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sábado, 23 de mayo de 2020

Chile bajo la pandemia: presente y futuro de la lucha popular

El manejo político y sanitario de la COVID-19 ,y su impacto en la sociedad, ha develado y ha dejado en evidencia que el gobierno de Piñera y la clase dominante han asumido al virus como un aliado político para impulsar una contraofensiva política, cuyo objetivo central es aplastar y “derrotar” al movimiento social popular.

Juan Carlos Gómez Leyton / Para Con Nuestra América
Desde Santiago de Chile

“Podemos (y debemos) alentar la construcción de espacios de reproducción social alternativos, no mercantiles, opuestos al autonomismo del valor… con una institucionalidad alternativa y de base,  entornos de autorrealización,  de desalienación; espacios de esperanza…  no se puede forjar el poder popular son estos espacios.”
(Miguel Mazzeo, Malestar en la Política, octubre 2019)

Desde el 18 de marzo de 2020 la sociedad chilena se encuentra bajo la condición de Estado de Catástrofe por pandemia de Covid-19. Al cumplirse el quinto mes aniversario del inicio de la rebelión popular del 18 octubre de 2019, el gobierno de Sebastián Piñera, por segunda vez en su mandato, establece el “Estado de Excepción” en el país. A los cinco meses de la insurrección, la sociedad chilena entro en una nueva coyuntura histórica-política. Esta tiene la particularidad de haber suspendido y poner en puntos suspensivos el proceso político abierto en octubre 2019. Tanto la rebelión popular y ciudadana como el proceso constituyente entran en receso político, pero no histórico. El primero que se deslizaba por un callejón político social radicalmente distinto y, de alguna manera opuesto al segundo; esto es, al proceso constituyente establecido por los poderes constituidos del Estado en diciembre de 2020 luego de Acuerdo por la Paz y Nueva Constitución de noviembre de dicho año, ambos procesos, entraron en “receso” hasta que la sociedad chilena se libre de la acción del COVID-19. Pero, lo que no ha entrado en receso ha sido la confrontación y la lucha clases implícita en la coyuntura rebelde abierta en octubre de 2019, esta ha cambiado su forma, pero no el fondo. Aunque el receso político ha favorecido, hasta ahora, a la derecha neoliberal en el gobierno.

El nuevo escenario político-histórico provocado por COVID-19 ha sido, a dos meses de la vigencia del Estado de Catástrofe, ampliamente favorable, desde un punto de político-institucional, al gobierno de Piñera. Este, fundamentalmente, por dos razones, por un lado, la ausencia efectiva de una oposición política y social, sobre todo, por el “temor” al contagio de parte de la ciudadanía, ha pasado a la ofensiva política. Y, ha logrado, en dos meses, lo que no pudo hacer en los cinco meses de rebelión popular y ciudadana: recuperar el control de la dirección política de la sociedad nacional.

El manejo político y sanitario de la COVID-19 ,y su impacto en la sociedad, ha develado y ha dejado en evidencia que el gobierno de Piñera y la clase dominante han asumido al virus como un aliado político para impulsar una contraofensiva política, cuyo objetivo central es aplastar y “derrotar” al movimiento social popular, imponer nuevas condiciones a la clase trabajadora, re-disciplinar a los díscolos sectores de capas medias en rebeldía, reforzar los mecanismos represivos del Estado neoliberal, en otras palabras, reparar todas la grietas abiertas en el muro de la dominación neoliberal provocadas por la rebelión de octubre de 2019. 

El reciente llamado realizado por el presidente Piñera a la conformación de un nuevo “pacto social” bajo su conducción para enfrentar, según él, a las dos pandemias: a) el Covid-19 y b) la recesión económica, es, sin lugar a dudas, la estrategia para cerrar/clausurar/ derrotar a la rebelión popular y, especialmente, el proceso constitucional. 

El movimiento social popular y ciudadano rebelde (MSPCR) se encuentra encerrado, confinado, en sus espacios territoriales y habitacionales, paralizado o con un muy bajo nivel de acción y movimiento. Articulándose en distintas formas en las comunas y poblaciones que no se encuentran bajo “cuarentena”, el movimiento busca mantener en pie el “animo” político de octubre. Podríamos sostener que la política popular volvió a sus espacios marginales y no ha tenido ninguna incidencia en la actual coyuntura pandémica.

Con la política popular nuevamente en los “márgenes” y sin protagonismo directo e incidencia en, que no sea, el que permiten las redes sociales y, sobre todo, con la ausencia total de una oposición política parlamentaria al gobierno. Todo se muestra favorable para la estrategia política del gobierno. 

Sin embargo, las cuarentenas comunales y regionales totales están abierto nuevas ventanas de oportunidades políticas y sociales para que el MSPCR se vuelva expresar y manifestar. Pues, la rebelión durante estos dos meses en estado de latencia. Y, son la mismas condiciones sociales, económicas y políticas generadas por el COVID-19 como por el gobierno las que potencian y promueven nuevas formas de lucha para los sectores populares. 
Las consecuencias sociales y económicas provocadas no solo por la acción misma de la pandemia si no, fundamentalmente, por un cúmulo de decisiones políticas-económicas adoptadas por el gobierno que favorecen y protegen al capital han repercutido negativamente en las condiciones materiales y humanas de amplios sectores de la población, específicamente, de la “plebe”, que comienzan a expresarse en alto niveles de desempleo, ausencia de ingresos, carencia de alimentos y productos de primera necesidad, encierros forzados, falta de atención y postergación de auxilios sanitarios, etcétera. 

Ante lo cual, los sectores populares vuelven a re-organizarse en los espacios territoriales: en ollas comunes populares para atender la falta de alimentación, por ejemplo. Y, coincidiendo con los dos meses de la pandemia, de los siete meses de la insurrección y los primeros tres días de la cuarentena total de la región Metropolita, la protesta por alimentación se hace presente en la Comuna de El Bosque y se extendió a la Comuna de La Pintana. 

Con la gesta popular de la comuna El Bosque, la rebelión social y popular de las y los condenados por el neoliberalismo inician, tal vez, una nueva fase de desarrollo en las luchas populares.

No obstante, esta reconstrucción territorial del MSPCR y la expresión de lucha popular de El Bosque, aquellos elementos que constituían una novedad y una virtud del movimiento, en la actual coyuntura se vuelven deficiencias para actuar políticamente cuando la calle y el espacio público no está disponible. Se requiere nuevas formas de organización y de representación-delegación para confrontar el poder constituido, sea este el gobierno o el legislativo. Al vaciar la calle y abandonar los espacios públicos, producto del Covid-19, donde la presencia de la rebeldía era un mecanismo de presión social y política, la rebeldía perdió dicha capacidad. Durante los cinco meses previos el MSPCR se articuló débilmente con la Mesa de Unidad Social, que se presenta como una plataforma de organizaciones sociales, es en realidad la expresión social tanto de partidos políticos de la izquierda parlamentaria como la izquierda extraparlamentaria, de manera que tampoco esa plataforma expresa al MSPCR. Por consiguiente, el encierro pandémico, desnuda las profundas debilidades del movimiento como de la rebelión de octubre de 2019.

Una de las debilidades políticas principales de la rebelión se encuentra en la heterogeneidad de actores y sujetos que concurren a ella. Está protagonizada tanto por los ciudadanos subpolíticos a los ciudadanos neoliberales tradicionales. No tuvo, como se sabe, una conducción ni dirección organizada, como tampoco un fin, sino diversos fines políticos e históricos. Para unos el objetivo político e histórico era poner fin al neoliberalismo, para otros, reemplazar la constitución política de Estado de 1980-2005, y con un sinnúmero de objetivos políticos menores y específicos. La insurrección de octubre 2019 constituyo una explosión multivariada de demandas, fue una expresión de deseos y aspiraciones de miles y miles de sujetas y sujetos activados por un grito anticapitalista, expresado por las y los jóvenes al evadir el pago del pasaje de El Metro.

Esa gran manifestación de contrapoder multitudinario se hizo sentir en la calle, pero, para luchar contra el poder establecido se requiere de un “poder político y social organizado”. Actualmente, ese poder no existe. Por ello, sostengo que la tarea política actual para la franja popular de la rebelión es la construcción de ese poder. Una vía era la construcción del poder constituyente popular revolucionario que se gestaba y se desarrollaba en los espacios territoriales y comunales previos a la aparición de la pandemia. Si bien, esta vía política no está del todo detenida, está en receso, por las condiciones sanitarias imperantes, requiere la expresión de un contrapoder, insisto, organizado. Lo cual obliga a las diversas organizaciones que participaron en la rebelión de octubre a construir una plataforma política visible que rete tanto al poder gubernamental como al poder legislativo, o sea, que confronté tanto al gobierno de Piñera como a los partidos políticos. Hay un vacío político que las y los rebeldes deben ocupar y actuar.

La construcción de poder contrahegemónico popular debe apuntar a construir, valga la redundancia, poder político que impulse tanto la destitución de los actores políticos gubernamentales como opositores que actualmente ocupan los espacios de poder tanto comunal, regional como nacional. Especialmente, hoy se requiere que el poder político del MSPCR se exprese en el espacio comunal, los Municipios, controlados por los administradores locales del neoliberalismo, o sea, de las y los alcaldes gubernamentales como de los partidos políticos opositores. 

No basta que en los espacios territoriales-comunales el MSPCR se manifieste la rabia o la ira popular, como la que hemos visto en la Comuna de El Bosque, se requiere con urgencia la constitución de poder popular que pueda en el corto plazo se haga del poder comunal para administrar los bienes y los recursos comunales en función de las necesidades de las poblaciones comunales. Se debe comenzar construir poder popular ya, ahora, no mañana ni cuando pase la pandemia. 

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