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sábado, 16 de enero de 2021

La revancha del fanfarrón

 La orgía del Capitolio fue la aterradora expresión de una parte de la población, desarraigada, sin esperanza ni oportunidades, manipulable y llevada al fanatismo por personajes como Trump.

Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América

Desde Colombia


No cesa el estupor mundial por el asalto al Capitolio e intento de golpe por parte de la horda de fanáticos portadores de la gorra MAGA (hacer grande a América de nuevo). Trump los incitó a dirigirse allí para luchar “a muerte” contra el supuesto robo de las elecciones, para presionar al vicepresidente a desconocer su resultado. Días después se supo también que obligó a dimitir al fiscal de Georgia que se negó a aceptar su pedido de hacer fraude a su favor.

 

Su comportamiento gangsteril es apenas la exacerbación de un mandato escandaloso. Sin embargo, a estas alturas no se conoce su suerte inmediata, si se verá forzado a renunciar, habrá condiciones para aplicarle la enmienda 25 y destituirlo, o si, finalmente, no le pasará nada ante semejante escándalo.

 

El espectáculo de los manifestantes fuera y dentro del Capitolio fue aterrador.   Pancartas de “Jesús te salva”, rifles de asalto, banderas confederadas y horcas, que muchos llevaban también en la ropa y en la piel.  Son “símbolos del orgullo del Sur”, dijo Trump en campaña. Toda una simbología de la supremacía blanca y el racismo seculares, tan arraigados en los valores religiosos.

 

Pero el asunto va mucho más allá del espectáculo circense y de la burla universal. Los asaltantes son una expresión clara de la emotividad de amplios sectores de la población, desarraigada, sin esperanza ni oportunidades, fácilmente manipulable y llevada al fanatismo por personajes como este fanfarrón.

 

Desprecia la ciencia y sus evidencias y, como el del Ubérrimo, que maneja a Colombia desde hace dos décadas, construye su propia realidad. La posverdad o el “estado de opinión”. De la idea de que no hay crisis climática ni pandemia y las vacunas son un engaño, se pasa sin esfuerzo a la conspiración del fraude electoral. O al “rayo homosexualizador” y el castrochavismo de nuestro plebiscito por la paz.

 

En la orgía del Capitolio participaron las expresiones más notorias de la extrema derecha, tan envalentonada durante este mandato. Un grupo paramilitar, Angry Vikings, retransmitió los hechos desde el interior del Capitolio. El movimiento QAnon, liderado por el personaje del gorro con cuernos, cree en la existencia de un proyecto satánico y una red de pedofilia, de los cuales Trump sería salvador.

 

Otro grupo, quizás el más representativo, es Proud Boys, constituido en los inicios de su gobierno. Además del supremacismo blanco, defiende la violencia contra la izquierda, el gobierno mínimo y los grandes negocios, la posesión de armas, el cierre de fronteras y el odio a los migrantes.  Está integrado en especial por hombres jóvenes, que lucha abiertamente contra los derechos de las mujeres y se declaran misóginos. Señalan que el papel de la mujer es ser ama de casa y servirle al hombre.

 

Recordemos que el racismo extremo y la brutalidad policial contra los negros están arraigados en la historia y las estructuras sociales del país. Son inherentes a sus instituciones, proclamadas como modelo de democracia. Su principal expresión ha sido el Ku Klux Klan, constituido a finales del siglo XIX por los supremacistas blancos derrotados en la Guerra de Secesión.

 

Sin duda, el gobierno de Trump colmó y multiplicó las expectativas de estos sectores. Su desprecio por la ciencia, su discurso incendiario y talante bélico, su irrespeto a las normas y convenios internacionales, su visión de la política como negocio personal, su odio a las mujeres, han fortalecido a la extrema derecha en EEUU y en el mundo entero.

 

Hay claras evidencias de dicho fortalecimiento. El informe anual presentado por la Liga Antidifamación corrobora que en 2019 se registró la mayor cantidad de propaganda del supremacismo blanco con mensajes disfrazados de patriotismo, nacionalismo y llamados a salvar al país. Falta conocer el último informe.

 

La débil respuesta de las fuerzas de seguridad del Congreso y de la Policía al ataque del Capitolio, tan cuestionada en las redes sociales, contrasta con la brutalidad policial del último año contra las enormes movilizaciones de Black Lives Matter. Pero no deja duda sobre la benevolencia de la Policía y los militares con un gobierno que los colmó de bendiciones y les permitió todo tipo de desmanes.

 

“A todos mis maravillosos seguidores: sé que están decepcionados…quiero que sepan que nuestro increíble viaje no ha hecho más que comenzar”, concluyó Trump en la concentración previa al asalto del Capitolio. Palabras premonitorias para un proyecto político, apoyado por 70 millones de votantes en EE. UU. y con expresiones y seguidores en todo el orbe.

 

Por último, a quienes ponen el énfasis en que la política imperial es la misma, no importa quién sea el gobernante, es importante recordarles que para Colombia y el mundo es prioritario derrotar a la extrema derecha. Se trata de defender las condiciones más propicias para avanzar en la lucha por la defensa de la vida y por construir un mundo mejor.

 

Recordemos también la identificación plena entre el proyecto de Trump y el de Uribe. Al trino del primero pidiendo su libertad hace unos meses, correspondió este clamando por la libertad de expresión del magnate.

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