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sábado, 19 de septiembre de 2020

Costa Rica a merced del FMI

 Si no ocurre algo, si la organización y lucha popular no detiene esta vuelta de tuerca y, al mismo tiempo, articula una alternativa político-electoral capaz de revertir la inercia neoliberal que ahora nos conduce al naufragio, el bicentenario de la independencia nos encontrará perdidos, irremediablemente, bajo el yugo del FMI.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica


La paradoja no podía ser más siniestra: el día 15 de setiembre, mientras el país celebraba al aniversario 199 de su independencia -bajo las condiciones de nueva normalidad que impone la pandemia-, el Fondo Monetario Internacional (FMI) desembolsó $521,7 millones de dólares al gobierno de Costa Rica, correspondientes al primer préstamo solicitado al organismo financiero por la administración del presidente Carlos Alvarado, con el que se pretende dar oxígeno a las cuentas públicas canjeando deuda externa por deuda interna (un 90% del dinero se utilizará para ese fin). Un segundo crédito, estimado en un monto de $2250 millones de dólares, se ha venido gestando en condiciones poco transparentes desde el mes de marzo. De los reales alcances de este empréstito la opinión pública solo había recibido información a cuenta gotas, y no fue sino hasta el pasado 17 de setiembre cuando el gobierno dio a conocer la propuesta que, finalmente, presentará en la mesa de negociaciones con los tecnócratas del FMI.
  

La propuesta, en esencia, es una carta de rendición a la ortodoxia neoliberal austericida, que esquiva acometer el problema de fondo de la evasión y elusión fiscal de los grandes contribuyentes.  Sus disposiciones -entre decretos ejecutivos y nuevas leyes- afectan los presupuestos y la inversión pública, modifican las condiciones de contratación y pago de salarios a los trabajadores del sector público, ordenan la venta de empresas estatales, el cierre y/o fusión de algunos órganos de la administración pública, e “invitan” a la movilidad laboral voluntaria -es decir, la renuncia- a 7000 empleados públicos; además, la propuesta del gobierno impone un abanico de nuevos tributos que incluyen, entre otros, una sobretasa al impuesto sobre la renta de los asalariados, un nuevo impuesto a la renta de las cooperativas, un impuesto extraordinario a los salarios y pensiones de los jubilados, otro a la propiedad de bienes inmuebles, y uno más a las transacciones financieras de empresas y ciudadanos. 

 

La crudeza de estas medidas, en su mayoría dirigidas a una clase media debilitada a lo largo de las últimas décadas, asfixiaría aún más a una economía que ya registró un índice de desempleo histórico del 24,4% al mes de julio del 2020, lo que augura complejos escenarios de crispación política y social en los próximos meses.  De aprobarse finalmente el segundo préstamos, tanto por los tecnócratas del Fondo como por nuestra Asamblea Legislativa, su impacto sobre las condiciones de vida de la población podría dar el tiro de gracia a lo que sobrevive, a duras penas, del modelo de Estado de bienestar que caracterizó a Costa Rica en la segunda mitad del siglo XX.

 

Una vez, al analizar la triste noche neoliberal por la que atravesó Ecuador bajo la tutela de los organismos financieros internacionales desde principios de la década de 1990 y hasta mediados de la primera década del siglo XXI, el expresidente Rafael Correa afirmó que “las burocracias del FMI, Banco Mundial y BID actuaron como los principales publicistas y promotores del paradigma neoliberal, además de representantes de los acreedores y brazos ejecutores de la política exterior de determinados países”[1]. Otro brillante expresidente, el argentino Néstor Kirchner, que tanta falta hace en nuestra América en estos días, lo advertía en otros términos en el año 2005, cuando denunciaba que “desnaturalizado como está en sus fines, el Fondo Monetario Internacional ha actuado, respecto de nuestro país, como promotor y vehículo de políticas que provocaron pobreza y dolor en el pueblo”. Y como estos, podríamos encontrar numerosos ejemplos más del legado que dejó el FMI allí donde acudió al “rescate” de las economías latinoamericanas. Por desgracia, nuestras élites no aprenden de las experiencias de otros pueblos, y su sometimiento al statu quo económico e ideológico deja poco margen para la heterodoxia, la audacia y la creatividad política en la búsqueda de soluciones a la crisis.

 

Como corolario del giro modernizador impuesto a la sociedad costarricense desde mediados de la década de 1980, el segundo gobierno del Partido Acción Ciudadana, la agrupación política que nació hace casi 20 años al calor del malestar social con los apetitos privatizadores y el entreguismo de la clase política tradicional, y que hizo suyas las banderas del cambio de rumbo, pasará a la historia como una más de las administraciones que apuntalaron el modelo neoliberal en el país, a pesar de sus evidentes fracasos. 

 

Si no ocurre algo, si la organización y lucha popular no detiene esta vuelta de tuerca y, al mismo tiempo, articula una alternativa político-electoral capaz de revertir la inercia neoliberal que ahora nos conduce al naufragio, el bicentenario de la independencia nos encontrará perdidos, irremediablemente, bajo el yugo del FMI.



[1] Correa, R. (2010). Ecuador: de Banana Republic a la No República. Bogotá: Random House Mondadori, p. 51

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