Para los
gobiernos de la derecha latinoamericana, su punto de referencia fundamental es
ubicarse en la coyuntura actual, como los principales protagonistas de un
proyecto neoconservador que trata de encabezar la lucha contra el derrocamiento
del gobierno revolucionario de la República Bolivariana de Venezuela, así como
impedir el avance de las fuerzas progresistas que ya se perfila de nueva cuenta
en la región.
Adalberto
Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
En
los momentos actuales de abril de 2019 podemos reconocer que en
los gobiernos de corte conservador de América Latina y el Caribe se
encuentra presente un proyecto pragmático, el cual se manifiesta como un nuevo
periodo del conservadurismo regional. Uno de sus instancias de convergencia ha
sido el tristemente llamado Grupo de Lima (Argentina con Mauricio Macri; Brasil
con Jair Bolsonaro; Chile con Sebastián Piñera; Colombia con Iván Duque; Costa
Rica con Carlos Alvarado Quezada; Ecuador con Lenin Moreno; Guatemala con Jimmy
Morales; Honduras con Juan Orlando Hernández; Panamá con Juan Carlos Varela;
Paraguay con Mario Abdo Benítez y Perú con Martín Vizcarra). Dicho grupo tiene
como paradigma ideológico y principal referente ponerse al servicio y bajo la
tutela del gobierno de Donald Trump. En el caso de México, se modificó su
participación en el Grupo de Lima en el momento en que el nuevo mandatario
mexicano (diciembre de 2018), Andrés Manuel López Obrador, marcó sus
diferencias al reconocer como legítimo al presidente Nicolás Maduro de
Venezuela y respetar plenamente la autodeterminación y la soberanía venezolana.
Incluso el gobierno de México junto con el de
Uruguay y el Caricom, a inicios de febrero de 2019, conformaron el
Mecanismo de Montevideo para el diálogo y
la paz en el país sudaméricano, ofreciendo así una propuesta incluyente
y alternativa para la difícil situación de Venezuela.
De
esa manera, el triste papel que le ha tocado jugar al Grupo de Lima es el aceptar tácitamente y con buen gusto
las presiones e intimidaciones de Washington. Ese gran poder que representa a la potencia hegemónica
del siglo XXI, la cual también muestra un profundo declive que día con día va cobrando a nivel
planetario. Máxime cuando la República Popular China con su presidente Xi
Jinping y el de la Federación Rusa, Vladímir Putin, emergen como los grandes
contrapesos a nivel mundial al poderio estadounidense.
Para los gobiernos de
la derecha latinoamericana, su punto de referencia fundamental es ubicarse en
la coyuntura actual, como los principales protagonistas de un proyecto
neoconservador que trata de encabezar la lucha contra el derrocamiento del
gobierno revolucionario de la República Bolivariana de Venezuela, así como
impedir el avance de las fuerzas progresistas que ya se perfila de nueva cuenta
en la región. En nuestro criterio, en
el caso particular de estos gobiernos neoconservadores ellos representan las
claras aspiraciones de un proyecto que busca la conformación de un bloque
gubernamental, de partidos y agrupaciones políticas y sociales de la derecha
latinoamericana. Tratan de quitar, o mejor dicho, eliminar del escenario
regional, a aquellos gobiernos de corte progresista, de izquierdas o
revolucionario que figure en el escenario político latinoamericano. Urgente
tarea que les apremia llevar a cabo a finales de la segunda década del siglo
XXI. Para ellos su primer proyecto conjunto ha sido generar al propio Grupo de
Lima. Ahora avanzan en la construcción de una alternativa neoconservadora
sudamericana como es la creación de Prosur. Es decir, el bloque de gobiernos de
derecha lo que intenta es fragmentar a la región en dos opciones de gobierno:
conservadores o progresistas. Tal como hicieron en el caso del Mercosur, cuando
se suspendió como estados parte a
Venezuela al imperar en ese organismo un
bloque de gobiernos derechistas como los de Argentina, Brasil y Paraguay,
quedando en minoría Uruguay. Otros países participan en Mercosur pero en
calidad de Estados Asociados (Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y
Surinam).
“El Foro para el
Progreso de América del Sur (Prosur) es la iniciativa latinoamericana más
reciente de integración regional. Este proyecto es obra del liderazgo de los
derechistas Sebastián Piñera, de Chile, e Iván Duque, de Colombia, y ha nacido
con el fin de terminar de derrumbar a la Unión de Naciones Suramericanas
(Unasur), creada entre 2004 y 2011 por el polo izquierdista
Lula-Chávez-Kirchner-Fernández de Kirchner” (Juan C. Herrera, “Prosur, el nuevo
mecanismo para no integrar a Latinoamérica”, en:
https://www.nytimes.com/es/2019/04/09/prosur-unasur-america-latina/).
Esa nueva instancia
emerge esencialmente como un modelo de integración ideológica de los gobiernos
derechistas donde sus tesis neoliberales tienen como primera opción liquidar a
la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). Recordemos que este organismo
regional emerge como un ente incluyente de los países sudamericanos respetando
las diferencias políticas de cada gobierno. Dicho organismo nació en el primer
decenio de la nueva centuria impulsado por las nuevas fuerzas progresistas que
emergieron en la región con la participación de los gobiernos de Argentina,
Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela,
con el amplio respaldo del presidente Rafael Correa de Ecuador. Ex mandatario
que en su momento ofreció instalar la sede
en su país. De esa manera UNASUR se fundó el 23 de mayo de 2008 y entró en
vigor en el año de 2011 como una instancia regional de integración política y
cultural sin exclusiones ideológicas.
Así, logró inaugurar su edificio en diciembre de 2016 en el llamado centro del
mundo, muy cerca de la ciudad de Quito. Hasta nuestros días, UNASUR, sigue
integrada por Bolivia, Guyana, Surinam, Uruguay
y Venezuela. Es decir, es una
instancia que sigue siendo incluyente y
respetuosa de los distintos proyectos políticos de cada gobierno que lo
integran. De esa manera los procesos de
integración subregional también se fortalecieron subregionalmente con
organismos como la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos
(ALBA-TCP) y también como la
Asociación de Estados del Caribe (AEC). Organismos que no son sectarios
ideológicamente, pero que ahora con Prosur si se hace mucho más evidente el giro de un claro bloque derechista de
gobiernos sudamericanos y una política marcadamente excluyente, reaccionaria y
divisionista.
Así, cada día vemos en
nuestra América de fines de la segunda década del siglo XXI, nuevos ejemplos de integración regional pero
hoy con un sentido ideológicamente excluyente. Sin embargo, en el ánimo de los
grandes grupos sociales y de los gobiernos no conservadores y progresistas de
la región, persisten la resistencia y alternativas en defensa de la soberanía
y autodeterminación nacional. Los
pueblos y gobiernos como el de Bolivia, Cuba, Ecuador, El Salvador, México,
Nicaragua, República Dominicana, Uruguay y Venezuela con otros del Caribe,
siguen aspirando por el diálogo, la paz y la unión regional. En esta nueva
coyuntura latinoamericana se ha ido esgrimiendo lo que acertadamente señalaba
José Martí con su visión heredada por
Simón Bolívar, al decir: “ahí está él,
calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer
está hasta hoy: porque Bolívar tiene que
hacer en América todavía” (José Martí, Patria, Nueva York, 4 de
noviembre de 1893).
Felicitamos al Dr. Santana por ilustrarnos tan bien sobre esta nueva, y peligrosa,coyuntura latinoamericana.
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