Por su proselitismo
agresivo, su crecimiento masivo y su expansión hasta el ámbito político-electoral,
las congregaciones pentecostales carismáticas, en especial las Asambleas de
Dios, se unen consciente o inconscientemente al gigantesco aparato de
adoctrinamiento psicológico y social del Imperio corporativo liderado por
Estados Unidos.
Karel Cantelar / Especial para Con Nuestra América
Desde La Habana, Cuba
Ha cumplido un siglo la
desaforada campaña de manipulación mediática anticomunista que se desató desde
el triunfo de la Revolución Socialista de Octubre y no ha cesado hasta el
presente (Ravines, 1951; Conquest, 1968, 1969, 1978, 1986; Solzhenytsin, 1970;
entre muchos otros), con un substrato verídico ínfimo y refutadas o modificadas
radicalmente por diversos historiadores y organizaciones internacionales
(Tottle, 1985; Getty et al. 1993). El derrumbe del Campo Socialista Europeo
liderado por la URSS, con el triunfo político de la reacción y del Imperio
corporativo transnacional liderado militarmente por Estados Unidos, no puso fin
a la Guerra Fría y su desinformación histórica e ideológica. Lejos de ello,
facilitó la tarea de manipulación imperial del imaginario colectivo, por la concentración
extraordinaria de los grandes medios de comunicación en un pequeño grupo de
conglomerados mediáticos, de los cuales menos de 10 poseen más del 70 porciento
de los considerados como massive media. Los
más poderosos, como Comcast Co., Disney Group o Warner Bros., poseen los principales satélites de comunicación y a
partir de ellos, cientos de canales de televisión FTA[1], televisión por cable,
estudios de cine, estaciones de radio, publicaciones impresas y una red ingente
de portales web, que se ramifica en decenas de miles de sitios y blogs que
trabajan para afianzar el establishment
imperialista internacional.
El poderío de estos
medios, con un alcance global sin precedentes a partir del desarrollo acelerado
de la informática y las telecomunicaciones en las últimas tres décadas, fue
advertido por Gramsci (1935-1949)[2] cuando aún era un
fenómeno en ciernes y los medios de comunicación eran apenas la prensa impresa
y la radio. En sus estudios sobre la imposición y perpetuación de la hegemonía
del capital sobre la sociedad, Gramsci insistió en la necesidad que tiene el
capitalismo de lograr un consenso inculcado en los dominados. En resumen, la
superestructura cultural del sistema necesita imperiosamente implantar en las
mayorías un convencimiento multidimensional sobre la supuesta imposibilidad de
tomar un camino socioeconómico diferente al capitalismo globalizado.
La manipulación está
estratificada en niveles, en correspondencia con las diferencias culturales de
las poblaciones a las que va dirigida, así como en correspondencia con los dos
esquemas jerárquicos fundamentales del imperialismo globalizado. Como sistema,
el capitalismo de América del Norte y Europa Occidental es industrializado,
proteccionista, transnacional y desarrollado. El Sur, en tanto, exhibe un
capitalismo subalterno, subdesarrollado y generador de más subdesarrollo,
profundizador de la desigualdad y la miseria, y perpetuador de un abismo
Norte-Sur que con el tiempo sólo se acentúa.
Del mismo modo trabaja
en grados la manipulación mediática. Para sectores minoritarios, con cierta
cultura científica y general, más representados en el Norte y muy exiguos en
las naciones del Sur, existen niveles filosóficos y de reduccionismo científico
y psicológico. Están dirigidos a inculcar el carácter intrínsecamente egoísta
del ser humano y la inamovilidad de la sociedad, en contradicción con la
dialéctica histórica ampliamente demostrada por los clásicos del marxismo,
incluyendo al ya mencionado Gramsci, que formuló teorías de dominación y futuro
socio-político del capitalismo que en gran medida rellenaron las lagunas
dejadas por los fundadores del materialismo histórico, clásicos que son
desterrados, demonizados y falseados constantemente por el establishment
mediático occidental. Así, obras de ciencia reduccionista como El gen egoísta, del biólogo británico
Richard Dawkins, trabajan el imaginario colectivo de los sectores profesionales
y universitarios, complementando las digresiones teóricas de los economistas e
ingenieros sociales que laboran para los tanques pensantes del sistema
imperialista. Usando los mismos recursos psicológicos, se inculca a la
población el carácter ideal de un capitalismo liberal que no sólo ha sido
superado por su fase superior monopólica e imperialista, sino que no ha sido liberal
jamás en términos internacionales por la imposición de una división
internacional del trabajo que dividió al planeta en dos campos desde el siglo
XVIII: un Norte industrializado y un Sur suministrador de materias primas y con
una deformación intrínseca de su estructura productiva.
Para los sectores
mayoritarios del Sur, en los que la educación pública no sólo es deficiente,
sino que no cubre amplios sectores poblacionales, la manipulación funciona a
niveles más básicos, de sometimiento masivo, en los que la religión y las
“tradiciones” conservadoras (más bien prejuicios clasistas, racistas y
sexistas) tienen un papel central. En el caso de América Latina es la Iglesia
Católica la que ha jugado el papel histórico de sometimiento de las masas, con
una jerarquía que se ha posicionado invariablemente junto a las élites
explotadoras y las oligarquías entreguistas al Norte. La estructura familiar
machista, la misoginia inculcada, la homofobia y otros prejuicios arcaicos de
origen judeocristiano, fueron parcialmente derribados en el Norte occidental
por una serie de factores histórico sociales entre los que tuvieron un papel
central la revolución cultural occidental de la década de 1960, ocurrida a su
vez en el contexto creado por el éxito soviético contra el fascismo en la
Segunda Guerra Mundial y el salto económico de los Estados Unidos, potencia que
capitalizó el conflicto para posicionarse a la cabeza de la cadena
imperialista. En la competencia política del Occidente desarrollado con el
campo socialista, las élites imperialistas se vieron obligadas a permitir
cierto estado de bienestar en las metrópolis económicas, lo que facilitó este
proceso de avance cultural en derechos de la mujer y de algunas minorías.
Estos prejuicios, sin
embargo, siguen vivos y con plena fuerza en el llamado “Sur” y particularmente
en América Latina, gracias a la carencia de sistemas educativos independientes
y extendidos, en países donde la Iglesia ha seguido vinculada al Estado de
manera oficial o extraoficial. Las jerarquías católicas excomulgaron sin piedad
las tendencias igualitaristas y libertarias de movimientos como la Teología de
la Liberación, lo que ocurrió en simultaneidad perfecta con el asesinato masivo
de toda una generación revolucionaria en las décadas de 1960 y 1970, como modos
de contrarrestar el influjo libertario que esparció el éxito de la Revolución
Cubana en Latinoamérica. Los concordatos de la Iglesia Católica con dictaduras
fascistas y genocidas como las de Pinochet, Stroessner, Videla, Ríos Mont,
López Arellano, Álvarez Martínez y una larga lista de gobiernos entreguistas y
paramilitares colombianos, sirvieron de cimientos de un atraso psicosocial
profundo de las masas latinoamericanas en contraste con el avance
correspondiente de las naciones industrializadas de Occidente.
A estas alturas, sin
embargo, las jerarquías católicas han sufrido un desgaste psicosocial difícil
de revertir. El fracaso rotundo de las políticas neoliberales, que sólo han
enriquecido a los sectores corporativos del Norte industrial y a una ínfima
oligarquía latinoamericana apátrida, ha destruido las clases medias
latinoamericanas y empobrecido y excluido aún más, si cabe, a las grandes
mayorías del subcontinente. La corrupción politiquera regional, penetrada hasta
los tuétanos por la injerencia estadounidense que va desde la diplomacia hasta
el accionar paramilitar de varias transnacionales, es sentida como un mal que
se asocia en el imaginario social a los grupos de poder tradicionales, aunque
por desgracia, aún no es percibida por las mayorías como algo intrínseco del
sistema capitalista subalterno que asfixia a nuestra región.
Es en el mismo rasero
básico de manipulación reaccionaria donde juegan su papel las iglesias
pentecostales carismáticas (y empresariales) originarias de los Estados Unidos,
que han multiplicado meteóricamente su feligresía latinoamericana a partir de
la década de 1990, sustituyendo gradualmente el papel reaccionario de las
jerarquías católicas. Dotadas de una hermenéutica más asequible a las mayorías
incultas de nuestra región, inculcan exactamente todo lo que necesita el
establishment neoliberal para su perpetuación, para la continuidad del esquema
de saqueo y expoliación que sufre América Latina desde su independencia formal
de España, primero bajo la égida británica y luego estadounidense. Se sirven de
dos mecanismos principales: fundamentalismo de credo y adoctrinamiento
psicológico para la sumisión política a un liberalismo inexistente.
Del fundamentalismo
doctrinal hablamos en el artículo anterior, con hincapié en la preeminencia
absoluta de la “Fe” sobre las “obras” para la “salvación del alma”, con todas
las consecuencias de atomización social y fragmentación de clase para las masas
expoliadas. En lo político, estas organizaciones, en particular las conocidas
como Asambleas de Dios, se han convertido en verdaderas empresas o franquicias
internacionales, manejando ingentes cantidades de dinero y por ende de
recursos, ofreciendo espectáculos masivos de manipulación burda, combinando
cierta cantidad de “magia” cristiana mostrada por “testigos”, con una comunión
psicológica y un reconocimiento social que, si bien sólo sucede en el templo,
ofrece una aparente igualdad que los feligreses no han percibido nunca ni en el
templo católico ni en la sociedad concreta. A todo ello se debe sumar una
caridad bien administrada que alivia problemas concretos de cierto número,
siempre reducido, de familias empobrecidas, con asistencia en medicamentos,
algunos alimentos y otros paliativos momentáneos, a cambio de que el pastor
diseñe de una manera abrumadora la vida privada de sus feligreses y los
“oriente” políticamente.
En varios países
(Honduras, Guatemala, Costa Rica, Colombia, Brasil, Perú) se han constituido en
partidos políticos que van ganando espacio en el rejuego electorero
latinoamericano, ofreciendo un supuesto camino alterno que no es tal, pues su
alineación coincide con lo más extremo de la derecha latinoamericana y por
ende, con el eterno sometimiento de nuestras economías y nuestras poblaciones,
a los intereses de corporaciones foráneas que llevan a cabo prácticas
económicas, fiscales y anti-ambientales que no pueden ejercer en sus naciones
de origen, donde las leyes están más en consonancia con el mayor desarrollo
psicosocial y político de la mayoría de sus habitantes.
La proyección política
y social de las Asambleas de Dios, quizás la más grande de estas franquicias
internacionales, es de un reaccionarismo alarmante que se mezcla en sus
objetivos con el fascismo subalterno latinoamericano que lleva medio siglo
asesinando generaciones enteras de luchadores de izquierda y líderes sociales.
Más allá de su “moral” reaccionaria ya descrita, el énfasis que más importa a
sus casas matrices es la inculcación de auto-culpabilidad al pobre por su
status económico y social, ocultándole a toda costa los mecanismos concretos de
una estructura económica que no solamente es de explotación capitalista por
medio de la plusvalía, sino de un capitalismo subalterno, corrupto en su misma
esencia tanto económica, como fiscal y social, que no reconoce en lo concreto
ni siquiera los derechos individuales tan “defendidos” por los medios
occidentales, mucho menos los derechos de las mayorías ninguneadas cada vez más
durante dos siglos de dominación neocolonial.
Las Asambleas de Dios,
de cara a la contienda electorera, no insisten mucho en su proyección económica
y social para un supuesto mandato político. Su propaganda es de índole
pseudo-moral, de reaccionarismo familiar, con una supuesta “recuperación de
tradiciones” que no es más que la perpetuación del status cuasi esclavizado de
la mujer en muchas áreas latinoamericanas. Mientras tanto, atacan
furibundamente a todo movimiento de izquierda política o siquiera de desarrollo
capitalista autónomo, como son los casos de los partidos políticos de
Argentina, encabezado por Cristina Fernández y el PT de Brasil, liderado por
Lula da Silva y Dilma Rouseff. Su demonización ha hecho el juego con entusiasmo
a la persecución mediática y judicial, que ha logrado excluir del circo
pseudo-democrático que ofrece nuestro capitalismo subalterno a los candidatos
del tímido reformismo soberanista e integrador latinoamericano de estos inicios
del siglo XXI.
De este modo, por su
proselitismo agresivo, su crecimiento masivo y su expansión hasta el ámbito
político-electoral, las congregaciones pentecostales carismáticas, en especial
las Asambleas de Dios, se unen consciente o inconscientemente al gigantesco
aparato de adoctrinamiento psicológico y social del Imperio corporativo
liderado por Estados Unidos. Actúan en la misma base popular, al nivel de
nuestras masas latinoamericanas pobremente educadas en ciencias naturales y
sociales, muy susceptibles de ser llevadas a actuar en contra de sí mismas. Se
les desinforma desde el punto de vista electoral, eliminando de hecho la
democracia, al eliminar el conocimiento de causa en el acto de votación, y se
les manipula a nivel de accionar individual y social, fragmentando a las clases
trabajadoras, atomizándolas en individuos enajenados a los que se les aleja de
su pertenencia a un grupo social mayoritario que, de estar unido frente a sus
explotadores, sería un peligro real para la perpetuación de un sistema que,
según Gramsci, con quien coincide plenamente el que suscribe estas líneas, nos
lleva indefectiblemente al fascismo.
[1] FTA: siglas en inglés
de Free To Air: canales de
transmisión satelital internacional para recepción gratuita. No forman parte
del espectro VHF o UHF tradicional y requieren la instalación de antenas
parabólicas diseñadas para las bandas de señal Ku y C.
[2] La obra cumbre de
Gramsci, sus Quaderni del carcere,
inconclusos por su muerte en 1935, fue publicada de manera fragmentada a partir
del traslado de sus manuscritos a la Unión Soviética, donde fueron puestos en
manos de Palmiro Togliatti, quien los organizó y publicó con la ayuda del
aparato editorial del PCUS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario