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sábado, 13 de junio de 2020

Una enorme responsabilidad política

Como no podía ser de otra manera,  en nuestros tiempos de hiper-conección  y comunicación virtual, abundan, en los medios masivos  y las redes,  múltiples opiniones, y elucubraciones de las más variadas, sobre la pandemia que nos afecta globalmente.  Particularmente, desde hace un tiempo, empezaron incluso a proliferar  especulaciones acerca de: ¿Cómo será el mundo  de la “post-pandemia”?


Mariano Ciafardini / Especial para Con Nuestra América

Desde Buenos Aires, Argentina


Al respecto,  y desde una posición de compromiso político, debe afirmarse, contundentemente, que  el mundo post-pandemia depende de lo que hagamos, nosotros mismos, como sujetos políticos,  ahora, durante la pandemia. Dicho más concretamente, depende de las formas concretas de acción “estatal-gubernamental” que los pueblos logren imponer a (a través de la lucha), o articular (más o menos armónicamente) con los gobiernos de sus países, ante la pandemia y sus consecuencias sanitaria, económicas y sociales. El que se trate de un tipo de acción o de otra (confrontación o articulación)  dependerá  del carácter que tenga esa relación pueblo-gobierno, en cada lugar, en este preciso  momento (actualmente, por ejemplo, en Latinoamérica, es radicalmente distinta la relación pueblo-gobierno en Argentina que en  Brasil o Chile). En unos casos es posible la participación, el diálogo  e incluso  el aporte de las organizaciones y partidos  populares  con el gobierno nacional, o local, ayudando  en la implementación de las medidas decretadas ( controles, distribución de elementos o alimentos, difusión de información pertinente etc. ) omarcando rumbos, principalmente en cuanto a la cuestión económica y de los derechos civiles. Y, en los otros casos,  no queda otra alternativa que continuar la lucha popular,  incluso en las calles, para torcer la mano de gobernantes irresponsables y reaccionarios, e imponer, en forma urgente, nuevos rumbos  a las gestiones,  tanto en lo sanitario cuanto en lo económico.

 

En los países de Europa Occidental en los que la pandemia ha causado numerosas víctimas que se podrían haber evitado  si se hubiera privilegiado la protección de la salud y la vida de los habitantes y no se hubiera especulado tanto con la “afectación de la demanda” y la sostenibilidad del consumismo, los pueblos no pudieron evitar  esa actitud “malthusiana” de los gobiernos, que recién empezaron a tomar las medidas correspondientes ante la evidencia del desastre y del hecho, por otra parte obvio, de que la demanda iba a caer inevitablemente  con cuarentena o sin ella. Les será difícil a estos pueblos,  a menos que haya ya una  respuesta de masa  con grados de organización importantes,  enfrentar el ajuste neoliberal, que ya están programando y aplicando estos gobiernos. Actuaron neoliberalmente durante la pandemia y seguirán actuando en la misma forma cuando la pandemia pase.  

 

Lo mismo ha pasado en otras áreas del mundo aunque también es cierto que, en muchos países, los gobiernos han tomado las medidas sanitarias correctas y esto los ha llevado  a incluir necesariamente medidas de ayuda social imprescindibles y necesarias. En estos casos se abre una posibilidad para que las fuerzas políticas más avanzadas  y las masas populares re-articulen nuevas formas de relación pueblo-gobierno, que los lleve a enfrentar la recesión en forma virtuosa, es decir,  con protección  de los más necesitados, recurriendo a la carga fiscal de los más ricos y “reperfilando” las deudas externas o dejando lisa y llanamente de pagarlas en algunos casos, etc. etc. . Y, sobre todo, apostando al desarrollo de las economías nacionales.

 

Pero lo más destacable de este escenario pandémico mundial es la evidente superioridad de los países socialistas ( o que están en proceso de construcción de un sistema socialista) para enfrentar tanto la grave crisis sanitaria como para proteger económicamente a toda la población sin exclusiones Como ejemplo vamos a nombrar solamente  a China, a Vietnam y a Cuba aunque hay varios más tan ejemplares como ellos  pero en el Caso de China y Cuba debe señalarse además que han tenido resto  (y voluntad política) para enviar ayuda al resto del mundo. No puede caber dudas de que si hay algún modelo de forma de vida y mundo sustentable en el futuro el camino lo están señalando esto procesos políticos  aunque haya obviamente todavía una gran cantidad de problemas y desafíos a enfrentar , entre ellos el de la sustentabilidad ecológica del planeta. De todos modos es obvio que este problema no tiene solución  en el marco de una o dos naciones por más poderosas económicamente que sean sino que necesitan del concurso armonioso y cooperativo comunitario de la mayoría de los países del mundo. En ese sentido ya China ha lanzado el guante al plantear la necesidad  de una comunidad de salud mundial  lo que podría extenderse  a otras problemáticas como la ecológica  y la tal vez más importante  y de la que dependen todas la otras  la económico-política[1].

 

Con lo que venimos diciendo debe quedar claro entonces   que, cuanto más racional,  humanista y solidarias sean las decisiones y las acciones por parte de los estados nacionales,  que se logren  establecer  o conquistar, durante la pandemia (insistimos, ya sea por la fuerza de la lucha, en caso de gobiernos reaccionarios, o articulaciones, más o menos virtuosas, en los caso de los gobiernos populares y progresistas), más perspectivas habrá de que  la situación post pandemia, en el país de que se trate, pueda transitar por caminos más democráticos, progresistas e incluyentes. Esto es,  en realidad, teoría política de manual. El grado de humanismo y solidaridad e inclusión social que se alcance (por imposición  o por articulación) en la gestión gubernamental durante la pandemia, será determinante a la hora de afrontar la gravísima situación económica en la que quedarán (están quedando) todos los países del mundo, casi sin excepciones, después de la pandemia. Una respuesta racional (que atienda los criterios científicos más avanzados), humanista, solidaria y comunitaria, a la pandemia, creará condiciones favorables para avanzar   en el mismo sentido, político y económico,  a la hora de que los gobiernos deban empezar a tomar la decisiones  de fondo, en cada país, para enfrenar la  profunda recesión mundial, que ya se cierne sobre el planeta. Obviamente siempre y cuando  la presencia y la acción política de las organizaciones populares se mantengan y profundicen. Por el contrario en los países en los que los gobiernos reaccionarios y neoliberales  logren mantener su estrategia utilitarista-neoliberal, poco podrá esperarse de ellos en  cuanto al modo de encarar la crisis económica. Harán recaer sobre el pueblo todo el peso del ajuste económico. Y la lucha  popular deberá seguir en los mismos términos en que se venía dando  hasta antes de la pandemia.

 

Un momento político excepcional

 

 Pero además, esta pandemia,  más allá de la desgracia que constituye, en sí misma, para los pueblos, también los pone frente a  una   oportunidad  única, de nuevo tipo,  para llevar la acción política (popular) a otro nivel, a un nivel determinante, que es el del plano internacional,  el plano global. Hoy más que nunca las soluciones políticas y económicas para los pueblos dependen, no solo de lo que se resuelva en el ámbito nacional, sino del contexto internacional, en que esas naciones se desenvuelven y  con respecto al cual toman sus decisiones particulares.

 

La pandemia afecta a todo el mundo,  y nunca antes fueron tan necesarios acuerdos globales para  atender las emergencia de los sistemas de salud y las urgencias económicas que ya se están viviendo por la situación creada. En este sentido los partidos y organizaciones políticas y sindicales y organizaciones de la sociedad civil y personalidades de la vida política académica social deportiva  artística y cultural,  tiene como responsabilidad inmediata  (junto con la de acompañar a los pueblos de sus respectivas naciones en esta encrucijada) la de llevar sus acciones al plano internacional. En ese sentido, aparece como imperiosa la interpelación a los gobernantes de todos los países del mundo en su conjunto, como colectivo político, que tiene la obligación moral y política de sacar a la humanidad entera y sin exclusiones del atolladero actual. 

 

Podría, por ejemplo comenzar a pensarse   en un llamamiento unificado de partidos y organizaciones políticas populares y progresistas de todo el mundo (se podrían incluir organizaciones sindicales , de la sociedad civil  y personalidades a título individual),   a que  los gobernantes , o al menos los gobernantes de las principales potencias mundiales (entre las que obviamente tienen que estar tanto China como EEUU),  en lugar de enfrentarse, acusarse o competir, en medio  de la situación desesperante, generada por la propagación del virus, se auto-convoquen, ya, a un acuerdo-compromiso, en relación a acciones concretas, urgentes, coordinadas y complementarias, indispensables para salir adelante de la gravísima situación sanitario económica  en que se encuentran hoy prácticamente todos los países del mundo.

 

Los puntos de ese compromiso que se reclame  podrían ser los aprobados por la última reunión del Grupo de Trabajo del Foro de San Pablo realizada el pasado mayo con los agregados y/o modificaciones que el concierto unitario de organizaciones y personas que se logre formar considere necesarios  y nos animamos a proponerlas  ya que, teniendo en cuenta la obviedad de lo urgente frente a la pandemia y la recesión económica, creemos que no puede  haber demasiadas disidencias al respecto entre los partidos y organizaciones de los distintos países del mundo aún dentro de un amplio espectro ideológico. Los puntos a los que nos referimos son  los de que en una articulación común a nivel internacional los gobiernos auto-convocados se comprometan a: 1) Garantizar  la producción y distribución de insumos para uso médico en la atención de pacientes con Covid19, de modo que estos lleguen, en primer término, a los lugares y personas más necesitadas, particularmente trabajadores de la salud y en segundo lugar a toda la población  que los necesiten ( no hay que olvidar que en muchos países la ola del virus recién está empezando a crecer). 2) Garantizar que,  en cuanto se haya descubierto la vacuna probada científicamente contra el coronavirus  o cualquier tipo de cura aprobada por la OMS,  las drogas correspondientes se produzcan y distribuyan atendiendo, en primer lugar, a las regiones más necesitadas y, finalmente,  se hagan accesibles a toda la población global. 3) Generar un plan mundial de ayuda económica hasta la salida de la crisis sanitaria y económica mundial que garantice,  a todos los habitantes del planeta que lo necesiten, una renta básica  para que puedan acceder a los insumos básicos de agua potable, alimentos, medicación, educación, vestimenta y  vivienda,. Dicho plan debería obviamente estar en articulación complementaria  con los programas ya existentes al respecto  en los distintos países. 5) Mantener la paz mundial,  des-escalando los conflictos armados existentes y evitando el surgimiento de cualquier otro, cesando todo bloqueo económico o política de aislamiento  y optando en todos los casos por la negociaciones y los acuerdos.

 

No creemos exagerar  al decir que es responsabilidad urgente de los partidos y las organizaciones políticas del mundo,  que se consideren auténticamente humanistas, progresistas, populares  y/o solidarios,  empezar ya a promover un  llamamiento en el sentido indicado.

 

Distinto será el mundo post-pandemia si ese llamamiento llega a concretarse o no. El solo hecho de que se logre efectuar  un amplio  llamamiento, aún  independientemente  del eco institucional que tenga,  ya implicaría un nuevo status  de la unidad política mundial por la solidaridad y la inclusión social.  Y, obviamente,  muy distinto será el mundo post pandemia si a partir de ese llamamiento los gobiernos del mundo (o al menos los de un grupo de países) acuerdan esa acción colectiva y coordinada. Se habrá llegado a una situación cualitativamente superior en el plano internacional en lo que concierne a la paz, el respeto de los derechos humanos  y ¿porque no? al comienzo de  la construcción de una verdadera comunidad de naciones. 

 

Como  ha sido  dicho, no se trata solo  de describir la situación y especular como serán las cosas en el futuro, sino de hacer algo para transformar la situación misma, ahora.



[1]  Una comparación  que resulta más que elocuente es la que se puede hacer en tre la República Popular de China y los EEUU de Norteamérica. Veamos China: al advertir  la existencia de un virus  desconocido y que se propagaba  empezando a tener causas letales, el gobierno chino , luego de un tiempo de hesitaciones  totalmente comprensibles  frente a algo de lo que no se tenía experiencia alguna  y con un alto grado de responsabilidad declaró en cuarentena a 50 millones de personas y dio aviso a la Organización Mundial de la Salud, la que, a su vez, comunicó la situación al resto del mundo. Se pude entrar en  el debate sobre si el gobierno  del país asiático (y el Partido Comunista chino)  actuó o no con la suficiente rapidez,  pero nunca se llegaría a una conclusión definitiva, particularmente por la excepcionalidad de la situación  y las graves consecuencias que tiene el hecho de dar una falsa alarma sobre estas cuestiones. A partir de allí,  el gobierno chino, en una armonía total con el pueblo de la República Popular,  que obedeció tajantemente todas las directrices  dadas por el gobierno,  tanto nacional como de las provincias, controló la pandemia en un punto que lo pone entre los países con mejores resultados  y el mejor de todos si se compara infectados y muertos cada un millón de habitantes. Junto con esas exitosas medidas internas  el gobierno chino comenzó a enviar ayuda médica  y de equipamiento sanitario todos los países que la requirieran, llamó a crear una comunidad mundial sobre los temas de salud  y  se comprometió a declarar bien público universal la vacuna contra el virus  que se descubra en China. Absoluta racionalidad, sentido común, humanismo y solidaridad. 

El gobierno norteamericano   , displicentemente, las recomendaciones de la OMS, y cuando la pandemia empezó a hacer estragos  en el territorio norteamericano, comenzó  a dar indicaciones confusas y contradictorias sin  plan  común,  ni articulación alguna, entre el gobierno  federal y los estados , por el contrario  se expandió un clima de querellas, contradicciones y disputas vergonzantes. Al seguir aumentando las víctimas,  a un punto en que los datos pusieron  a EEUU en el  primer lugar absoluto de infectados y  muertos, muy por encima de los demás países , la reacción de Donald  Trump ha sido la de¡ echarle culpas! al gobierno chino y a la Organización Mundial de la Salud ( es decir a los dos actores esenciales e imprescindibles para combatir hoy la pandemia y con los que tendría  que articular en primer término  para disminuir el número de muertes  en su población). El mandatario norteamericano no se ha privado, tampoco,  de recomendar,  él mismo, a través de ¡Twitter! , medicamentos contra la enfermedad no aprobados por la comunidad médica mundial y se ha notado permanentemente en sus acciones concretas  de gobierno  la mayor preocupación  por la continuidad de la actividad  económica  y del consumo  y   una evidente insensibilidad por la vida de los habitantes de su país. Y como si esto fuera poco, hoy,  el gobierno norteamericano  enfrenta una de las más masivas y extendidas rebeliones populares,  por la discriminación racial y la brutalidad policial, pero que  en  realidad expresa la queja  de  amplios sectores  populares  por la discriminación económica  y la exclusión social. Con 40 millones de desocupados EEUU  se enfrenta  a una recesión  que podría hacer caer el PBI en porcentuales de dos dígitos o cerca de ello.  China hoy se dispone a seguir creciendo “modestamente” y cumplir con su palabra de que no  haya más pobres en su territorio en el año próximo.  

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