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sábado, 23 de febrero de 2019

Haití oculto

El cerco mediático impuesto para disimular lo que acontece en Haití revela la perversidad de las potencias en el mundo: ninguna de ellas habla de enviar “ayuda humanitaria” para la nación caribeña, y mucho menos exigen la renuncia del presidente y un alto a la represión y asesinato del pueblo.

Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México.

El silencio impuesto sobre los acontecimientos que en Haití se viven, reafirman la constante manipulación mediática que efectúan los medios masivos de comunicación al servicio de los intereses imperialistas y neocoloniales, enfocados en descalificar al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y en agredir con mentiras a todo el pueblo en resistencia, ocultan la grave crisis que en el seno del país caribeño nuevamente ha emergido, únicamente que contrario a la propaganda dirigida a Venezuela, para Haití no hay una sola palabra o un solo pronunciamiento que busque establecer el diálogo y mejore las condiciones de vida de los pobladores. Haití siendo uno de los primeros países en independizarse de América Latina con una revolución social sumamente radical que puso fin al orden colonial, racista y esclavista que existía a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, fue castigado posteriormente con el establecimiento de regímenes clasistas, racistas y despóticos, sufriendo intervenciones neocoloniales de potencias como Estados Unidos, quien ha apoyado abiertamente dictaduras como la de Francois Duvalier (Papa Doc) que condujeron a esta nación a convertirse en la más pobre de toda Latinoamérica.

El estallido independentista de 1791 con la gran revuelta de esclavos condujo a la ex-colonia francesa que se llamara Saint Domingue a firmar en 1804 su independencia e iniciar el camino a la construcción de un Estado-Nación, pero desde entonces, Haití ha padecido de un despotismo constante asociado al establecimiento de una nueva periferia neocolonial por parte de los Estados Unidos. El camino de la nación caribeña ha estado marcado por la constante agudización de las contradicciones sociales, la extrema pobreza y la violación de su soberanía. Las protestas que hoy hacen cimbrar los cimientos que aún perduran de la Colonia en Haití, tienen su origen en esa agudización de las contradicciones expresadas por un gobierno heredero y continuador de la corrupción sistémica, la falta de servicios básicos y el hartazgo social. Desde hace más de una semana las protestas exigen la renuncia del presidente Jovenel Moise (elegido en una votación a las que solo acudió el 21% del electorado), la situación se agudizó debido a la devaluación de la moneda haitiana (gourde) y por la crisis de electricidad derivada de la escasez de combustible. Los manifestantes han levantado barricadas en las calles de Puerto Príncipe y bloqueado las principales rutas del país, permaneciendo paralizado por la fuerza de las protestas y la evidente desesperación que viven los ciudadanos.

La respuesta del gobierno haitiano ha sido la propia de regímenes autoritarios y antidemocráticos, cerrazón ante las demandas sociales y la implementación de la represión abierta sobre los manifestantes, por lo menos, una decena de personas han fallecido y muchas otras han sido heridas y encarceladas, todo esto, ante la mudez cómplice de los Estados Unidos, la Unión Europea y demás países latinoamericanos que con lujo de cinismo apoyan la intervención militar imperialista en Venezuela, la violación de su soberanía y de su autodeterminación avalando el inicio de una guerra genocida contra el pueblo bolivariano. Entre las pocas medidas tomadas se encuentran la declaración de un “estado de emergencia” económica, un acuerdo para reducir costos de los productos de primera necesidad y la cancelación de excepciones fiscales y aduaneras durante todo el año 2019, sin embargo, las medidas son paliativas, no resuelven la aguda crisis y la extrema situación que Haití vive desde siglos atrás.

El cerco mediático impuesto para disimular lo que acontece en Haití revela la perversidad de las potencias en el mundo: ninguna de ellas habla de enviar “ayuda humanitaria” para la nación caribeña, y mucho menos exigen la renuncia del presidente y un alto a la represión y asesinato del pueblo. Las caretas caen solas, la realidad es que su intención es la de mantener a Haití como un país neocolonial, dependiente y en el atraso económico y social, al tiempo en que buscan exterminar la esperanza latinoamericana que representa el proyecto bolivariano, la propia Revolución Cubana y todo movimiento social emancipatorio.

Hay que reconocer que existe un gran desconocimiento internacional sobre la riqueza y sabiduría del pueblo haitiano, sobre su cultura y sus movimientos sociales (de mujeres, campesinos, trabajadores e intelectuales), se desconocen sus luchas y sueños como nación. Romper el cerco mediático que oculta lo que acontece en Haití significará también dar luz a la grandeza de ese pueblo que al igual que toda América Latina lucha por su segunda y definitiva independencia.

*Integrante del Colectivo Disyuntivas

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