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sábado, 7 de noviembre de 2020

Del pensar, y lo pensado

 El debate sobre la vigencia de la filosofía de la praxis en un mundo en proceso transición nos deja algunas lecciones de gran valor en la circunstancia de crisis en que ha ingresado ese proceso.

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá

“Ciencia es el conjunto de los conocimientos humanos aplicables a un orden de objetos, íntima y particularmente relacionados entre sí. […] Es el fundamento de conocer: no es el resultado de haber conocido.”[1]

José Martí 


Para Rosa Luxemburgo en 1903, el estancamiento en el desarrollo del legado de Marx proclamado por buena parte de la intelectualidad socialdemócrata de su tiempo correspondía en realidad al hecho de que “la más valiosa de sus enseñanzas, la concepción materialista dialéctica de la historia” apenas se presentaba “como un método de investigación, unos cuantos pensamientos geniales […], que nos abren perspectivas infinitas para el pensamiento independiente.” Sin embargo, añadía, aquella arma “nueva y espléndida” se herrumbraba por falta de uso, y la teoría del materialismo histórico segía estando “tan incompleta y fragmentaria como nos la dejaron sus creadores cuando la formularon por primera vez.”
  

Para Rosa, el problema estaba mal planteado. La creación de Marx, decía, “que como hazaña científica es una totalidad gigantesca,” ofrecía “mucho más de lo que resulta directamente esencial para la realización práctica de la lucha de clases” en la Europa de comienzos del siglo XX. Desde allí, alegaba que no era cierto “que Marx ya no satisface nuestras necesidades”, sino que, por el contrario, “nuestras necesidades todavía no se adecúan a la utilización de las ideas de Marx.”[2]

 

Veinte años después, en el marco de la revolución bolchevique triunfante, el debate se renovaba en términos de una disputa entre la ortodoxia y la heterodoxia respecto al legado de Marx. En aquella circunstancia, el entonces joven filósofo húngaro György Lukács, intervino en el debate planteando que el marxismo ortodoxo no significaba “una adhesión sin crítica a los resultados de la investigación de Marx”, sino que

 

La ortodoxia en cuestiones de marxismo se refiere, por el contrario y exclusivamente al método. Implica la convicción científica de que con el marxismo dialéctico se ha encontrado el método de investigación justo, de que este método sólo puede desarrollarse, perfeccionarse; porque todas las tentativas de superarlo o de “mejorarlo” tuvieron y no pueden dejar de tener otro efecto, que hacerlo superficial, banal, ecléctico.[3]

 

Aquel no era – ni es – un mero debate filosófico. Abordaba en realidad todo un proceso de transformación política y cultural, que reivindicaba y rechazaba a un tiempo múltiples elementos de la geocultura mundial forjada por la burguesía a partir de la Gran Revolución de 1789. En ese proceso, el marxismo no tenía cabida a la izquierda del centro liberal – esa función quedaba a cargo de los socialdemócratas -, ni mucho menos en la derecha conservadora. Por el contrario, anunciaba la aspiración a trascender y suceder el orden liberal hasta entonces imperante.

 

Así, una década después de que Lukács planteara su posición frente al problema de la ortodoxia, Antonio Gramsci, desde su presidio político, ampliaba el marco histórico en que tenía lugar aquel debate. Al respecto, decía,

 

La afirmación de que la filosofía de la praxis es una concepción nueva, independiente, original, aunque sea un momento del desarrollo histórico mundial, es la afirmación de la independencia y originalidad de una nueva cultura en incubación, que se desarrollará con la evolución de las relaciones sociales. Lo que a menudo existe es una combinación variable de viejo y nuevo, un equilibrio momentáneo de las relaciones culturales, correspondiente al equilibrio de las relaciones sociales. Sólo después de la creación del Estado, el problema cultural se impone en toda su complejidad y tiende a una solución coherente. En todo caso, la actitud precedente a la formación estatal sólo puede ser crítico – polémica y nunca dogmática; debe ser una actitud romántica, pero de un romanticismo que conscientemente tiende a su ajustada clasicidad.[4]

 

En ese proceso de incubación, añadía,“la filosofía de la praxis ha sufrido realmente una doble revisión […] Por un lado, algunos de sus elementos han sido explícita o implícitamente absorbidos por algunas corrientes idealistas […]; por otro lado, los llamados ortodoxos, preocupados por encontrar una filosofía que fuese, según su punto de vista muy limitado, más comprensiva que una “simple” interpretación de la historia, han creído que lo ortodoxo era identificarla fundamentalmente con el materialismo tradicional.” Y agregaba que, en general,

 

las corrientes que han intentado combinar la filosofía de la praxis con tendencias idealistas están constituidas en su gran parte por intelectuales “puros” y […] la corriente ortodoxa estaba formada por personalidades intelectuales más claramente dedicadas a la actividad práctica y, por tanto, más vinculadas (con lazos más o menos extrínsecos) a las grandes masas populares (cosa que, por lo demás, no ha impedido a la mayoría dar volteretas de no poca importancia histórico-política).[5]

 

El hecho de que esta discusión continúe en nuestro tiempo, así sea en la necesidad sentida por el neoliberalismo de decretar día con día el fracaso y la muerte de la filosofía de la praxis, confirma lo acertado de Gramsci cuando señala que esa filosofía corona un vasto movimiento de reforma intelectual y moral, “cuya dialéctica es el contraste entre cultura popular y alta cultura”, correspondiente a “una filosofía que es también política y una política que es también filosofía.[6]

 

A ocho décadas de entonces y tres del derrumbe de la Unión Soviética, cabe decir que ese debate sobre la vigencia de la filosofía de la praxis en un mundo en proceso transición nos deja algunas lecciones de gran valor en la circunstancia de crisis en que ha ingresado ese proceso. Una de ellas, y no la menor, es la importancia de distinguir el pensar de lo pensado. Aquí, lo que está en cuestión no es una suma de pensamientos producidos a lo largo de circunstancias cambiantes, sino la coherencia y la integridad en el desarrollo del pensar que los produjo. Desde esa diferencia podemos coincidir plenamente con el joven José Martí cuando nos advierte que la ciencia es “el fundamento del conocer: no es el resultado de haber conocido.” La vigencia de ese fundamento en nuestro tiempo, como la del pensar de Marx al ejercerlo en su propia circunstancia, confirma aquello que alguna vez dijo Martí: que una idea justa, puesta en movimiento, sigue caminando hasta que deja de serlo.

 

Alto Boquete, Panamá, 2 de noviembre de 2020



[1] “Escenas mexicanas”. Revista Universal, México, 18 de junio de 1875. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI: 234.

[2] Luxemburgo, Rosa, 1903: “Estancamiento y progreso del marxismo”.

https://www.marxistsfr.org/espanol/luxem/03Estancamientoyprogresodelmarxismo_0.pdf

[3] Lukács, György, 1919: “¿Qué es el marxismo ortodoxo?”. Historia y Conciencia de Clase. Instituto del Libro, La Habana, 1970, p.22.

[4] Gramsci, Antonio: en El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, pp. 87 - 96. Nueva Visión, Buenos Aires, 2003. Al respecto, dice en otro lugar que Marx “inicia intelectualmente una época histórica que durará probablemente siglos, hasta la desaparición de la sociedad política y el advenimiento de la sociedad regulada. Sólo entonces será superada su concepción del mundo (concepción de la necesidad superada por la concepción de la libertad).” Introducción a la filosofía de la praxis. Selección y traducción de J. Solé Tura 

https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/11/introduccion-a-la-filosofia-de-la-praxis.pdf

[5] Los intelectuales “puros”, añadía, “como elaboradores de las ideologías más extendidas de las clases dominantes” no podían dejar de utilizar al menos “algunos elementos de la filosofía de la praxis, para […] suministrar nuevas armas al arsenal del grupo social con el que estaban ligados.” Por su parte, la tendencia ortodoxa”tenía que luchar con la ideoIogía más difundida entre las masas populares, el transcendentalismo religioso, y creía que sólo lo podría superar con el materialismo más tosco y superficial”, cuya presencia en el sentido común era preservada,” mucho más de lo que se creía y se cree, por la misma religión” 

[6] Introducción a la filosofía de la praxis. Selección y traducción de J. Solé Tura 

https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/11/introduccion-a-la-filosofia-de-la-praxis.pdf

 

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