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sábado, 24 de abril de 2021

Argentina: la guerra viral de la oposición derechosa

En política, y mucho más todavía cuando se dan situaciones de crisis del tipo de la que vive el país y buena parte del mundo, jugar al límite puede resultar criminal.


Carlos María Romero Sosa / Especial para Con Nuestra América

Desde Buenos Aires, Argentina


Con treinta mil casos de covid-19 diarios en la Republica Argentina y subiendo la cifra cada jornada, la oposición al gobierno popular y democráticamente elegido del presidente Alberto Fernández  -más allá de errores, omisiones, debilidades y la deuda pendiente con la seguridad pública, embretadas muchas autoridades del área y ni qué hablar varios jueces, en el cuasiabolicionismo trasnochado del profesor  Zaffaroni-, se ha empeñado en  declarar la beligerancia contra las autoridades nacionales, en una guerra que con riesgo de hacerse viral pone en peligro a los propios habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y al país todo, en la mejor tradición de la urbe portuaria, unitaria, orgullosamente blanca y europea  contra el interior empobrecido y sufriente desde los orígenes mismos de la patria.
  

Al Jefe de Gobierno porteño, licenciado Horacio Rodríguez Larreta, que tiene hambreados a los docentes de su jurisdicción, suspendió el año pasado su paritaria y no le preocupa el presupuesto educativo a la baja desde hace años, se le ha despertado la sarmientina vocación por las clases presenciales, las únicas posibles en el siglo XIX y no hoy con los avances de Internet. Lo hace para tomar distancia, con el empleo de las peores armas  de la politiquería barata, del Gobierno Nacional  que en sus facultades constitucionales dictó la semana pasada el Decreto de Necesidad y Urgencia número 241/2021; el que entre otras disposiciones de carácter sanitario cerró los establecimientos de educación primaria y secundaria para evitar que sigan trepando los contagios. Ello por cierto no sin resaltar en su articulado que se verificará dicho cierre por quince días, es decir hasta el 30 de abril  del año en curso  y que se garantiza la enseñanza a los educandos  que seguirá siendo impartida en forma virtual. 

 

Pero el Jefe de Gobierno porteño ha encontrado una veta propicia para sus propósitos electorales futuros en la nueva zoncera argentina de “escuelas abiertas y clases presenciales o muerte”, como si no lleváramos ya casi 60.000 personas diezmadas por el covid. Ese lema de guerra ha sido impuesto por los medios concentrados que llaman a la desobediencia civil e incitan a lacrimógenos abrazos a las escuelas  y a movilizaciones donde se rompe la distancia social y hay grupos de energúmenos que portan carteles que dicen no creer en el covid ni en la redondez de la tierra y otros más que las vacunas envenenan.  

 

Cree advertir el Jefe de Gobierno que es ahora el momento de oponerse a todo lo que decide el Poder Ejecutivo Nacional. Y lo hace con la misma cara de póker con la que en 2020 participaba del espectáculo merecedor de musicalizarse con la letra del mosqueteril  “todos para uno y uno para todos”, cuando le redituaba dar imagen de moderación que trascendiera la grieta kirchnerismo-antikirchnerismo y se sentaba  cada quince días  junto al presidente Fernández y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires  Axel Kicillof, para anunciar juntos la continuidad de la cuarentena.                                                                           

 

Como a todo hay que buscarle su sentido, o por decirlo con Hegel, todo lo real es racional, hasta podría comprenderse que en la práctica del juego político quiera liderar él la oposición al Frente de Todos debido a su poder territorial y sacar de la cancha  a los que vienen tiroteándolo con fuego amigo, así el ex presidente Macri sobre quien las palabras sobran, o la señora Patricia Bullrich sostenida en el muro del odio por no caer mareada de tanto dar vueltas en su vida desde el extremo montonerismo a la derecha más reaccionaria y antidemocrática, y muchos escalones más abajo el judas Miguel Ángel Pichetto, que aunque nunca tuvo el pasado luminoso de un Luzbel, más allá de sus esfuerzos dialécticos cuando era senador nacional para defender al oficialismo sea de signo menemista,  duhaldista o kirchnerista, en ese orden cronológico e ideológico, desde que integró la fórmula perdedora de la reacción es un pobre Ángel caído y nada más.

  

Lo que no es comprensible ni racional es que se traspasen los límites entre la vida y la muerte para el fin subalterno de una vidriosa candidatura presidencial en medio de esta pandemia planetaria. El señor Rodríguez Larreta ha abierto una Caja de Pandora al recabar de la Corte Suprema de Justicia de la Nación una medida cautelar contra el Decreto 241/2021. Bien sabía que atrás de eso iban a aparecer los espontáneos de la reacción de siempre llenando de apelaciones los tribunales inferiores. Ahora está embretado entre cumplir la decisión de una Cámara Municipal adicta que le ha ordenado abrir las escuelas y crearse así un serio conflicto con el PEN de imprevisibles efectos institucionales o poner paños fríos hasta que la Corte Suprema de Justicia, con sus tiempos canónicos, decida sobre la medida y el fondo de la cuestión. Ahora incluso acaba de ponerse fuera de la ley al incumplir el fallo de un Juez Federal de primera instancia que le ordena cerrar las escuelas hasta la decisión del máximo tribunal.   

 

La virtud exigida desde Platón en adelante al hombre de Estado es la prudencia, y este personaje que tendría que explicar a la sociedad qué pasó con el doctor René Favaloro cuando él se desempeñaba en el PAMI en tiempos del inefable Menem y su onda neoliberal y de relaciones carnales con los Estados Unidos de  Reagan, debería ser consciente que en política, y mucho más todavía cuando se dan situaciones de crisis del tipo de la que vive el país y buena parte del mundo, jugar al límite puede resultar criminal, como en este caso al expandir la guerra viral del covid berrinchando eso de escuelas abiertas y clases presenciales ya.                                                     

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