Como corresponsal de guerra –guerra contra un enemigo invisible, pero guerra al fin– reporto la situación al momento. Al momento que puedo volver a retomar contacto y escribir, obligado como estoy a permanecer aislado.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Y… como el parate me sorprendió con lo puesto y sin conexión, pues quedé en la finquita de mis abuelos, en la zona rural de la provincia, cercana al espinazo andino, con durazneros, ciruelos, membrillos y hortalizas. Un pequeño paraíso, privilegiado e incontaminado que muchos desearían para pasar la obligada reclusión. Sobre todo, para un descartado en edad de riesgo, acumulador de fracasos como única muestra de éxito.
Me despejo del impacto de la primera orden hasta continuar con la segunda etapa de la cuarentena volviendo a manejar los implementos cotidianos e intentar comentar desde mi modesto y remoto punto de vista, las impresiones de la compleja realidad local que estamos viviendo.
Realidad que asumida responsablemente por el presidente de tod@s l@s argentin@s desde el primer momento de la pandemia y elogiada por la comunidad internacional, la escandalosa y pérfida derecha busca fustigar intentando polarizar y confundir a la desorientada y medrosa opinión pública. Cuando la sorpresa de los acontecimientos destruyó la fatídica grieta, los nostálgicos del odio vuelven a alimentar las antiguas hogueras de resentimiento social.
No importa que el 99% se haya hecho bien preventivamente, que existan pocos infectados, escasos muertos[i] y un aparato sanitario y de seguridad con profesionales idóneos e instalaciones aguardando posibles enfermos, se hace foco en el 1% restante, como lo han hecho últimamente con los jubilados y pensionados que se movilizaron a cobrar masivamente a los bancos este fin de semana porque no tenían tarjetas para usar en los cajeros. Responsabilidad mayormente de las entidades financieras que se han cansado de ganar dinero estos años y no han dispuesto de los medios para salvar la emergencia. Adalides en defenestrar al Estado y al menor inconveniente, colmarlo de culpas. Acostumbrados como están a defender sus altas tasas de interés y reclamar bajo encaje ante cualquier medida del Banco Central.
Errores lo hay y va a haber en la medida que vayan surgiendo nuevos problemas para una situación única e inesperada y mil frentes de batalla simultáneos a cubrir, desde barrios indigentes a los que tienen que alimentar diariamente los soldados en una coyuntura financiera calamitosa, hasta dar satisfacción a los sectores empresarios y laborales que reclaman la reactivación de actividades dejando de lado los riesgos actualmente eludidos.
Errores por impericia o mucho más por mala leche, como sucede con los medios de comunicación que tienen su cuota por haber sembrado el pánico en la mayor parte de la población que sólo accede a su información y sale pensando que son palabra santa.
En esa agitación inducida por relevamiento diario de las víctimas de la pandemia, algunos creyentes corren de cabeza a bañarse en agua bendita convencidos que esto es un castigo bíblico y que la ablución los salvará. Otros no creyentes o directamente ateos, lo ven como una maniobra de extraterrestres o cualquier otro disparate de distracción fatalista, mientras los escépticos se entregarán a diversas fantasías conspirativas. Instancia última no desdeñable cuando muchos pensadores elucubran y discuten sobre el nuevo orden que surgirá pospandemia.
Sin embargo, algo que no dicen las usinas tarifadas locales es que se ha puesto en funcionamiento un hospital del Bicentenario construido por Néstor Kirchner, paralizado inexplicablemente durante los cuatro años del gobierno anterior y que ahora sumará su atención para cuando la pandemia alcance su pico máximo. Esto sin mencionar que no hubo ministerio de salud ni apoyo a la investigación, porque los eficientes y eficaces gerentes que tenían a cargo la administración pública, descreían justamente de lo público.
Desde el retraimiento propio del aislamiento se advierten algunas estrategias tomadas preventivamente: no es prioridad que recomiencen las clases de los colegios primarios y secundarios del país. Los docentes han sido instruidos para impartir clases a distancia con los medios informáticos disponibles, condición que los obliga a estar varias horas frente a la computadora.
Cuestión que para el ambiente universitario tiene otras consignas como en la Universidad de Buenos Aires UBA ya prevé el inicio de sus actividades. Habrá que ver el resto del sistema que actitud adopta.
Luego del próximo fin de semana, límite de la extensión de la cuarentena, puede que se liberen actividades para otros sectores de la población a los efectos que se incorporen a la actividad económica manejada por gente más o menos joven. Sin embargo, se mantendrá el aislamiento obligatorio para los adultos mayores de 65 años, considerados en riesgo. También para ellos está prevista la vacunación antigripal a domicilio para evitar posibilidades de contagio.
Medidas que contemplan continuar protegiendo la salud de la población como lo ha manifestado el presidente desde el primer momento, priorizándola por sobre la economía. Objetivo criticado por los fríos mercaderes que anteponen ganancias a vidas y ratificado por aquellos que siguen declamando sencillamente que los muertos no pagan deudas, como para que no queden dudas, remitiéndose a las enseñanzas dejadas en la materia por la gran depresión.
Como se advierte mundialmente, el coronavirus no solo ha venido para quedarse, sino que ha sacado lo mejor y peor de cada ser humano. Nunca como en este escaso período de tiempo ha estado a prueba la solidaridad colectiva contra el egoísmo individual y sectorial.
La prepotencia de lo privado frente a la siempre desdeñada gestión pública. Los poderosos de la tierra han visto caer como moscas a las personas en derredor mientras los condenados de la tierra de los que hablaba Fannon, han sobrevivido en esa miseria vergonzante que los hacía aventurarse en frágiles pateras buscando una salvación. Ahora saben que allí, en la meca del desarrollo, los aguarda la muerte.
Paradoja impensada que llevó al director de cine español David Trueba a describir “La distopía nuestra de cada día”, donde imagina a los europeos buscando refugio en costas africanas, pasando el estrecho de Gibraltar en precarias embarcaciones y padeciendo idéntico rechazo y desprecio al que ellos han hecho con los negros migrantes.
Dentro del obligado relevo del estado de situación, observar la realidad en espejos paralelos con honestidad e imaginación puede ser un ejercicio reconfortante en momentos como los que atravesamos. Mucho más cuando la incertidumbre del encierro nos agobia y paraliza.
[i] Conforme el informe diario oficial al mediodía del 8 de abril de 2020, hay 1715 casos y 63 muertos.
Muy agudo mensaje,excelente articulo sobre la realidad en Argentina.
ResponderEliminarEl licenciado Roberto Utrero elabora un erudito informe de la actualidad Argentina, y algunas de las connotaciones de la pandemia del Corona Virus en el escenario mundial. Analiza las medidas que este gobierno de ARGENTINA está tomando, y desnuda la agitación mezquina que promueven los sectores de la oposición
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