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sábado, 15 de agosto de 2020

Argentina: Entre la cruda realidad y la esperanza

El día a día muestra los estragos que hace el virus a su paso. Todas las medidas aconsejadas, cumplidas y por cumplir, se estrellan con los infiltrados. Aquellos infectados asintomáticos que van contagiando a quien se les cruce en el camino, conscientes o no. Se tomaron todas las medidas a tiempo y sin embargo, a  cinco meses del comienzo de la pandemia, las curvas crecen como la necesidad laboral de mucha gente.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


En todo este tiempo, lo más difícil de mensurar ha sido justamente el tiempo. Hizo un año el 11 de agosto de las PASO que dieron vuelta el escenario político y ese espacio de doce meses parece un siglo. Resultado que aquella noche dejó sin palabras a propios y ajenos. El entonces presidente Macri se enojó con los votantes y al día siguiente que era lunes, dejó escapar el valor del dólar e hizo estragos en la inflación porque los alimentos cotizados en esa moneda, se fueron a las nubes. Era cuando afectado por el escrutinio nos recordaba que “podía volverse loco” y ser muy malo. Fue una semana decisiva; antes de que terminara, se fue Nicolás Dujovne, el ministro de economía que había firmado el desastroso acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, dejando una deuda impagable. Luego le sucedió Hernán Lacunza, que era ministro de hacienda de la Provincia de Buenos Aires que ya, con los resultados a la vista “reperfiló” la deuda, palabra con que bautizó el default.

 

Llevamos nueve meses de un nuevo gobierno y la mayor parte de esos meses en pandemia. La semana pasada se negoció parte de la deuda, ahorrándose 45.000 millones y logrado reducir el pago entre 2021 y 2024, como exponíamos la semana pasada.

 

Ahora se anuncia el convenio con Oxford y los laboratorios argentinos AstraZeneca, la fabricación conjunta con México y el apoyo de la Fundación Carlos Slim, la vacuna contra el Covid 19 para toda América Latina, con excepción de Brasil, con un costo entre 3 y 4 dólares, disponibles para el primer semestre del año que viene. Esto a un día del anuncio del presidente ruso Vladimir Putin del descubrimiento de la vacuna bautizada como Sputnik 5 en alusión al primer cohete lanzado al espacio por la URSS en plena guerra fría y que dio nacimiento a la carrera espacial entre las dos potencias hegemónicas de entonces.

 

En carta, el presidente Fernández a Putin, saludándolo por este alentador suceso, rescataba que la lucha por la pandemia debía regirse por el principio de la solidaridad, coincidencia previamente planteada por ambos países en foros multilaterales, en especial el G20. Principio humanitario e igualitario que viene partiendo las aguas en todo este tiempo aciago en que las sociedades han visto expuesta su salud en torno a las diversas políticas estatales en conflicto con los intereses de las grandes multinacionales. Conglomerados entre los que se encuentran los laboratorios que esperan sacar rédito del flagelo. 

 

Esto plantea una diversidad de precios en todos los desarrollos científicos y técnicos en torno a la vacuna y sus dosis, como también quiénes serían los destinatarios de la misma. En este sentido, un adelanto también expuesto en la exposición presidencial citada, las primeras dosis serán administradas a los habitantes de mayor riesgo: adultos mayores, personal de la salud y seguridad y luego al resto de la población conforme vayan llegando vacunas. También se anticipó que esta vacuna cubriría un año y no sería necesaria una dosis de refuerzo.

 

El ministro de Salud, Ginés González García, más optimista se aventuró a asegurar que la vacuna estaría disponible para el 20% de la población, cerca de 9 millones de personas, en el primer trimestre del año entrante. 

 

Todo esto dicho dentro de un crecimiento de los contagios y el peligro de estar llegando al límite en ocupación de camas de terapia intensiva en los conglomerados urbanos en que se distendió la población y las medidas no se ajustaron al rigor del momento. Mucho han colaborado las falsas exhortaciones de los dirigentes de la oposición a la libertad y la preservación de los derechos individuales dentro de las garantías constitucionales. Celebradas y difundidas por los medios hegemónicos que despliega su amplia red de periodistas alineados distribuidos por todo el territorio nacional.

 

Más allá del obsceno discurso negador y artero, lo cierto que el convenio firmado obedece a un trabajo amplio y complejo de científicos, técnicos e investigadores impulsados por un Estado presente que ha sabido articular los recursos del sector público y privado a través de un diálogo constante. Un gran logro dentro de una infraestructura inexistente a comienzos de año o dedicada a otros campos de la investigación y producción de vacunas o medicamentos. Hecho que ubica al país en un lugar destacado en desarrollo científico, en un momento en que han sido necesarios todos los profesionales formados o en formación para este tipo de tareas tan específicas y urgentes. Momento en que la solidaridad y la igualitaria distribución de los beneficios preventivos ha resurgido y generado acciones colectivas.

 

No hay otra manera de salir de esta pandemia que unirnos todos a favor de la vida, más allá de países, credos, colores o cualquier diferencia epidérmica. No es una simple expresión de deseos, es una necesidad surgida de la reflexión colectiva de muchos pensadores preocupados por esta crisis civilizatoria que nos arrastra a la extinción y que viene lanzando sus gritos desde mitad del siglo pasado, o más atrás aún. Crisis que ha terminado concentrando la riqueza en pocas manos y sometiendo a la miseria y al hambre a la mayor parte de la población mundial. Fenómeno vergonzoso que ha estallado en esta pandemia, donde algunos poseedores de la vacuna pretenden continuar enriqueciéndose con ella. Hecho vil que no escapa a nadie, pero que no puede avasallar a la esperanza colectiva.

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