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sábado, 13 de febrero de 2021

Ecuador y el ciclo electoral 2021 en nuestra América

 Los magros resultados obtenidos por el derechista Guillermo Lasso -menores que los de sus anteriores aventuras electorales-, dan cuenta del derrumbe de una figura clave en la política de Ecuador  y confirman una tendencia clara al agotamiento del proyecto neoliberal en América Latina -como también lo demuestran los triunfos antineoliberales en México (2018), Argentina (2019) y Bolivia (2020)-.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica



Las elecciones presidenciales celebradas el pasado domingo 7 de febrero en Ecuador marcan el inicio de un ciclo electoral decisivo para América Latina, en el que los pueblos ecuatoriano, peruano, chileno, hondureño y nicaragüense tendrán la posibilidad de elegir en las urnas los proyectos y liderazgos políticos que conducirán sus países por los próximos años. Todos estos comicios, sin duda determinantes por su impacto en la reconfiguración de los equilibrios de fuerzas en la región, y por su incidencia en la geopolítica continental, tendrán un telón de fondo común: el deterioro generalizado de las condiciones de vida como consecuencia de la doble crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia del Covid19 que, por un lado, puso en evidencia las falencias estructurales y de gestión de los sistemas de salud públicos, y por el otro, disparó el desempleo y la desigualdad a niveles históricos, en economías que ya de por sí arrastraban serios problemas estructurales.

 

En la contienda ecuatoriana, ninguno de los candidatos obtuvo el 40% de los votos necesarios para imponerse como ganador y todo se decidirá en una segunda ronda de votaciones el 11 de abril, en la que Andrés Arauz (32,04%), de la coalición Unión para la Esperanza (UNES) y afín al expresidente Rafael Correa y el proyecto de la Revolución Ciudadana, espera al contrincante que decidirá el recuento final de actas del Consejo Nacional Electoral. De acuerdo con los últimos reportes, el empresario Guillermo Lasso (19,63%), emblema de la derecha desde hace muchos años, aventaja por escaso margen al candidato Yaku Pérez (19,62%%) del Pachakutik. Pérez, quien reivindica una agenda indígena y eco-comunitaria, y al que se le cuestiona la ausencia de una crítica anticapitalista en su programa, así como el apoyo que dio a Lasso en la segunda ronda electoral del año 2017, fue la gran sorpresa de la jornada, toda vez que las encuestas no lo perfilaban como uno de los favoritos del electorado. Pendientes de esa definición in extremis, queda por ver qué tipo de alianzas se tejerán en las próximas semanas, y si estas serán suficientes para consolidar el favoritismo de Aráuz o, por el contrario, su rival -cualquiera que este sea- logra remontar sus primeros resultados cosechando el apoyo de los opositores al correísmo (de derecha y de izquierda).  

 

En perspectiva regional, un eventual gobierno de Aráuz sumaría fuerzas al proyecto progresista y latinoamericanista, del que ha sido militante en su paso por la función pública; pero al mismo tiempo, acrecentaría las viejas tensiones entre el correísmo y parte del movimiento indígena y ambientalista (del que Yaku Pérez es uno de sus líderes); o lo que es igual, el conflicto entre las visiones neodesarrollista y ambientalista, y la crítica que desde esta última se hace a la opción por el modelo extractivista como pilar del crecimiento económico y del financiamiento de las políticas sociales redistributivas. Por otra parte, los magros resultados obtenidos por el derechista Lasso -menores que los de sus anteriores aventuras electorales-, dan cuenta del derrumbe de una figura clave en la política de Ecuador  y confirman una tendencia clara al agotamiento del proyecto neoliberal en América Latina -como también lo demuestran los triunfos antineoliberales en México (2018), Argentina (2019) y Bolivia (2020)-; un proyecto cada vez menos capaz de ofrecer soluciones de bienestar para las mayorías y que, en cambio, se muestra cada vez más proclive a las derivas autoritarias. 

 

¿Asistimos, entonces, al renacer de un nuevo ciclo progresista? Seguramente sí. Y aunque es claro que existen diferencias sustanciales -de forma y fondo- entre los gobiernos que poco a poco van llegando al poder con respecto de los que inauguraron el siglo XXI latinoamericano, también permanecen desafíos económicos, sociales, culturales y ambientales no resueltos de esa primera etapa, como lo evidencia el caso de Ecuador. La manera en que estas cuestiones sean abordadas por las dirigencias, así como por las organizaciones partidarias, sociales y de base que las respaldan, determinará tanto la amplitud del horizonte emancipador de los nuevos procesos políticos, como sus límites. Frente a esta coyuntura, la audacia, la creatividad y la coherencia política nos vienen mejor que recurrir a las tesis conspirativas o los dogmatismos propios de otro tiempo y de otra cultura política, que muy poco nos ayudan a leer los signos del presente y a encontrar los caminos para construir ese futuro otro, de más justicia social y ambiental, de más derechos y oportunidades, de más soberanía y autodeterminación, que ha sido negado secularmente a los pueblos de nuestra América. 

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