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sábado, 29 de junio de 2019

Migración centroamericana en México

Punto clave de la política anti-inmigrante de Trump es el proyecto de la prolongación de la construcción del muro a lo largo de su frontera sur, para detener el paso de los migrantes procedentes de México, Centroamérica y otras regiones del mundo periférico.

Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México

En nuestros tiempos de finales de la segunda década del siglo XXI, en buena parte de las economías  de los países desarrollados se reciben  cotidianamente una gran cantidad de migrantes, especialmente de los países y regiones periféricas. En nuestros días se contabilizaban 258 millones de personas que radicaban en un país distinto al que nacieron. Así, una  de las características más relevantes en el escenario mundial es el constante flujo del fenómeno migratorio mundial. Especialmente de los países más vulnerables del orbe hacia las economías de mayor desarrollo. Pensemos que en gran medida el fenómeno migratorio ha sido una constante en el desarrollo histórico de diversas sociedades y culturas. Sin embargo, en nuestros días, la masiva migración se presenta como un producto de la crisis del sistema capitalista, pero más draticamente expresada en los países periféricos por su misma dependencia estructural respecto a los centros económicos mundiales. Las economías más vulnerables como las de Centroamérica o de países africanos se ven en la imperiosa necesidad de expulsar una significativa mano de obra. Esto significa que en la lógica de la economía de mercado, la migración  se reproduce generando una dinámica de expulsión y atracción de trabajadores internacionales.  Tal es el caso de los constantes flujos masivos de las llamadas caravanas migrantes centroamericanas.

En este contexto, la presidencia de los Estados Unidos con Donald Trump, nos mostró las tendencias de un drama largamente anunciado. Esto es, el magnate estadounidense pregonaba y continua en su campaña de hacer grande a la mayor potencia de nuestros tiempos. Esto es, “regenerar” a esa economía que en su pensamiento se ve sometida por el desarrollo del modelo neoliberal. El actual ocupante de la Casa Blanca, interpreta la debilidad de los EU en función del crecimiento de las economías periféricas. Especialmente las que se encuentran al sur de sus fronteras.

Un primer elemento que reivindica políticamente el ocupante de la Casa Blanca es su guerra contra los indocumentados, en virtud de que en su lectura estos ponen en un alto riesgo la seguridad nacional estadounidense. De hecho en su campaña electoral se comprometió a deportar a 6 millones de migrantes irregulares y de ellos a 2 millones con antecedentes penales. Política que en gran medida también la había iniciado la administración del presidente Barak Obama cuando deportó de 2009 a 2017, 2.8 millones migrantes indocumentados. Esto es un promedio de 350 mil por año. Incluso a esa cantidad, se sumaron  medio millón de niños nacidos en territorio estadounidense que acompañaban a sus padres deportados. En palabras de José Martí esas son: “…las horas frecuentes de desfallecimiento, en que el destierro es más doloroso que la muerte” (“Alba de Cuba”, Obras Completas, tomo, 7, 1975, p. 261).

La mayoría de los migrantes irregulares latinoamericanos son  procedentes de México y de otros países de nuestra América, especialmente del llamado triángulo del norte de Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador. Los migrantes latinoamericanos en EU suman aproximadamente 57.5 millones de personas. A esta serie de indicadores habría que sumar que a lo largo de la frontera entre México y EU se dan al año aproximadamente 77.1 millones de cruces regulares al año (2016). Gran parte de estos cruces corresponden a personas que fueron de territorio mexicano al estadounidense el mismo día y retornaron al primero. Lo que generó una derrama según estimaciones del Banco de México, de 3 mil 147.5 millones de dólares en el año de 2016.

Otro punto clave de la política anti-inmigrante de Trump es el proyecto de la prolongación de la construcción del muro a lo largo de su frontera sur, para detener el paso de los migrantes que procedentes de México, Centroamérica y otras regiones del mundo periférico. Así, el mandatario de la Casa Blanca, pretende a toda costa frenar con ello la entrada de migrantes que tiene como destino a la mayor economía del mundo. En los inicios de enero de 2019, Trump semiparalizó las funciones del gobierno federal estadounidense si el Congreso no le financiaba  la parte de la construcción del muro en su frontera sur. Actualmente la extensión del muro lleva más de 1,200 kilómetros y falta construir una cantidad semejante según la pretensión de Trump, para así sellar una frontera que tiene más de tres mil kilómetros de largo. La tercera parte tiene una barrera natural que es el Río Bravo o Grande. Con ello se quiere “proteger” a la mayor potencia del orbe para evitar seguir siendo “invadida” por una población de origen latino y periférica, que a largo plazo podría aspirar a construir una nueva nación latinoamericana. Muy semejante al resto del mundo latinoamericano, pero con características, culturales y prácticas políticas y sociales con sus propias particularidades pero muy similares al resto de la región.

Para estos trabajadores internacionales, que esa es su característica principal y determinante en su condición social en  el momento actual en el nuevo escenario estadounidense ofrece grandes riesgos y muchos peligros. Si se prefiere, se puede identificar que  sus derechos como trabajadores no son reconocidos y más bien los agentes migratorios y los sectores racistas del imperio los exponen a una mayor explotación y a nuevas formas de esclavitud (hoy reconocida como trata de seres humanos). Sin duda el panorama no es nada alentador. Los padecimientos o el calvario de los migrantes será mayor de llevar a cabo el gobierno de Trump grandes redadas y deportaciones a territorio mexicano. Incluso en el caso de México hay denuncias en 2019 contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), por llevar a 15 mil efectivos de la Guardia Nacional para frenar el flujo migratorio procedente de Centroamérica. De cumplirse las palabras del mandatario estadounidense y del gobierno mexicano de AMLO, las condiciones del destierro y el  exilio de los migrantes serán muy semejantes a  los refugiados sirios en Turquía y en Europa.

Por último conviene apuntar a manera de reflexión final que el fenómeno de la migración o del exilio económico, matizado por conflictos políticos y por la violencia social generada en los momentos actuales, es uno de los nuevos componentes de la dinámica social, política, económica e incluso cultural de nuestros tiempos. Pensemos que una de las premisas del modelo neoliberal que se ha implantado en los países latinoamericanos, tiene como premisas esenciales para su desarrollo,  lo que ha señalado Raúl Romero en su caracterización de la fase neoliberal de la organización social capitalista:

1) La destrucción o disminución del Estado social; 2) la desregulación y expansión del sector financiero; 3) la extinción y privatización de industrias estatales y paraestatales; 4) la liberación de fronteras para los capitales y el aumento de restricciones migratorias para las personas; 5) la adopción de modelos de seguridad militarizada que garanticen la protección de los sectores estratégicos y la integración regional; 6) la expansión de las corporaciones trasnacionales; 7) el predominio de las economías extractivas y de despojo, y 8) el crecimiento, a escala global, del crimen organizado. Algunos de estos fenómenos son anteriores al neoliberalismo, pero es en esta etapa cuando alcanzan su predomino (La Jornada, CDMX, 16 de junio de 2019, p. 10).

Siguiendo estos elementos, sin duda el fenómeno migratorio o el exilio económico, político o cultural de nuestros tiempo, tiene algunos de esos elementos  como puntos cardinales de su configuración. Por lo menos esto acontece en los países latinoamericanos donde el flujo migratorio o el exilio de nuestro tiempo, reviste esa dinámica en sus determinaciones. De ahí, que en gran medida mientras continúe desarrollándose el modelo neoliberal impulsado desde el exterior por las potencias imperialistas como EU  y fortalecido por los sectores tradicionales que buscan abaratar la mano de obra en los países emisores o receptores,   el fenómeno migratorio seguirá estando presente. Incluso tratando de frenarlo con políticas intimidatorias tal como ahora se propone en el caso de Guatemala, donde su presidente Jimmy Morales afirmó que podría pedir a EU la presencia de militares estadounidenses en su frontera. También en el caso de México, donde se busca frenar las caravanas migrantes centroamericanas y de otros países extra continentales.

En otras palabras, en los países latinoamericanos seguiremos viendo un mayor  endurecimiento de la políticas migratorias. Los más afectados serán sin duda los colectivos de migrantes que si por un lado son utilizados por el crimen organizado, por el otro serán también reprimidos por los gobiernos regionales. La lógica en ese sentido es impedir que esos trabajadores internacionales y sus familias, lleguen a la frontera estadounidense. De lo contrario el presidente de los EU seguirá impulsado la construcción del muro en su frontera sur y elevando los aranceles a los productos exportados por la economía mexicana. Es decir, la dinámica de ese exilio o migración de los países latinoamericanos será quedar varados los migrantes o exiliados económicos y sociales entre la espada y la pared.

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