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sábado, 26 de octubre de 2019

A pesar de Pinochet y Piñera, Chile está vivo

Las imágenes más que las palabras han mostrado durante estos días la dimensión de la brutalidad fascista que, al igual que el 11 de septiembre de 1973, emergió a la luz pública después de permanecer oculta durante décadas bajo el manto de una oligarquía voraz, refugiada en una alianza con el gobierno de Estados Unidos que la protege.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

“Eso no está muerto, no me lo mataron
Ni con la distancia ni con el vil soldado”
Silvio Rodríguez

A mediados del año 2011, a instancias de Ernesto Villegas quien en ese entonces era el director del periódico Ciudad Caracas, comencé esta aventura de escribir un artículo semanal. El primero, publicado en medio de grandes protestas estudiantiles el 11 de agosto de ese año, se tituló `Por la razón o la fuerza´, Chile está vivo. Vengo ahora, ocho años después, a corroborar esa afirmación.

Ese escrito concluía señalando que: “… la derecha regresó y todo siguió igual, salvo que se desvaneció el efecto somnífero bajo el influjo de una nueva generación que no conoció la dictadura, pero si sus perniciosos efectos antidemocráticos y neoliberales. Restricciones al estudio y al trabajo, pobreza encubierta, una de las distribuciones más inequitativas del mundo, privatizaciones por doquier, falta de oportunidades, un futuro incierto y otras perlas han hecho estallar el paraíso de Pinochet y la Concertación. Hoy los jóvenes están en las calles y luchan por sus derechos. Han comenzado a hacer válido el lema del escudo de Chile, “Por la razón o la fuerza”. Toda la fuerza de la juventud chilena está en favor del pueblo en su lucha. Chile está vivo”.

Tenía plena seguridad que esto iba a ocurrir, recuerdo aquellas palabras de Raúl Pellegrin en octubre de 1988, pocos días después del plebiscito que permitió perpetuar la dictadura en forma de democracia protegida por una Constitución que fue “aprobada” cuando no había parlamento, ni registros electorales, cuando los partidos políticos y sindicatos eran ilegales, cuando como dijo el propio dictador, no se movía ni una hoja sin que él lo supiera.
Pellegrin, jefe del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) lo alertó con una extraordinaria visión de largo plazo pocos días antes de entregar su vida en la lucha contra la dictadura: “… ahora con esta democracia naciente que viene a disfrazar la dictadura y sus crímenes, se avecinan tiempos difíciles para los revolucionarios, intentarán destruirnos, el enemigo nos cercará, nos aniquilará, destruirá nuestra logística y las comunicaciones, mellarán nuestra confianza, nuestra moral, intentarán aislarnos del pueblo. Intentarán perpetuar su modelo de dominación económica y política, intentarán maquillar y legitimar la esencia de un sistema injusto y criminal. En ese difícil escenario que se avecina, quedaremos muchas veces aislados, sin provisiones, sin medios, cercados, agobiados, muchos de nosotros posiblemente caeremos. Sin embargo, en este difícil momento se define el carácter histórico de nuestra lucha, no debemos dejar de luchar, mantener la lucha irrenunciable del pueblo por la dignidad y la justicia”.

Que no se diga ahora que no se sabía lo que se estaba entronizando: el modelo “perfecto” de democracia neoliberal tutelada por “socialistas”, que tenían y tienen precio, y una alianza de partidos que eran y son capaces de vender su alma al diablo con tal de maximizar ganancias. Habían descubierto que la política era un buen negocio a través del cual era fácil engañar y esquilmar al pueblo. No digo nada de la derecha, el golpe de Estado contra Allende y los 17 años de dictadura con su secuela de asesinados torturados, desaparecidos y exiliados hablan por si solos.

Lo cierto es que unos y otros se confabularon para mantener el modelo pinochetista durante los últimos 29 años que para muchos fue parte del ocaso de la vida que protagonizaron durante las luchas políticas de la década de los 70 y 80 del siglo pasado. Pero que para los jóvenes que nacieron tras el fin de una dictadura que no conocieron y que tuvieron la “oportunidad” de desarrollarse en una democracia plagada de vicios, de componendas, de colusiones, corrupción, malos manejos y entrega del Estado y el país a las empresas privadas, la mirada es de presente y de futuro.

La democracia para esos jóvenes que hoy están en las calles luchando por sus derechos es la que expone educación, salud, seguridad social y servicios (incluyendo el agua) totalmente privatizados. Les quisieron hacer creer que la democracia era así, que es normal que haya cinco familias dueñas del 30 % de la riqueza nacional y que es un hecho natural que el 70% de la población esté endeudada para mantener una burbuja de estabilidad a fin de decirle al mundo que éste era un país que se caracterizaba por poseer una clase media en constante expansión.

Todo explotó y se desmoronó a partir del 18 de octubre, los que supusieron que la dictadura había muerto, se tendrán que convencer ahora que no es así, el gobierno le declaró una vez más la guerra al pueblo, al que catalogó de delincuentes, vándalos y desalmados. La esposa de Piñera caracterizó las manifestaciones como una ”invasión alienígena” que obligaba a los ricos a “tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.

Las imágenes más que las palabras han mostrado durante estos días la dimensión de la brutalidad fascista que, al igual que el 11 de septiembre de 1973, emergió a la luz pública después de permanecer oculta durante décadas bajo el manto de una oligarquía voraz, refugiada en una alianza con el gobierno de Estados Unidos que la protege.

Los que suponían que el “Nunca más” era cierto, han visto con asombre el resurgimiento de la CNI en forma de civiles armadas con fusiles de guerra asolando, reprimiendo, torturando y asesinando a la población civil. La doctrina de seguridad nacional que cataloga al pueblo como enemigo renació de la mano de Piñera, de su gobierno y de las instituciones que son amparadas por la Constitución de Pinochet.

Y en medio de todo este panorama que contradictoriamente expresan desolación por un lado y determinación y lucha por el otro, una noticia muy grave ha quedado sumergida bajo el torrente de información de estos días.

En lo que supone el formal renacimiento del “Plan Cóndor”, el 17 de octubre pasado se realizó en Santiago -tras su creación en Brasil- la segunda reunión de jefes de servicios de Inteligencia para dar continuidad al funcionamiento de la Red de Inteligencia Sudamericana Frente al Crimen Organizado y el Terrorismo (Riscot), Tal tenebrosa red está conformada por siete países de Sudamérica: Chile, Colombia Argentina, Brasil, Perú, Paraguay y Uruguay. El objetivo es intercambiar información sobre amenazas y riesgos a nivel regional, lo cual es un eufemismo largamente utilizado para justificar la implementación de la ya mencionada doctrina de seguridad nacional contra nuestros pueblos.

Tal reunión fue conducida por Luis Masferrer en su condición de director de la Agencia Nacional se Información (ANI) de Chile, continuadora de la Dirección de Seguridad Pública e Informaciones y del Consejo Coordinador de Seguridad Pública, nombre oficial de la lúgubre “Oficina” creada por Patricio Aylwin para lavar la cara de la CNI pinochetista y a través de la cual se le entregó al partido socialista la conducción de la represión de las organizaciones revolucionarias.

Todo este entramado se ha puesto otra vez en funcionamiento en días recientes, con las consecuencias que hemos podido ver de forma amplia en imágenes y audios que presagian el regreso a una situación que se creía definitivamente enterrada en el pasado.

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