¡Qué
dilema el de América Latina! Salirse un poco del redil significa despertar el
odio del Gigante de las Siete Leguas y sus acólitos locales, tan o más
furibundos que él, tan o más agresivos que él. Todos juntos y apoyándose
mutuamente en la OEA, a la que ojalá alguna vez tengamos solo como un mal
recuerdo…
Rafael Cuevas Molina / Presidente
AUNA-Costa Rica
Guatemala
sufrió, en 1954, un golpe de Estado propiciado por los Estados Unidos. Se le
difamó y aisló internacionalmente, se la invadió con un ejército que se proclamó
de liberación nacional y se instauró un régimen represivo que derivó en una de
las más atroces matanzas de la historia de América Latina. Jacobo Árbenz
Guzmán, el presidente depuesto, fue humillado cuando pudo salir del país: se le
desnudó en público cuando pasaba por la aduana del aeropuerto.
El
golpe de Estado fue propiciado por la CIA, dirigida en ese tiempo por John
Foster Dulles, hermano del mandamás de la United Fruit Company, a la que se le
expropiarían las tierras ociosas según la ley de reforma agraria recién
emitida.
En la
OEA, el embajador guatemalteco, Jorge Toriello Garrido, protagonizó una defensa
que le valió el sobrenombre de Embajador de la Dignidad, pero fue inútil:
Guatemala fue defenestrada acorde con el mandato norteamericano.
Quien
esto escribe nació precisamente el año de ese golpe de Estado. Toda la vida
signada por la violencia, la persecución y la muerte. Los estados de sitio, los
toques de queda, militares dándose golpes de Estado entre ellos; matones
mediocres, ignorantes y prepotentes rigiendo los destinos de la patria. Lo
mismos de siempre, los que se llenan la boca de democracia y utilizan el
lenguaje de la Guerra Fría según su antojo.
Desde
1954 han pasado 64 años y sus huellas siguen presentes. ¿Cómo es posible que un
país tenga a más de la mitad de su población en la pobreza; que la desnutrición
atenace a la mitad de sus niños; que se asesinen dirigentes sociales y nadie
pague por ello; que haya habido una guerra genocida que dejó más de 200,000
muertos, 45,000 desaparecidos y más de un millón de desplazados internos; que
tales horrores puedan ser juzgados en pleno siglo XXI solamente porque las
Naciones Unidas han establecido una comisión especial para hacerlo, pero que el
Gobierno la eche y el Congreso promueva una ley para amnistiar a todos los
condenados?
Todo
eso es posible por el régimen de oprobio establecido por quienes, en nombre de
la libertad y la democracia, dieron al traste con un proceso nacionalista,
apoyado en sectores populares, de modernización capitalista que, en el contexto
de la Guerra Fría, fue catalogado de comunista.
¿No
le suena parecido, a quien esto lea, con lo que sucede en Venezuela hoy? Tal
como entonces en Guatemala, los Estados Unidos asumen el protagonismo e incitan
al derrocamiento de un gobierno latinoamericano sin ningún rubor. Entonces era
el mal ejemplo guatemalteco lo que debía ser extirpado; hoy es eso y la
apropiación de las grandes riquezas naturales de Venezuela. ¡Qué dilema el de
América Latina! Salirse un poco del redil significa despertar el odio del
Gigante de las Siete Leguas y sus acólitos locales, tan o más furibundos que
él, tan o más agresivos que él. Todos juntos y apoyándose mutuamente en la OEA,
a la que ojalá alguna vez tengamos solo como un mal recuerdo; la misma OEA que
dejó inerme a Guatemala, que expulsó a Cuba pero se quedó impávida ante
Pinochet, que persigue a Venezuela pero no se le mueve un pelo ante el golpe de
estado a Dilma Rouseff.
El
torbellino que tiene en su vórtice a Venezuela lo ha gestado el odio que
despertaron los años iniciales del siglo XXI. Los Estados Unidos, los grupos
dominantes latinoamericanos, sus acólitos clasemedieros pusilánimes y
oportunistas, muchas veces más papistas que el papa, vieron cómo se levantó una
ola de nacionalismo vinculado a lo popular que mostró la fuerza que puede tener
Latinoamérica unida. Por primera vez en su historia, el imperio del Norte tuvo
ante sí un valladar que lo hizo trastrabillar.
Eso
está pagando Venezuela. El destino que le ofrecen los Guaidó y compañía es el
de la Guatemala que he descrito.
Muy ejemplificador este articulo. Los desmanes y agresiones de los gobiernos USA, parecen no tener absolutamente ningún limite. Maria Alvarez
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