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sábado, 13 de junio de 2020

Cuando un acto brutal ultraja a todos

Cuando la pandemia haya concluido las causas originales de la crisis económica aún seguirán activas, puesto que tienen otro origen. Para cuando ello pase no será fácil definir si eso corresponderá a la vieja o a una nueva “normalidad”. 


Nils Castro / Especial para Con Nuestra América

Desde Ciudad Panamá


El 8 de junio pasado, el National Bureau of Economic Research ‑‑la máxima autoridad académica del estudio de los ciclos de la economía de Estados Unidos‑‑ dictaminó que ese país entró en recesión en febrero de 2020, por primera vez desde 2009. Pero la noticia se difundió con gato encerrado: el NY Times, la agencia AP y otros medios agregaron que ello ocurrió por el cierre de la economía norteamericana debido a la pandemia del covid-19, lo cual es mentira. Esa falsedad insinúa que el problema no radica en un agotamiento estructural de la economía norteamericana, sino en esta fortuita plaga biológica.
  

No obstante, los analistas suelen considerar recesión al efecto de dos cuatrimestres consecutivos de contracción económica, lo que sitúa los orígenes de la crisis económica en el último período del año 2019, antes de que ese virus entrase en escena. Sin embargo, para ese entonces los reportes sobre la inminencia de una recesión en Estados Unidos ‑‑y en Europa‑‑ ya eran frecuentes en la prensa internacional. Y para los latinoamericanos la cuestión era aún más evidente, porque nuestras economías ya venían de mal en peor desde mucho antes. 


Ese equívoco poco tiene de inocente. El primer enfermo por covid‑19 en Estados Unidos se anunció el 21 de enero de 2020 y fue un viajero que hacía poco había regresado de Wuhan al estado de Washington. Pero no fue sino hasta el 30 de enero y el 26 de febrero que los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) confirmaron el primer y segundo casos de pacientes sin exposición al virus por viajes o contacto con alguna persona infectada. Hasta esa fecha, los demás casos conocidos correspondían a individuos que recién habían visitado China. No fue sino al final de febrero, el día 29, cuando en el estado de Washington se dio la primera muerte por covid‑19 en Estados Unidos.[1]

 

Estadísticamente, la curva de los casos de enfermedad y de fallecimiento de víctimas de la pandemia en ese país permaneció baja hasta mediados de marzo, cuando se disparó, volviéndose muy alta en abril[2]. Por lo tanto, no cabe atribuir al covid-19 una recesión comenzada en febrero. Porque esa contracción económica surgió antes y debido a causas endógenas. Lo cual no es una observación casual: señala que cuando la pandemia haya concluido las causas originales de la crisis económica aún seguirán activas, puesto que tienen otro origen. Para cuando ello pase no será fácil definir si eso corresponderá a la vieja o a una nueva “normalidad”. 

 

Esto, obviamente, no implica que esta pandemia sea ajena al actual fenómeno. Al contrario, al expandirse ella enseguida aceleró la recesión, le imprimió insólita complejidad y agravó sus repercusiones. La suma de la recesión más la pandemia ‑‑con los efectos tanto de paralización de actividades como de alto riesgo de su reapertura‑‑ pronto implicó que la economía estadunidense retrocediese más aún, anticipando una caída adicional del PIB. La tasa de desempleo subió del 3.5% de enero a un 14.7% en marzo, la mayor registrada desde la Gan Depresión.[3]

 

El Banco Mundial afirma que esta será la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, ya que este año la economía estadunidense se contraerá un 6,1% y la de Zona del Euro un 9,1%, mientras que el crecimiento económico de China será un 1% más lento. Si bien el Banco espera que en 2021 la economía global pueda repuntar un 4.2%, la pandemia todavía será una amenaza para el mercado financiero y el comercio mundial. A su vez, la OCDE prevé una crisis mundial sin precedentes, con dos opciones: con o sin rebrotes al reiniciar actividades. Mientras, seguirá en la cuerda floja de la incertidumbre hasta tanto haya una vacuna al alcance de todos. Pero predice que el PIB mundial se contraerá un 7.5%, incluso si no hay rebrotes. 

 

Anthony Fauci, el principal responsable científico de la lucha contra el covid‑19 en Estados Unidos, advirtió que ese país “aún está en el inicio” de la pandemia. Aunque esta sigue causando estragos, los estados de la Unión continúan sin contar con un criterio unificado ni siquiera para aumentar los testeos, indispensables para combatir la enfermedad. Es un virus nuevo, fácilmente transmitible, que además de afectar las vías respiratorias puede causar otros daños a los enfermos, y Fauci se reconoce sorprendido por “lo rápido que se extendió por el planeta”. Los expertos reiteran que la falta de una estrategia nacional ‑‑cosa que el presidente Trump está lejos de aportar‑‑ deja a los estadunidenses librados al azar.[4]

 

Pero no todos la pasan mal. Según un informe del Institute for Policy Studies y Americans fo Tax Fairness, entre mediados de marzo y mediados de mayo ‑‑durante la cuarentena parcial‑‑ los estadunidenses más ricos aumentaron sus fortunas en 434 mil millones de dólares. Aunque hay quien dice que el virus no discrimina entre clases y fronteras, al mismo tiempo 38.6 millones de trabajadores perdieron su empleo en Estados Unidos, y el nivel de insuficiencia alimentaria creció.[5]

 

Como ha escrito el analista académico y ex secretario de Trabajo, Robert Reich, “Todos estamos enfrentando la misma tormenta, pero no todos estamos en el mismo barco. La desigualdad económica en Estados Unidos ha producido dos pandemias muy diferentes: en una, los multimillonarios se están aislando en sus yates en el Caribe, y las familias ricas pueden pasar la cuarentena en mansiones multimillonarias. En el otro barco está la gente que arriesga la vida por su empleo y las personas sin ingresos que están pasando hambre”. 

 

Más lacónico pero no menos elocuente fue el senador Bernie Sanders, quien comentó que “una nación no es sostenible cuando tan pocos tienen tanto mientras tantos tienen tan poco”.[6]


En semejantes circunstancias, cómo puede extrañar que el brutal asesinato de Geroge Floyd, como gota que derrama la copa, tras ultrajar a toda la sociedad, movilice a millones de mujeres y hombres blancos, latinos, indígenas, mestizos, capas medias, trabajadores, empleados precarios e intelectuales de todo color, junto a los negros, igualmente hartos de semejante régimen de extrema desigualdad y múltiples discriminaciones, que insiste en retornar a su “normalidad”, a la cual ‑‑crisis tras crisis‑‑ una y otra vez quiere volver. 



[1]. Estos datos pueden cotejarse en Wikipedia, artículo “Pandemia de enfermedad por coronavirus 2019‑2020, leído el 8 de junio de 2020.

[2]. Dato tomado de la sección Coronavirus briefing, del NY Times del 9 de junio de 20202. 

[3]. Aunque el desempleo bajó a un 13.3% en abril, continúa siendo peor que el causado por cualquier recesión desde la posguerra. 

[4].  Ver “Estamos en el principio de la pandemia”, en Página 12 del 11 de junio de 2020. 

[5]. Ver David Brooks, “Cuarentena en Estados Unidos: 600 millonarios más ricos y 38 milloes sin empleo”, en La Jornada del 25 de mayo de 2020.

[6]. Idem.  

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