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sábado, 11 de mayo de 2019

Guatemala: no hay santo en quien persignarse

En Guatemala se está a las puertas de elecciones presidenciales (16 de junio) pero, si siguen al ritmo que llevan, no va haber candidatos para elegir. El problema es que, además de las usuales zancadillas y emboscadas a las que ya nos tienen acostumbrados los políticos en América Latina, en Guatemala parece que quienes se postulan provienen de bandas organizadas para quienes las elecciones no son más que uno más de sus negocios sucios.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

En el mes de abril, Mario Estrada, candidato por el partido Unión del Cambio Nacional (UCN), fue detenido en Miami acusado de conspirar para traficar drogas y buscar vínculos con el cártel mexicano de Sinaloa.

Marito Estrada no se dio cuenta que, cuando negoció apoyo económico para su campaña, realmente lo estaba haciendo con agentes encubiertos de la DEA que se hacían pasar por representantes del cartel de Sinaloa. Metió más la pata porque, de paso, les pidió que eliminaran a un par de candidatos o candidatas contendientes.

El pobre Marito, sin saber que había sido engañado, partió hacia Miami acompañado  de Juan Pablo González, quien es acusado de conspirar para importar cocaína a Estados Unidos, y de cargos relacionados con la posesión de armas automáticas.

Es decir, que el partido Unión Nacional se quedó sin candidato.

Por su parte, Zury Ríos, candidata del Partido Valor y una de las punteras en el favor de los votantes, tiene vetado por ley participar en los comicios, lo cual no es óbice para que siga con su campaña proselitista a todo vapor. La señora Ríos es hija del dictador genocida Efraín Ríos Montt, a quien siempre apoyó furibundamente hasta su muerte.

Zury Ríos tiene vetado participar por ser hija de un golpista. La ley guatemalteca prohíbe postularse a parientes de quienes han participado en golpes de Estado y, como se sabe, don Efraín su padre, general del Ejército guatemalteco para más señas, dio un golpe de Estado a su colega militar Romeo Lucas García, dando inicio así a una de las páginas más sangrientas de la historia contemporánea de Guatemala.

Otra mujer ha sido marginada, por lo menos temporalmente mientras la Corte de Constitucionalidad no emita veredicto final: la exfiscala Thelma Aldana. La señora exfiscala, quien se destacó mientras estuvo en el cargo por coordinar efectivamente con la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), y poner en jaque estructuras mafiosas del Estado, entre ellas la comandada por el ahora encarcelado expresidente Otto Pérez Molina y su segunda a bordo, Roxana Baldetti, ha sido acusada por un juez de la República de malversación, mentiras y fraude fiscal.

Ante la inminencia de su arresto, la Señora Aldana partió hacia El Salvador, en donde ya lleva casi un mes refugiada. Mientras tanto, en Guatemala, el señor juez que la acusó, Víctor Cruz, se encuentra bajo investigación pues han aparecido pruebas de que fue sobornado para sacar a doña Thelma del ruedo electoral.

Según elPeriódico, Cruz habría recibido “un maletín de buen tamaño”, agentes de seguridad del Ministerio de Gobernación y un vehículo de la Secretaría de Asuntos Administrativos y Seguridad de la Presidencia (SAAS)  por haber firmado el 18 de marzo la orden de captura contra Aldana.

Y para cerrar con broche de oro, la candidata del partido Unión Nacional de la Esperanza ha sido acusada de financiamiento ilícito, luego que en la redes sociales se divulgara un audio en el que comenta los aportes que bajo la mesa le hacían empresarios amigos de su colaborador Gustavo Alejos, quien tiene abiertos cuatro juicios por malversación de fondos y otras travesuras por el estilo.

Como se puede apreciar, la clase política guatemalteca se encuentra en franco proceso de descomposición, totalmente penetrada por redes del crimen organizado y del narcotráfico. Y, para terminar de ajustarlas, los sectores populares y sus opciones electorales constituyen un archipiélago atomizado que no presenta opciones reales al electorado.

No hay santo en quien persignarse.

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