De la convergencia de
estas dos tendencias, a saber, la del Grupo Progresista Latinoamericano y la
del Foro de Sao Paulo, y de la capacidad y audacia política que demuestren sus
líderes para forjar acuerdos, líneas de acción y dinámicas de entendimiento
mutuo más allá de sus diferencias, dependerá que este aliento renovado que
recorre la región permita superar las taras de un neoliberalismo que todavía se
niega a morir.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Alberto Fernández, presidente electo de Argentina, y Andrés Manuel López Obrador, presidente de México. |
Próximos a finalizar la
segunda década del siglo XXI, América Latina avanza hacia lo que se perfila
como un nuevo momento histórico, acaso una nueva
oleada revolucionaria, al decir del vicepresidente
boliviano Álvaro García Linera, en el que las crecientes
movilizaciones populares contra el ajuste fiscal y económico que impulsa el
FMI, y el ascenso de nuevos liderazgos progresistas y críticos del
neoliberalismo, van marcando la pauta en el desarrollo de los acontecimientos.
Haití, Ecuador y Chile son los epicentros del estallido social, pero su onda
expansiva también alcanza a Centroamérica, con protestas en Honduras y Costa
Rica, y por supuesto, gravitó en los recientes procesos electorales de
Argentina, Bolivia y Uruguay. Después de un lustro de retroceso del campo
nacional y popular, consecuencia de derrotas y traiciones capitalizadas por la
nueva derecha para impulsar una restauración conservadora que ahora
trastabilla, la región retoma el camino de las resistencias, las luchas y la
búsqueda de alternativas posneoliberales (contrariando así los augurios de los
profetas del fin de ciclo).
En esta reconfiguración
del balance de fuerzas políticas, la articulación del eje México-Buenos Aires
podría desempeñar un papel clave en dos sentidos: uno, en el relanzamiento de
la integración regional, en las condiciones y posibilidades que permite nuestro
tiempo; y el otro, en la construcción de un
nuevo consenso basado en los principios de justicia social, igualdad,
solidaridad, respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos, en
sintonía con la convocatoria lanzada por el Grupo Progresista Latinoamericano,
en su Declaración de Puebla del 14 de julio de
este año. La reunión que sostuvieron en días pasados el presidente de México,
Andrés Manuel López Obrador, y el presidente electo de Argentina, Alberto
Fernández, apunta en esa dirección.
Para Maximiliano Reyes,
Subsecretario para América Latina y el Caribe de la Secretaría de Relaciones
Exteriores mexicana, esta cita representó el primer paso en la construcción de una alianza austral, “un parteaguas en la relación bilateral y una
señal inequívoca de la aspiración compartida de reconstruir la integración
latinoamericana”; además, calificó la entente entre México y Argentina como de
enorme valor estratégico, toda vez que ambos países “tienen frente a sí la
oportunidad de propiciar el
reposicionamiento de América Latina en el mundo, fomentando un andamiaje
institucional multilateral y regional más eficaz y ciudadano, particularmente,
en el marco de la presidencia pro témpore de México de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en 2020 y la eventual elección de nuestro
país como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de
las Naciones Unidas, que cuenta con el respaldo regional”.
El otro gran vector que
debemos considerar en el análisis de la actual coyuntura latinoamericana, es el
de los partidos políticos y organizaciones sociales de izquierda, nucleados
desde 1990 en torno al Foro de Sao Paulo. Este grupo tuvo un rol protagónico en
el avance de los procesos políticos de la primera década de este siglo,
especialmente en Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia; además, ha estado en la
primera línea del frente antiimperialista, resistiendo una y otra vez las
maniobras desplegadas por Washington, desde la primera presidencia de George W.
Bush hasta la de Donald Trump, para imponer su dominación a toda costa en el
continente.
En este sentido,
resulta significativo el Encuentro
Antimperialista de Solidaridad, por la Democracia y contra el Neoliberalismo,
celebrado en La Habana del 1 al 3 de
noviembre, tanto por su capacidad de convocatoria -1322 delegados de 789
organizaciones, provenientes de 86 países-, como por la pertinencia de sus
diagnósticos y reflexiones. En su declaración final, los participantes
afirman que “vivimos un nuevo momento en la historia”, en el que “los pueblos
en las urnas, calles y redes sociales demuestran con su voto y sus protestas el
agotamiento de la ofensiva imperial de la derecha oligárquica, que de la mano
del imperialismo norteamericano excluye a amplios sectores de la población y
pone en peligro la especie humana”. En este escenario regional y mundial,
continúa el texto, “los pueblos están demostrando que es posible derrotar la
ofensiva imperial. Se abren tiempos de esperanza. La unidad es vital y constituye un deber”.
Podemos concluir,
entonces, que de la convergencia de estas dos tendencias, a saber, la del Grupo
Progresista Latinoamericano y la del Foro de Sao Paulo, y de la capacidad y
audacia política que demuestren sus líderes para forjar acuerdos, líneas de
acción y dinámicas de entendimiento mutuo más allá de sus diferencias,
dependerá que este aliento renovado que recorre la región permita superar las
taras de un neoliberalismo que todavía se niega a morir.
Evocando la idea
martiana, si crear fue la palabra de
pase de la generación que hizo la travesía del siglo XIX al XX, la de nuestra
generación -que otea su destino en medio de la crisis civilizatoria del siglo
XXI- no podrá ser otra que la unidad
ante los grandes peligros y desafíos que enfrentamos. Sólo así ampliaremos el
horizonte de posibilidades de nuestros pueblos en su incesante búsqueda de paz,
bienestar y justicia social.
Excelente y sintético análisis. La visita de Férnandez y los varios acontecimientos se narran indican que América latina vuelve a levantarse. Gracias por el trabajo.
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