Canadá, a Estados Unidos, éste no tiene muchos éxitos que mostrar. Un alto funcionario del gobierno argentino, aseveró en una reunión privada que Estados Unidos ni siquiera pudo impedir el gran acuerdo de China con Argentina. Por muy leal y despreciable que sea Macri, sabe que sin una relación con China en buenos términos y aportando apoyo financiero, no sería capaz de concluir su mandato. Por eso, el canciller Faurie se apresuró a decir que en la reunión entre Macri y Trump no se habló de la “conducta depredadora de China” como aseguró el comunicado de la Casa Blanca. China ganó en Buenos Aires porque hubo comunicado final (a diferencia de APEC) y porque su apuesta a lo multilateral fue exitosa, neutralizando el ímpetu unilateral estadounidense.

A todas luces -como afirmó Mogherini- se trata de seguir imponiendo la ley de la selva, tras lo cual sobrevivirán solo los más fuertes. Aunque interesadamente la funcionaria de la Unión Europea evite hablar del origen de esta tendencia, cada vez es más evidente encontrarlo en las mentes criminales de los que dirigen los países de la OTAN, por suerte, siempre habrá personas, pueblos y gobiernos de buena voluntad que resistirán la barbarie imperial y harán emerger un mundo mejor para todos.

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