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sábado, 17 de octubre de 2020

La sindemia del covid-19

La recesión económica mundial iniciada en los años 2008-2009, cuando el capitalismo financiero alcanzó su máximo desarrollo agotó sus posibilidades de crecimiento, se generó un estancamiento productivo y comercial en los centros hegemónicos tradicionales, países de Europa y Estados Unidos, y surgió como una sombra el poderío comercial y militar de la llamada república popular de China.

Cristóbal Pérez-Jerez / elfaro.net 


Durante once largos años el mundo basado en el poder de las potencias occidentales tradicionales se diluyó, y emergieron como potencias financieras e inversionistas China, India, Israel, y varios países petroleros de medio oriente. El mundo se tambaleaba en torno al cambio de poder económico mundial, que siempre culmina en parálisis productiva y confrontaciones militares para redefinir el poder mundial. Todos afilaban sus armas para enfrentar la crisis económico-militar que se respiraba en el ambiente. Y de repente, como un rayo violento apareció el coronavirus. Una pandemia que asoló la tierra y no tiene paradigma. No tiene contraparte, nadie sabe como deternerla. Fue el detonante que aceleró la crisis económica mundial y levanta enfrentamientos sociales internos en todos los países y genera enfrentamientos militares en ascenso; primero entre países del tercer mundo, tradicional carne de cañón de las potencias; y, luego la probable confrontación entre potencias.

 

En los medios londinenses, principalmente la BBC, se habla de “sindemia”, un término acuñado por el antropólogo gringo Merrill Singer hace 30 años[i]. A la expansión de los males económicos y ambientales se le suman el calentamiento global y el surgimiento de enfermedades de rápida transmisión, fenómenos que interactúan y se complementan para generar caos económico, social y ambiental.

 

El resultado es trágico. Conforme los humanos invaden en forma irracional los espacios de vida de las especies salvajes, el cambio climático y la deforestación van a provocar un impacto negativo, también, en el máximo depredador del mundo, el humano.

 

En su informe sobre la economía de América “latina”, la CEPAL, repasa la grave crisis que se vive en la región[ii]. Veamos dos casos Guatemala y Costa Rica. En Guatemala las tímidas medidas de confinamiento y restricción de la movilidad implementadas para enfrentar la enfermedad por coronavirus (COVID-19) han frenado el crecimiento económico y provocado la fractura entre Cacif y gobierno. Se prevé que el estancamiento de la economía provoque una contracción del PIB del 4,1% en 2020.

 

En un país que no genera enormes déficit fiscales, ya que no malgasta dinero en salud ni educación, este año el gobierno está generando un elevado déficit alrededor del 6,0% del PIB, como resultado del esperado desplome de la recaudación tributaria y el incremento del gasto por las medidas implementadas para enfrentar la difícil situación sanitaria. Existe oscuridad respecto al sector externo, inesperadamente hay una fuerte contracción en el ingreso de remesas, exportaciones y turismo. La inflación aumentará interanual y será del 3,0% El terrible monstruo de la inflación tiene presiones al alza y la baja. Existe presiones hacia aumentar los precios por el desabastecimiento de los mercados urbanos, y al mismo tiempo la contracción de la demanda y la caída de los precios internacionales de los combustibles generan presiones a la baja.

 

El desempleo aumenta, lo que genera un incremento en la desnutrición, el abandono escolar y la pobreza, especialmente en los sectores de pobres e indígenas. Otro problema es que más del 70% de las personas estaban empleadas en el sector informal. En una sociedad de 17 millones de personas, solamente 2.069.837 están afiliadas al seguro social.

 

En el caso de Costa Rica, el PIB se contraerá un 5,5% como resultado del surgimiento claro de la crisis económica y fiscal acumuladas, así como por la imposición de medidas de distanciamiento social y restricción de movilidad, así como el desplome del comercio internacional de bienes y servicios (incluido el turismo). Esta caída representaría la segunda mayor contracción de la actividad económica desde 1950, después del 7,3% que se registró como resultado de la crisis internacional de 1982, que provocó el cambio de modelo de sustitución de importaciones por el de apertura comercial.

 

Todo el sistema económico de Costa Rica se tambalea, el déficit fiscal es estremecedor 9,5% del PIB, como producto de la caída de la recaudación tributaria y el incremento del gasto por las medidas implementadas para enfrentar la difícil situación sanitaria, económica y social. El gasto social y las ventajas de ser empleado público están en peligro. Y con ello la estabilidad social y la ejemplar democracia del país más democrático del mundo.

 

La gran paradoja es que la inflación se sitúa cerca del 1,5%, mostrando que los países con mayor hegemonía del sector bancario, apuestan por mantener el poder de los bancos sobre la sociedad como mecanismo de salvamento. Lo que provoca una ilusión de salud del sector financiero, que anuncia un desastre en cualquier momento.

 

La sindemia es clara, rompe de una vez para siempre con todas las ilusiones. El paso a un nuevo modelo, de conservación de la naturaleza y equidad entre los humanos es posible como consecuencia de una crisis compleja. Pero es tan seguro como ésta.

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