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sábado, 16 de febrero de 2019

América Latina: cubil de los "bad hombres”

El impoluto Reino del Norte y su Emperador en Jefe, el Señor del Gran Copete, ha hecho nuevamente justicia. La mancha de pudrición que se extendía desde el sur contaminando su albura inmaculada ha sufrido un duro golpe. Los topos cavadores de túneles a través de la frontera; las avionetas que cual mosquitos aguijoneaban la tersa piel del Imperio han sufrido un escarmiento.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

El Chapo Guzmán acaba de ser encontrado culpable y le espera una condena a cadena perpetua. Según las cuentas que se le atribuyen, envió droga a los Estados Unidos como para mantener en estado catatónico a medio país por veinte años. Su organización, según la versión gringa del asunto, estaba conformada por una serie de “bad hombres” bigotones y sin escrúpulos, todos mexicanos, asociados con otros de un poco más al sur, perdidos en esa nebulosa aglomerada y caliente que se encuentra más allá del Río Bravo, que se llama Colombia.

Fue descubierto y puesto a buen recaudo por los valientes, inteligentes y rubios agentes de la DEA quienes, confiados equivocadamente en que los mexicanos le harían purgar sus pecados, lo dejaron en sus manos, de las que se les escurrió dejándolos en ridículo, tal como se merecen.

El impoluto Reino del Norte y su Emperador en Jefe, el Señor del Gran Copete, ha hecho nuevamente justicia. La mancha de pudrición que se extendía desde el sur contaminando su albura inmaculada ha sufrido un duro golpe. Los topos cavadores de túneles a través de la frontera; las avionetas que cual mosquitos aguijoneaban la tersa piel del Imperio han sufrido un escarmiento.

El Llanero Solitario cabalga de nuevo sobre su blanco corcel, presto a hacer el bien de nuevo en donde algún “bad hombre” quiera hacer de las suyas. Tiene trabajo para rato en ese vasto e infecto espacio del que llegan por oleadas famélicos y sucios potenciales asesinos que asedian la frontera. El Chapo, por muy importante que sea, es solamente uno más de ellos.

Véase por ejemplo a ese tal Nicolás Maduro, que hace de las suyas navegando en un mar de petróleo. ¡Pobre de él! Será vilependiado porque ya se ha puesto en marcha el mecanismo que le hará morder el polvo. Así lo proclama a voz en cuello el Señor del Gran Copete y sus fieles ministros que, enojados, riegan bilis por los cuatro puntos cardinales.

Por fortuna, en el Sur hay quienes aún guardan la cordura y siguen fieles los dictados que emanan desde este Reino del Norte. Son pequeños caciques que lanzan voces desde lo profundo del bosque que cubre esas tierras donde habitan; vasallos fieles, amigos probados a través de los años a los que, sin embargo y por las dudas, se les mantiene bien engrasaditos para que encajen sin mayores contratiempos en el mecanismo puesto en marcha. Son como los ayudantes del sheriff, tontos pero útiles, torpes pero por lo menos tapan el candente sol y nos hacen sombra a la hora del estío.

¡Qué terrible que estos “bad hombres” sean tan tozudos, tan desubicados, tan traidores de los intereses de este Gran Hemisferio! Otro gran muro, similar al que quiere construir el Imperio del Norte en su frontera, debería construirse en torno suyo.” ¡Que no entre nadie porque este es nuestro propio patio, delantero o trasero, no importa, pero nuestro patio! Ya desde hace más de 150 años lo hemos dejado claro, lo hemos proclamado: aquí no entra nadie, América para los americanos”, y los americanos ya sabemos quiénes son, ellos, no nosotros los “bad hombres”, los “mexicans”, los eternamente corruptos, los ineptos, los debiluchos puestos equivocadamente por mano divina sobre tierra profusamente rica a la que no saben sacarle frutos.

Solo civilizándonos se arregla esto. Ya tocan a arrebato las trompetas, ya se movilizan los buques, los aviones, las tropas acantonadas en los bastiones que el Imperio mantiene en los sitios más alejados. Aprestan su ola civilizatoria y esperan que al llegar les aclamen quienes, tras el sitio, esperan estén exhaustos.

¡Qué cansado tener que estar civilizando a tanto descarriado! Es la de nunca acabar.

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