Páginas

sábado, 19 de enero de 2019

El pentecostalismo se une a la manipulación mediática contra los pueblos

Por su proselitismo agresivo, su crecimiento masivo y su expansión hasta el ámbito político-electoral, las congregaciones pentecostales carismáticas, en especial las Asambleas de Dios, se unen consciente o inconscientemente al gigantesco aparato de adoctrinamiento psicológico y social del Imperio corporativo liderado por Estados Unidos.

Karel Cantelar / Especial para Con Nuestra América
Desde La Habana, Cuba

Ha cumplido un siglo la desaforada campaña de manipulación mediática anticomunista que se desató desde el triunfo de la Revolución Socialista de Octubre y no ha cesado hasta el presente (Ravines, 1951; Conquest, 1968, 1969, 1978, 1986; Solzhenytsin, 1970; entre muchos otros), con un substrato verídico ínfimo y refutadas o modificadas radicalmente por diversos historiadores y organizaciones internacionales (Tottle, 1985; Getty et al. 1993). El derrumbe del Campo Socialista Europeo liderado por la URSS, con el triunfo político de la reacción y del Imperio corporativo transnacional liderado militarmente por Estados Unidos, no puso fin a la Guerra Fría y su desinformación histórica e ideológica. Lejos de ello, facilitó la tarea de manipulación imperial del imaginario colectivo, por la concentración extraordinaria de los grandes medios de comunicación en un pequeño grupo de conglomerados mediáticos, de los cuales menos de 10 poseen más del 70 porciento de los considerados como massive media. Los más poderosos, como Comcast Co., Disney Group o Warner Bros., poseen los principales satélites de comunicación y a partir de ellos, cientos de canales de televisión FTA[1], televisión por cable, estudios de cine, estaciones de radio, publicaciones impresas y una red ingente de portales web, que se ramifica en decenas de miles de sitios y blogs que trabajan para afianzar el establishment imperialista internacional.

El poderío de estos medios, con un alcance global sin precedentes a partir del desarrollo acelerado de la informática y las telecomunicaciones en las últimas tres décadas, fue advertido por Gramsci (1935-1949)[2] cuando aún era un fenómeno en ciernes y los medios de comunicación eran apenas la prensa impresa y la radio. En sus estudios sobre la imposición y perpetuación de la hegemonía del capital sobre la sociedad, Gramsci insistió en la necesidad que tiene el capitalismo de lograr un consenso inculcado en los dominados. En resumen, la superestructura cultural del sistema necesita imperiosamente implantar en las mayorías un convencimiento multidimensional sobre la supuesta imposibilidad de tomar un camino socioeconómico diferente al capitalismo globalizado.

La manipulación está estratificada en niveles, en correspondencia con las diferencias culturales de las poblaciones a las que va dirigida, así como en correspondencia con los dos esquemas jerárquicos fundamentales del imperialismo globalizado. Como sistema, el capitalismo de América del Norte y Europa Occidental es industrializado, proteccionista, transnacional y desarrollado. El Sur, en tanto, exhibe un capitalismo subalterno, subdesarrollado y generador de más subdesarrollo, profundizador de la desigualdad y la miseria, y perpetuador de un abismo Norte-Sur que con el tiempo sólo se acentúa.

Del mismo modo trabaja en grados la manipulación mediática. Para sectores minoritarios, con cierta cultura científica y general, más representados en el Norte y muy exiguos en las naciones del Sur, existen niveles filosóficos y de reduccionismo científico y psicológico. Están dirigidos a inculcar el carácter intrínsecamente egoísta del ser humano y la inamovilidad de la sociedad, en contradicción con la dialéctica histórica ampliamente demostrada por los clásicos del marxismo, incluyendo al ya mencionado Gramsci, que formuló teorías de dominación y futuro socio-político del capitalismo que en gran medida rellenaron las lagunas dejadas por los fundadores del materialismo histórico, clásicos que son desterrados, demonizados y falseados constantemente por el establishment mediático occidental. Así, obras de ciencia reduccionista como El gen egoísta, del biólogo británico Richard Dawkins, trabajan el imaginario colectivo de los sectores profesionales y universitarios, complementando las digresiones teóricas de los economistas e ingenieros sociales que laboran para los tanques pensantes del sistema imperialista. Usando los mismos recursos psicológicos, se inculca a la población el carácter ideal de un capitalismo liberal que no sólo ha sido superado por su fase superior monopólica e imperialista, sino que no ha sido liberal jamás en términos internacionales por la imposición de una división internacional del trabajo que dividió al planeta en dos campos desde el siglo XVIII: un Norte industrializado y un Sur suministrador de materias primas y con una deformación intrínseca de su estructura productiva.

Para los sectores mayoritarios del Sur, en los que la educación pública no sólo es deficiente, sino que no cubre amplios sectores poblacionales, la manipulación funciona a niveles más básicos, de sometimiento masivo, en los que la religión y las “tradiciones” conservadoras (más bien prejuicios clasistas, racistas y sexistas) tienen un papel central. En el caso de América Latina es la Iglesia Católica la que ha jugado el papel histórico de sometimiento de las masas, con una jerarquía que se ha posicionado invariablemente junto a las élites explotadoras y las oligarquías entreguistas al Norte. La estructura familiar machista, la misoginia inculcada, la homofobia y otros prejuicios arcaicos de origen judeocristiano, fueron parcialmente derribados en el Norte occidental por una serie de factores histórico sociales entre los que tuvieron un papel central la revolución cultural occidental de la década de 1960, ocurrida a su vez en el contexto creado por el éxito soviético contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial y el salto económico de los Estados Unidos, potencia que capitalizó el conflicto para posicionarse a la cabeza de la cadena imperialista. En la competencia política del Occidente desarrollado con el campo socialista, las élites imperialistas se vieron obligadas a permitir cierto estado de bienestar en las metrópolis económicas, lo que facilitó este proceso de avance cultural en derechos de la mujer y de algunas minorías.

Estos prejuicios, sin embargo, siguen vivos y con plena fuerza en el llamado “Sur” y particularmente en América Latina, gracias a la carencia de sistemas educativos independientes y extendidos, en países donde la Iglesia ha seguido vinculada al Estado de manera oficial o extraoficial. Las jerarquías católicas excomulgaron sin piedad las tendencias igualitaristas y libertarias de movimientos como la Teología de la Liberación, lo que ocurrió en simultaneidad perfecta con el asesinato masivo de toda una generación revolucionaria en las décadas de 1960 y 1970, como modos de contrarrestar el influjo libertario que esparció el éxito de la Revolución Cubana en Latinoamérica. Los concordatos de la Iglesia Católica con dictaduras fascistas y genocidas como las de Pinochet, Stroessner, Videla, Ríos Mont, López Arellano, Álvarez Martínez y una larga lista de gobiernos entreguistas y paramilitares colombianos, sirvieron de cimientos de un atraso psicosocial profundo de las masas latinoamericanas en contraste con el avance correspondiente de las naciones industrializadas de Occidente.

A estas alturas, sin embargo, las jerarquías católicas han sufrido un desgaste psicosocial difícil de revertir. El fracaso rotundo de las políticas neoliberales, que sólo han enriquecido a los sectores corporativos del Norte industrial y a una ínfima oligarquía latinoamericana apátrida, ha destruido las clases medias latinoamericanas y empobrecido y excluido aún más, si cabe, a las grandes mayorías del subcontinente. La corrupción politiquera regional, penetrada hasta los tuétanos por la injerencia estadounidense que va desde la diplomacia hasta el accionar paramilitar de varias transnacionales, es sentida como un mal que se asocia en el imaginario social a los grupos de poder tradicionales, aunque por desgracia, aún no es percibida por las mayorías como algo intrínseco del sistema capitalista subalterno que asfixia a nuestra región.

Es en el mismo rasero básico de manipulación reaccionaria donde juegan su papel las iglesias pentecostales carismáticas (y empresariales) originarias de los Estados Unidos, que han multiplicado meteóricamente su feligresía latinoamericana a partir de la década de 1990, sustituyendo gradualmente el papel reaccionario de las jerarquías católicas. Dotadas de una hermenéutica más asequible a las mayorías incultas de nuestra región, inculcan exactamente todo lo que necesita el establishment neoliberal para su perpetuación, para la continuidad del esquema de saqueo y expoliación que sufre América Latina desde su independencia formal de España, primero bajo la égida británica y luego estadounidense. Se sirven de dos mecanismos principales: fundamentalismo de credo y adoctrinamiento psicológico para la sumisión política a un liberalismo inexistente.

Del fundamentalismo doctrinal hablamos en el artículo anterior, con hincapié en la preeminencia absoluta de la “Fe” sobre las “obras” para la “salvación del alma”, con todas las consecuencias de atomización social y fragmentación de clase para las masas expoliadas. En lo político, estas organizaciones, en particular las conocidas como Asambleas de Dios, se han convertido en verdaderas empresas o franquicias internacionales, manejando ingentes cantidades de dinero y por ende de recursos, ofreciendo espectáculos masivos de manipulación burda, combinando cierta cantidad de “magia” cristiana mostrada por “testigos”, con una comunión psicológica y un reconocimiento social que, si bien sólo sucede en el templo, ofrece una aparente igualdad que los feligreses no han percibido nunca ni en el templo católico ni en la sociedad concreta. A todo ello se debe sumar una caridad bien administrada que alivia problemas concretos de cierto número, siempre reducido, de familias empobrecidas, con asistencia en medicamentos, algunos alimentos y otros paliativos momentáneos, a cambio de que el pastor diseñe de una manera abrumadora la vida privada de sus feligreses y los “oriente” políticamente.

En varios países (Honduras, Guatemala, Costa Rica, Colombia, Brasil, Perú) se han constituido en partidos políticos que van ganando espacio en el rejuego electorero latinoamericano, ofreciendo un supuesto camino alterno que no es tal, pues su alineación coincide con lo más extremo de la derecha latinoamericana y por ende, con el eterno sometimiento de nuestras economías y nuestras poblaciones, a los intereses de corporaciones foráneas que llevan a cabo prácticas económicas, fiscales y anti-ambientales que no pueden ejercer en sus naciones de origen, donde las leyes están más en consonancia con el mayor desarrollo psicosocial y político de la mayoría de sus habitantes.

La proyección política y social de las Asambleas de Dios, quizás la más grande de estas franquicias internacionales, es de un reaccionarismo alarmante que se mezcla en sus objetivos con el fascismo subalterno latinoamericano que lleva medio siglo asesinando generaciones enteras de luchadores de izquierda y líderes sociales. Más allá de su “moral” reaccionaria ya descrita, el énfasis que más importa a sus casas matrices es la inculcación de auto-culpabilidad al pobre por su status económico y social, ocultándole a toda costa los mecanismos concretos de una estructura económica que no solamente es de explotación capitalista por medio de la plusvalía, sino de un capitalismo subalterno, corrupto en su misma esencia tanto económica, como fiscal y social, que no reconoce en lo concreto ni siquiera los derechos individuales tan “defendidos” por los medios occidentales, mucho menos los derechos de las mayorías ninguneadas cada vez más durante dos siglos de dominación neocolonial.

Las Asambleas de Dios, de cara a la contienda electorera, no insisten mucho en su proyección económica y social para un supuesto mandato político. Su propaganda es de índole pseudo-moral, de reaccionarismo familiar, con una supuesta “recuperación de tradiciones” que no es más que la perpetuación del status cuasi esclavizado de la mujer en muchas áreas latinoamericanas. Mientras tanto, atacan furibundamente a todo movimiento de izquierda política o siquiera de desarrollo capitalista autónomo, como son los casos de los partidos políticos de Argentina, encabezado por Cristina Fernández y el PT de Brasil, liderado por Lula da Silva y Dilma Rouseff. Su demonización ha hecho el juego con entusiasmo a la persecución mediática y judicial, que ha logrado excluir del circo pseudo-democrático que ofrece nuestro capitalismo subalterno a los candidatos del tímido reformismo soberanista e integrador latinoamericano de estos inicios del siglo XXI.

De este modo, por su proselitismo agresivo, su crecimiento masivo y su expansión hasta el ámbito político-electoral, las congregaciones pentecostales carismáticas, en especial las Asambleas de Dios, se unen consciente o inconscientemente al gigantesco aparato de adoctrinamiento psicológico y social del Imperio corporativo liderado por Estados Unidos. Actúan en la misma base popular, al nivel de nuestras masas latinoamericanas pobremente educadas en ciencias naturales y sociales, muy susceptibles de ser llevadas a actuar en contra de sí mismas. Se les desinforma desde el punto de vista electoral, eliminando de hecho la democracia, al eliminar el conocimiento de causa en el acto de votación, y se les manipula a nivel de accionar individual y social, fragmentando a las clases trabajadoras, atomizándolas en individuos enajenados a los que se les aleja de su pertenencia a un grupo social mayoritario que, de estar unido frente a sus explotadores, sería un peligro real para la perpetuación de un sistema que, según Gramsci, con quien coincide plenamente el que suscribe estas líneas, nos lleva indefectiblemente al fascismo.




[1] FTA: siglas en inglés de Free To Air: canales de transmisión satelital internacional para recepción gratuita. No forman parte del espectro VHF o UHF tradicional y requieren la instalación de antenas parabólicas diseñadas para las bandas de señal Ku y C.
[2] La obra cumbre de Gramsci, sus Quaderni del carcere, inconclusos por su muerte en 1935, fue publicada de manera fragmentada a partir del traslado de sus manuscritos a la Unión Soviética, donde fueron puestos en manos de Palmiro Togliatti, quien los organizó y publicó con la ayuda del aparato editorial del PCUS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario