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sábado, 8 de agosto de 2020

Perú, sin oxígeno: una vacuna contra la CONFIEP

El Perú, como el mundo entero, aguarda ansiosamente la producción de una vacuna contra el COVID19. No tardará en llegar. Ya hay evidencias esperanzadoras de pasos decisivos en ese sentido. Pero lo que más necesitará el país es una vacuna contra la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP), contra la gran empresa, contra el modelo económico, mucho más mortal que el COVID19 y que subsistirá a la pandemia como no lo podrán hacer miles de peruanos y peruanas.


Paulo Barrera Rivera / Especial para Con Nuestra América


El 28 de julio último el Perú cumplió 199 años de vida republicana.
 Los últimos 30 corresponden al establecimiento de una economía neoliberal, que beneficia a las grandes empresas y exige mínima o nula intervención del Estado en la economía. En esa dirección fueron todos los gobiernos, desde el primero de Alberto Fujimori al inicio de los años noventa hasta el actual gobierno de Martín Vizcarra. En esas tres décadas el Perú se convirtió en un émulo del ensayo neoliberal de Chile, país en el que el envidiable crecimiento económico llevó a una explosión social, sin precedentes, antes del inicio de la pandemia. Son 30 años de bonanza económica, para las grandes empresas en el Perú, interrumpidos por la pandemia que desvela violentamente una sociedad profundamente desigual, racista y patriarcal.  

El último 3 de agosto el renovado gabinete ministerial de Martín Vizcarra se presentó ante el Congreso, expuso su plan de gobierno y solicitó, como lo indica la Constitución de la República, el voto de confianza del Congreso. Por motivos e intereses diversos, de congresistas y partidos, el Congreso le negó el voto de confianza al nuevo gabinete ministerial del Presidente Vizcarra. Las razones detrás de los votos (a favor, en contra o de abstención) poco importan. En el actual contexto, más que nunca, la cuestión de fondo es la vida de los más vulnerables versus la salud de la economía. La pandemia ha colocado a los gobiernos frente al delicado dilema de salvar vidas o proteger la economía. Protección social y económica a los más pobres o preservación de la salud de las grandes empresas. ¿Es posible dudar frente a ese dilema? No si se tiene un mínimo de sensibilidad frente a miles de vidas sacrificadas; la gran mayoría de población más vulnerable. El discurso presentado ante el Congreso por el Presidente del Consejo de Ministros (PCM) Pedro Cateriano, permite analizar esa cuestión. 

 

A despecho de singular retórica y reforzado lenguaje populista, las 45 páginas del discurso del PCM, si leído con cuidado, muestran un nítido pacto con la gran empresa. Mucho antes que el COVID19 el “crecimiento económico” de las últimas décadas les niega derechos básicos a millones de peruanos. La pandemia que acomete al planeta está demostrando en Perú, de forma diáfana como nunca antes, la enorme desprotección de la mayor parte de la población. Y estamos tratando aquí de una de las economías más saludables de América Latina. Lo que comprueba que cuanto más saludable la economía menos la protección social y económica de su población. La pandemia apenas ha colocado al desnudo, de sopetón, la perversidad del sistema económico neoliberal y el discurso en cuestión no logra ocultarlo. 

 

El título del discurso del PCM es frío como la muerte: “En la crisis, esfuerzo y unión”. Sin calor, sin amor, sin sentimiento, sin dolor. Parece que ni hay pandemia en el Perú. Título frío como una piedra (“Pedro” se llama el PCM). Es para la CONFIEP (Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas), que precisamente el 28 de julio su Presidenta (María Isabel León) anunciaba lo que esperaba del discurso presidencial: “destrabe de grandes obras de infraestructura, necesarias para la reactivación económica”. Al mismo tempo reclamaba de la siguiente manera: “la excesiva regulación de diversas instancias de la administración pública y la falta de urgencia de las autoridades no permiten que se avance con el desarrollo de los proyectos, a pesar de la crisis originada por el Covid-19”.[1] En plena pandemia y con el número de víctimas en aumento record la CONFIEP quiere amplia libertad para ejecución de proyectos mineros. Sin piedad, sin pudor, sin humanidad quiere pescar en río revuelto. 

 

Los intereses de la CONFIEP son un eco permanente en el discurso del PCM. Para él se trata apenas de una “crisis”, como otras. Con “esfuerzo y unión” luego pasará. Cerca de 30 páginas (de las 45) del discurso son dedicadas al segundo punto: “Crear las condiciones para relanzar nuestra economía”, cuyo argumento articulador es “la inversión privada como motor del crecimiento económico” (p.11). El primer punto del discurso es un “engaña muchacho”. Aunque aparece en primer lugar no es el primero. No es prioridad, aunque se titule “Lucha frontal contra la pandemia”. Escasas 3 páginas le son dedicadas a la cuestión. Y cuando en la introducción se anuncia ese punto, contradictoriamente, dice “priorizando la salud de todos los peruanos”. Si es para “todos” no hay prioridad. Lo cual es grave en un país donde sólo una minoría tiene acceso a servicios de salud de calidad. Más grave aún por el chantaje criminal de las clínicas particulares que exigían precios astronómicos. 

 

Es ilustrativo la frecuencia en el uso de términos claves en el discurso del PCM, que escojo aleatoriamente. “Minería” es usada 29 veces. Por coincidencia, “COVID” también aparece 29 veces. Claro que la primera es mucho más mortal y el país no ha encontrado (tendrá que hacerlo, ¡tenemos esperanza!) una vacuna para la misma. “Clínicas” es usado solamente 2 veces en el discurso del PCM. Pero no se ilusionen: una aparece en la frase “historia clínica electrónica” (p.5) y la otra en “características clínicas del virus” (p.6). ¿Sobre las clínicas privadas?, silencio de cementerio. La palabra “oxígeno”, que a lo largo de la pandemia ha significado cotidiano drama de miles de abandonados por el Estado, aparece una sola vez y para referirse al “Ángel del oxígeno” (todo peruano/a sabe de lo que se trata). Los demonios que monopolizan el comercio del oxígeno en el país (“Linde Praxair” y “Air Products”), exclusivos proveedores del Estado como lo ha denunciado Ojo Público y La Defensoría,[2] no aparecen en el discurso. 

 

Conviene citar literalmente, por su descaro, dos frases del PCM: “Para quienes creen que la extracción produce daños ecológicos, hay que indicar que en la actualidad la tecnología permite que esto no ocurra…” (p.18). ¡Qué osadía!, ¡qué afrenta! la del PCM. La afirmación esconde un racismo. Los peruanos y peruanas que sufren y mueren con la contaminación de los ríos y la destrucción de la Amazonía estarían engañados. Son “creencias”. La minería no produce daños ecológicos o, en todo caso, quien cree en esas leyendas está desactualizado de los avances tecnológicos. No. El PCM no puede estar hablando del Perú. Ni del pasado ni de la actualidad. Intenta esconder hechos criminales de la gran empresa, como “Doe Run” y los 67 mil metros cúbicos de relave minero que afectaron el río Mantaro el año pasado, para citar apenas un ejemplo reciente.[3]

 

Sin embargo, las dimensiones del desastre ecológico en el Perú no le permiten al PCM negarlo. Al final de la página 17 él mismo afirma que hay “un desastre ecológico”, pero que habría sido producido por “la minería ilegal”. Luego en la  página 18, continúa orondo: “Somos un país bendecido por atesorar en nuestros suelos, en nuestro ande una gran cantidad de minerales valiosos que pueden y deben ayudar a desterrar la pobreza del Perú”.[4] ¡Qué cristiano!, ¡Qué patriota!, ¡Qué optimista!. Es, en realidad, grosera hipocresía de quien bien sabe que las más grandes empresas mineras que operan en el país son extranjeras. De ahí el recurso retórico de enfatizar el plural “nuestro” y “somos”. Es necesario aquí ceder lugar a la respuesta precisa a ese falso patriotismo, hecha por una mujer, la congresista María Céspedes, del FREPAP (Frente Popular Agrícola del Perú), a esa parte del discurso: “Yo quisiera que usted le pregunte a los de la provincia que hoy están en problemas, como es Espinar, si la minería es una bendición. Yo sé que le responderían que la minería no es una bendición, sino que la minería es una maldición, ¿y sabe por qué? porque donde antes corrían aguas cristalinas y pescaban truchas para comer, hoy corre agua contaminada”.[5] Cateriano vive en otro mundo. Es otro el Perú del cual habla en su discurso. El emplazamiento de Céspedes a Cateriano se hace más significativo por otros dos hechos. Uno anterior al discurso y otro posterior al mismo. Primero, tanto en el discurso del Presidente Vizcarra (el 28 de julio) como en el de Cateriano (que aquí nos ocupa) el gravísimo problema de la violencia contra las mujeres en el país,[6] potencializado durante la pandemia por la convivencia con el agresor obligada por la cuarentena,[7] está ausente o minimizado. Céspedes es vocera oficial, líder de su partido en el Congreso; en ese sentido representa una mujer empoderada a la que una cultura patriarcal ningunea, menosprecia, discrimina y agrede (como veremos en seguida). Al día siguiente a la negación del voto de confianza el entonces ex - PCM fue entrevistado en el programa “A pensar más” (dirigido por la periodista Rosa María Palacios) de Radio Santa Rosa. En esa entrevista Cateriano llamó repetidas veces a la congresista María Céspedes de “agresiva”, de “fanática religiosa”, de “muy desinformada”, de “congelada ideológicamente en economía”, de “peligrosa”, de tener “confusión absoluta”. Y a su partido, el FREPAP, lo llamó de “secta religiosa” y “partido teocrático”. Todo ese ramillete de “flores” con la complacencia y acuerdo de la periodista. 

 

La responsabilidad de los votos que decidieron la (mala) suerte de Cateriano, es apenas un detalle, pero significativo. Frente a la muerte real, aterradora, cruel, impiedosa en la que vive el país, no cabía medias respuestas. El Partido Morado, Somos Perú y FP votaron igualmente y en bloque a favor de ese pacto con la muerte. Ninguna sorpresa al respecto. Junto con las abstenciones egoístas y cobardes (AP, APP) expresan, una vez más, la histórica opción de las derechas. No se trata de abstención por duda y sí por intereses. Tan inaceptable las abstenciones como el voto a favor del proyecto de las élites empresariales. La página 19 del discurso del PCM es la parte más expresiva de un proyecto a favor de la CONFIEP. Esa página está plaga de evidencias. Citamos algunas: “También resulta necesario aplicar correcta y oportunamente la regulación sobre consulta previa y reducir por lo menos en seis meses el proceso”, “se ha decidido trabajar de inmediato en la simplificación de procedimientos de entidades que tienen impacto y participan en los procesos de autorizaciones mineras”, “este mismo trabajo se realizará también para el subsector hidrocarburos y tiene como finalidad eliminar trabas y cuellos de botella y reducir plazos y requisitos innecesarios para incentivar la productividad de las empresas del sector minero energético”. 

 

El Perú, como el mundo entero, aguarda ansiosamente la producción de una vacuna contra el COVID19. No tardará en llegar. Ya hay evidencias esperanzadoras de pasos decisivos en ese sentido. Pero lo que más necesitará el país es una vacuna contra la CONFIEP, contra la gran empresa, contra el modelo económico, mucho más mortal que el COVID19 y que subsistirá a la pandemia como no lo podrán hacer miles de peruanos y peruanas. No resta ninguna duda que votar contra Cateriano era votar contra ese virus más letal e, infelizmente, de más largo aliento. Se trataba de votar por el país o por la CONFIEP. 



[4] Los subrayados son nuestros.

[6] “Del total de muertes en manos de la pareja, el 78% de las víctimas fueron mujeres, mientras que el 22% fueron hombres”, MOTTA, Angélica. La biología del odio. Retóricas fundamentalistas y otras violencias de género. Lima, La Siniestra, 2019, 19.

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