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sábado, 23 de febrero de 2019

Costa Rica: ¡qué pena!

El gobierno del señor Carlos Alvarado se ha alineado con la política de Washington, que busca cercar y asediar a Venezuela, y que pretende tener su clímax con la llegada de la denominada “ayuda humanitaria” desde islas del Caribe, Brasil y Colombia.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Los usurpadores de la embajada de Venezuela en Costa Rica.
La semana que termina, San José de Costa Rica fue testigo de un acto bochornoso. La representante en el país del autoproclamado presidente interino de Venezuela, María Faría, protagonizó un zafarrancho en el que, haciéndose acompañar por un grupo de guarimberos venezolanos exportados al país, se “tomó” violentamente la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela, atrincherándose y violentando el Derecho Internacional y la Convención de Viena de 1964.

El que la señora Faría tuviera los arrestos para ejecutar tal acción, se deriva directamente del hecho que el gobierno costarricense la reconociera como legítima representante diplomática de Venezuela, y le recibiera atestados en un acto público en el que el Presidente de la República, inusitadamente para actos de ese carácter, se cruzara el pecho con la banda presidencial y se hiciera acompañar del su Ministro de Relaciones Exteriores.
Costa Rica dio un plazo perentorio a la legítima representación diplomática de Venezuela para que abandonara el país en un plazo de 90 días, pero la señora Faría, envalentonada por el espaldarazo recibido por parte del gobierno costarricense, no pudo contenerse y asaltó la sede de la embajada venezolana que, por demás, se encontraba desguarnecida, como viene siéndolo desde hace tres meses, período en el que el gobierno costarricense ha dejado sin custodia la embajada.

La señora Faría, convocada por la Cancillería costarricense, aceptó retirarse de las instalaciones tomadas, sin que el gobierno de Costa Rica hiciera nada más que lamentarse, como si no se tratara de acontecimientos gravísimos acaecidos dentro de su territorio.

Como puede constatarse, el gobierno del señor Carlos Alvarado se ha alineado con la política de Washington, que busca cercar y asediar a Venezuela, y que pretende tener su clímax con la llegada de la denominada “ayuda humanitaria” desde islas del Caribe, Brasil y Colombia.

Este alineamiento satisface y regocija a los aliados de derecha con los que gobierna el señor Alvarado, un presidente débil que llegó al poder solamente por el temor que causó que su oponente en las elecciones de hace un año, Fabricio Alvarado, un neopentecostal fundamentalista, pudiera hacerse con la presidencia.

Como todo país, la política exterior costarricense debe regirse por los preceptos estipulados en su Constitución política, la cual en su Artículo 2 a la letra reza: “La paz es un derecho humano fundamental. El Estado promoverá, defenderá y garantizará la paz por todos los medios posibles y mediante la aplicación de su neutralidad activa en los conflictos entre Estados e internamente en los países, según lo que dispongan los tratados internacionales, sus principios y propósitos, y la ley.”

Más claro ni el agua; pero el actual gobierno costarricense no ha tenido el menor empacho en pasar por encima de su propia Carta Magna dando pie, por lo tanto, a que ocurran acontecimientos vergonzosos como los referidos líneas más arriba.

En este sentido, en la escalada agresiva contra Venezuela, Costa Rica debió asumir una posición como la de México y Uruguay, haciendo las gestiones pertinentes y necesarias para propiciar el diálogo, el acercamiento entre las partes y la resolución pacífica del conflicto. Eso la habría alineado en concordancia con su Carta Magna y con el espíritu civilista y pacífico que caracteriza a los costarricenses.

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