Viene a Panamá el Papa
Francisco, y su visita hace aflorar con singular claridad el estado y carácter
de la religiosidad de nuestro pueblo, de la institucionalidad eclesiástica aquí
vigente, y de las afinidades y contradicciones de esa institución con la
sociedad que la sostiene. Esto no es de extrañar, si consideramos la peculiar
circunstancia de la visita.
Guillermo Castro H. / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
En este caso, el Papa
más progresivo desde Paulo VI, que ha puesto en la agenda eclesial de manera
abierta temas como los derechos de los emigrantes, de los pobres y de los
ancianos, la vileza de la corrupción y la agonía de la naturaleza es recibido
por una sociedad conservadora y timorata en materia cultural y moral. La
iglesia católica de esta sociedad ha sabido eludir el carácter progresivo del
pontificado de Francisco, convocando a su grey a partir de la invocación de
valores tradicionales, y de una actitud hacia el Pontífice que linda con el
culto a la personalidad.
La visita, como
sabemos, ocurre en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud, un evento
periódico creado por aquel adalid del anticomunismo que en vida se llamó Karol
Wojtyla, hoy canonizado por Francisco como San Juan Pablo II, en imitación de
los Festivales Mundiales de la Juventud y los Estudiantes que en su momento
promovió con notable empeño la hoy extinta Unión Soviética. En un país en el
que la juventud está cada vez más expuesta a males como la pobre educación, el
desempleo, la inseguridad y la lumpenización, el debate en torno a esta edición
de la Jornada ha sido de una extraordinaria pobreza.
Algunos sectores
populares y de capas medias han cuestionado el costo de la inversión pública en
el evento, que hasta donde se sabe ronda los 70 millones de dólares –
incluyendo 14 mil en una alfombra roja para la llegada de Su Santidad al
aeropuerto. Esos cuestionamientos han encontrado una enérgica respuesta de
funcionarios públicos y comerciantes, que calculan un retorno de 250 millones
de dólares para el comercio local a cambio de esa inversión estatal, en el más
puro espíritu mercantil que caracteriza a los grupos hegemónicos en nuestra
sociedad.
La Iglesia local, por
su parte, no ha abierto ningún proceso de debate público sobre el contenido
social, político y ambiental del pontificado de Francisco, y sus implicaciones
para la sociedad panameña. Aquí se vive una situación marcada por un
crecimiento económico incierto, una inequidad persistente, una degradación
ambiental constante, y una institucionalidad amenazada por graves problemas de
corrupción, ineficiencia y conflictos entre los poderes del Estado. Tanto la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium,
de 2013, como la Carta Encíclica Laudato Si’,
de 2015, ofrecen un valioso marco de referencia para debatir esos problemas en
una sociedad que constitucionalmente ha sido definida como mayoritariamente
católica. En ausencia de ese debate, la visita ha sido cuestionada por
intelectuales liberales anticlericales y defendida por conservadores vinculados
al establecimiento eclesiástico a partir de una agenda que alguna vez
estableció la Ilustración.
Así la cosas, lo mejor
que la Jornada puede ofrecer a Panamá, además de la presencia del propio Francisco,
es la llegada al país de una importante cantidad de jóvenes creyentes de
nuestra América, Europa y África. Es muy probable que esos jóvenes, llamados
peregrinos por los organizadores, tengan un nivel promedio educativo y cultural
superior al de sus pares panameños, y un espíritu de compromiso con la
transformación social que los lleve a ser vistos por algunos de nuestros
compatriotas como casicasi comunistas, y como levadura peligrosa.
Aun así, queda la
esperanza de que todo esto haga resaltar aún más el carácter conservador y
reacio al cambio dominante en nuestra sociedad, y anime en año electoral un
debate - así sea soterrado - sobre la necesidad de transformarla. La Jornada y
Francisco podrían contribuir así a la creación de condiciones que faciliten la
lucha por salir de la situación de "putrefacción de la historia"
(Engels dixit) en la que estamos empantanados cuatro millones de panameños.
Eso, aquí, sería una ganancia muy superior a la que esperan nuestros
comerciantes de la visita Papal.
Panamá, 17 de enero de 2019.
En Colombia fue importante; espero que en Panamá también lo sea. Un abrazo. Felipe Angel.
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