El
escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, acaba de
publicar una novela inspirada en los acontecimientos que, en 1954, dieron al
traste en Guatemala con el gobierno democrático de Jacobo Árbenz Guzmán: “Tiempos
recios”.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-
Costa Rica
El
relato de Vargas Llosa lleva de la mano al lector por los laberintos de una
conspiración nacida de las entrañas de la compañía transnacional bananera
United Fruit Company, la CIA y la atrasada oligarquía guatemalteca, que no
pudieron tolerar las más mínimas reformas democráticas que permitieran
modernizar al país, entre ellas una reforma agraria que no hacía sino
expropiar, con compensación económica, tierras ociosas que las masas indígenas
y campesinas necesitaban entonces –y necesitan aún ahora- para acceder a un
mínimo de recursos para producir y subsistir.
La
historia que nos cuenta Vargas Llosa con algunos ecos que nos recuerdan pasajes
de El señor presidente del también
Nobel Miguel Ángel Asturias, otra novela inspirada en los oscuros tejemanejes
que se suceden en la política guatemalteca signada por la arbitrariedad y el
autoritarismo, no es una historia más de las decenas de conspiraciones y golpes
de Estado que suceden en América Latina. Este golpe de Estado dejó profundas
huellas no solo para Guatemala, que hasta la fecha no logra salir del círculo
infernal en la que quedó encerrada, sino para todo el continente, puesto que
estableció un modelo de respuesta norteamericana a las veleidades autonomistas
de sus vecinos del sur, tal como evidenció Susan Jonas en su libro Guatemala, plan piloto para el continente.
Decir
lo que dice el escritor peruano en este libro le ha costado a muchos ser
catalogados de comunistas, y a más de uno la vida misma. Se trata de una
realidad que si no fuera tan trágica podría decirse que tiene ribetes
surrealistas, dominada por personajes que combinan la estulticia y la
ignorancia, y que aún en nuestros días siguen trabajando arduamente para que el
escritor peruano tenga material fresco para su próxima novela.
Lo
hacen a marchas forzadas, echando a volar su imaginación y casi
atropelladamente porque saben que el escritor tiene ya 83 años y a lo mejor ya
no tiene mucho tiempo para hacer el recuento de los disparates que se les
ocurren a sus cabecitas calenturientas.
Puesto
en esos trances, el presidente electo del país, Alejandro Gianmmattei, quien
tomará posesión del cargo el próximo enero, se embarcó en una aventura digna de
película hollywoodense categoría “c”: intentó entrar a la República Bolivariana
de Venezuela “de incógnito”, usando un pasaporte en el que se consigna su
nacionalidad italiana y no la guatemalteca, con vistas a entrevistarse con el
presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, el autonombrado Juan Guaidó,
para –dice él- invitarlo a su toma de posesión.
Para
vergüenza de todos los guatemaltecos, ahí están las fotos del presidente electo
aislado en algún lugar de aeropuerto internacional Simón Bolívar, con un
maletincito agarrado con su mano derecha y cara de desvalido, como si se
hubiera ido de mojado hacia el Norte y la “migra” lo hubiera agarrado in
fraganti.
Se
trata de un hecho grave que pudo haber traído mayores consecuencias, y solo
porque las autoridades venezolanas fueron magnánimas el cuento ha salido
barato. Alguien que ha sido designado, aunque sea por una mínima parte de la
población, para ostentar el cargo de presidente de un país, no puede ir por el
mundo haciendo ridiculeces de esa magnitud.
Estamos
viviendo una época en el que la estupidez y el cinismo parecen prevalecer en
las élites gobernantes en el mundo entero. Las guatemaltecas hacen lo posible
por posicionarse a la vanguardia.
Excelente y puntual.
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