Hay que tomar con reserva los anuncios sobre vacunas y remedios milagrosos. La hidroxicloroquina, el dióxido de cloro y otros medicamentos no sirven y son peligrosos. La vacuna rusa no estaba entre las cinco reportadas ante la Organización Mundial de la Salud que se encuentran en la fase 3 de experimentación (aplicación en miles de seres humanos).
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En Estados Unidos, los anuncios sobre remedios milagrosos tienen su origen en la política más que en la geopolítica. Donald J. Trump busca desesperadamente remontar el panorama adverso ante su reelección y esto lo ha llevado a hacer anuncios ridículos como afirmar que el detergente Lysol podría eliminar el virus del organismo humano. Un descubrimiento estadounidense de una vacuna contra este coronavirus, levantaría al presidente de la lona en donde hoy se encuentra.
En México la pandemia y la manera de combatirla por el gobierno progresista se ha convertido en la principal arma de la derecha y de la ultraderecha. Los grandes medios de comunicación, hoy neutralizados por las redes sociales, no cesan de difundir que el gobierno ha enfrentado de manera pésima a la peste. Sus tres argumentos son el número total de muertos, el uso del cubrebocas y la aplicación masiva e indiscriminada de pruebas. México estaría en números absolutos en el sexto lugar en materia de contagios totales y en el tercer lugar en número de muertos. Este argumento es mañoso porque compara números totales entre países con cifras poblacionales dispares. Si el cálculo se hace en base a muertos por millón de habitantes, México ocupa el lugar número 11, entre otros debajo de Bélgica, Estados Unidos, Suecia y Francia. El uso del cubrebocas es solamente auxiliar (el virus también entra por los ojos) a las medidas eficaces como la distancia social y el confinamiento. La aplicación de manera indiscriminada de pruebas es inútil (con mayor razón si son las “rápidas”, imprecisas en un 50%): alguien que salga negativo a los 5 minutos se puede contagiar.
Hay que tomar con reserva los anuncios sobre vacunas y remedios milagrosos. La hidroxicloroquina, el dióxido de cloro y otros medicamentos no sirven y son peligrosos. La vacuna rusa no estaba entre las cinco reportadas ante la Organización Mundial de la Salud que se encuentran en la fase 3 de experimentación (aplicación en miles de seres humanos). Así las cosas, política y geopolítica aparte, tendremos que seguir esperando hasta finalizar el año.
El autor está desinformado. Por ejemplo, en el caso de Guayaquil, después de la tragedia filmada y fotografiada se distribuyó masivamente hidroxicloroquina (junto con el antibiótico azitromicina). La mortalidad cayó drásticamente de unos 460 muertos diarios en mayo a uno o incluso ninguno a principios de abril. No se trata de simpatizar con el mandatario brasileño Jair Bolsonaro, pero se le bloqueó el uso de hidroxicloroquina. Cuando se logró desbloquear, Bolsonaro fue el primero en curarse y ahora la situación en Brasil está estable y con la mortalidad a la baja. Ejemplos hay muchos. El asunto del dióxido de cloro es otro y no fue entendido, ya que esta sustancia usada en gárgaras, nunca tomada, bloquea el paso del virus de la garganta a los pulmones. Es grave negar que existen curas ya probadas contra la Covid 19, incluyendo el antirretroviral ruso Avifavir (es el favipiravir japonés).
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