La crisis
sociopolítica y económica que hoy castiga a Haití, solo se resolverá con el fin
de la ocupación extranjera, disfrazada de misiones civiles de ayuda a la
justicia y estabilización del país.
Pedro Rivera Ramos / Especial para Con Nuestra
América
Desde Ciudad
Panamá
Hace
realmente muy poco que en gran parte de América Latina, se fue conformando un
panorama político y social muy convulso y que se expresaba en algunos lugares,
como manifestaciones muy próximas a verdaderas insurrecciones populares, que
los principales medios de comunicación solo describían o visibilizaban, según
sus intereses corporativos y de libre empresa. Había rechazos generalizados y expresiones
de indignación social a políticas en contra de los ciudadanos, a injustas
modificaciones a políticas educativas, a las normas sobre pensiones de los
trabajadores, a la revelación de escandalosos actos de corrupción y a la
creciente y obscena impunidad que los mismos gozan en todos los países sin
excepción.
Uno de estos
países donde los medios de comunicación hegemónicos se esfuerzan por
invisibilizarlo en su actual drama social y político, es Haití. Esta nación,
primera en sacudirse los lazos coloniales en enero de 1804 con un levantamiento
de esclavos, protagoniza desde hace más de un año, movilizaciones populares en
contra de las políticas del presidente Jovenel Moïse, principal responsable de
la crisis extrema que allí se vive, con una impresionante miseria y un país
donde impera una ocupación militar que comenzó primero con MINUSTAH (Misión de
Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), después con la Misión de las
Naciones Unidas de apoyo a la Justicia en Haití, MINUJUSTH y ahora con la BINUH
(Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití). En las principales
ciudades haitianas se han producido protestas masivas de la población, que son
enfrentadas por el gobierno con detenciones arbitrarias, persecuciones, heridos
y muertos.
Las demostraciones
de la población se han recrudecido, no solo ante las evidencias de una economía
virtualmente quebrada, con un desempleo que ronda el 70% y un excesivo costo de
combustibles, transporte y alimentos; sino también ante las graves acusaciones
de corrupción y malversación de fondos públicos provenientes de PETROCARIBE,
donde se señalan directamente al Presidente y a otros altos funcionarios de su
gobierno. Por eso hay allí un pueblo entero en las calles exigiendo la renuncia
del corrupto presidente, la anulación de los acuerdos con el FMI, el fin de las
tropas de ocupación disfrazadas de “misiones humanitarias” y de las bandas
parapoliciales, así como el establecimiento de un gobierno provisional salido
de las fuerzas políticas y sociales haitianas.
La tragedia
que hoy vive el pueblo haitiano, que empezara con la abusiva indemnización que
la Francia de la “libertad, igualdad y fraternidad”, exigió para reconocer la
independencia que este país lograra al cabo de doce años de cruenta guerra
civil, consistente en 150 millones de francos (cifra que solo se pudo pagar más
de un siglo después) y un arancel que rondaba el 50% de reducción a las
importaciones francesas, misma que continuara con invasiones estadounidenses y
con las sanguinarias dictaduras duvalieristas
de “Papa Doc” y “Baby Doc”, que durante casi tres décadas, segaron la
vida a más de 60,000 haitianos, privando a esta noble nación mediante el robo
más ruin, de miles de millones de dólares.
Para agravar
esta desventura, se le impusieron a Haití políticas comerciales e injerencistas
dirigidas a desmantelar sus sectores agrícolas y productivos, fomentando así su
dependencia de las importaciones y de “ayudas” de organizaciones
internacionales y gobiernos supuestamente amigos. Más tarde, el terremoto del 12 de enero del
2010, de magnitud 7.3 en la escala de Ritcher, que cobró la vida a más de
300,000 personas, junto a prolongadas e intensas sequías y al paso de los
huracanes Sandy e Isaac (2012), Matthew (2016) e Irma (2017), han convertido a
este país en el más pobre de América Latina, con un PIB per cápita de tan solo
893.97 dólares, según datos del 2019 del FMI. Este es el mismo FMI que a
mediados del 2018, para concederle un préstamo de 100 millones de dólares al
gobierno haitiano, le exigía recortes sustanciales a los subsidios que otorgaba
al combustible y una política más agresiva para aumentar la recaudación de
impuestos; medidas que de inmediato pasarían a ser la pólvora que faltaba, para
provocar las masivas protestas populares que han tenido lugar en todo el
territorio haitiano, demandando la renuncia del Presidente, la prisión para los
corruptos y la conformación de un gobierno de transición liderizado por las
principales agrupaciones opositoras.
El gobierno
de Jovenal Moïse, insensible a los intereses y clamor generalizado de la
población, ha apelado a la represión más salvaje y brutal, para tratar de
contener a un pueblo cansado de tanto ultraje, injerencismo externo y de tanta
pobreza. En un clima de impunidad flagrante de las fuerzas de seguridad, de
constantes persecuciones políticas y violación a los derechos humanos, Jovenal
Moïse o Banana Man, como se le conoce a este títere de los Estados Unidos y sus
multinacionales, por sus poderosos intereses en la exportación de esta fruta desde
suelo haitiano, ha dejado un saldo de al menos 50 asesinados y más de un
centenar de heridos.
La crisis
sociopolítica y económica que hoy castiga a Haití, solo se resolverá con el fin
de la ocupación extranjera, disfrazada de misiones civiles de ayuda a la
justicia y estabilización del país; con una indemnización y reparación por
parte de la ONU, que despilfarró 9,700 millones allí, introduciendo el cólera,
aumentando la violencia y la criminalidad, las violaciones sexuales a menores y
el frecuente abuso por la fuerza; en
fin, con un compromiso real de contribuir a que esa nación construya su
desarrollo, supere la pobreza de su población y reduzca los niveles de
desigualdad.
Así como en
tiempos de José Martí, exactamente en 1889, la prensa estadounidense a través
de una campaña difamatoria contra los cubanos, los tildaba de perezosos,
afeminados y cobardes, lo que hizo que el más tarde autor intelectual del
asalto al cuartel Moncada, escribiera la histórica “Vindicación de Cuba” y 70
años después de esa funesta ofensa, fuera esta misma Cuba la que iniciara la
primera Revolución Socialista en América; así mismo otra isla caribeña, la
combativa y heroica Haití, la que nos enseñara en esta parte del mundo
desde 1804 el camino de la libertad y la independencia y que ser negro y ser
libre no era incompatible, la que recibe ahora el ultraje imperial cuando a
principios del 2018 Donald Trump, como presidente estadounidense, la califica
como un “agujero de mierda”. Pero otra vez, estamos seguros que Haití se levantará
bajo la guía del gigante François Dominique Toussaint-Louverture, como antes lo
hizo la Cuba de Martí, para darle al imperio y sus insolencias el castigo que
los pueblos les tienen reservado.
Haití, sangrando por tus venas.
ResponderEliminarExcelente artículo.