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sábado, 17 de abril de 2021

Últimas reflexiones sobre las presidenciales en Ecuador

 El principal sector beneficiario de este triunfo de Guillermo Lasso será el sector empresarial y bancario del Ecuador, antes que las clases medias que votaron pensando en su propia salvación (e incluso, en un eventual ascenso social). En este contexto, el repetido miedo “a terminar como Venezuela” operó como un fuerte motor del voto asociado al “anticorreísmo”.

Daniel Kersfeld / Para Con Nuestra América

Desde Ecuador


1) Ganó Guillermo Lasso y eso estuvo fuera de casi todas las previsiones (empezando por la mía). Fue un triunfo por alrededor de cinco puntos y de nuevo fallaron la mayoría de las encuestas: en cambio, acertó CEDATOS, la consultora con menos credibilidad en Ecuador.

2) Ganó Lasso pero sobre todo ganó el “anticorreísmo” como una expresión política difusa que encontró en este candidato a su mejor exponente. El “anticorreísmo” excede los límites de la derecha tradicional, que se podría cuantificar en el 20% obtenido en la primera vuelta.

 

3) La elección fue similar a la de Argentina en 2015 cuando una mayoría votó conscientemente por un proyecto neoliberal, en este caso encarnado por Mauricio Macri, para sacar del gobierno al kirchnerismo. En Ecuador se operó una lógica similar, donde una mayoría votó por Lasso para impedir el retorno del correísmo al poder. 

 

4) Con respecto a la figura de Lenín Moreno, ganó la opinión de quienes vieron a su gobierno como resultado del correísmo frente a aquella otra visión que, en cambio, lo vinculó al neoliberalismo y a Guillermo Lasso. Como sea, el triunfo de Lasso permite la continuidad entre ambos mandatos y no el salto traumático que hubiera significado un eventual triunfo de Arauz. Así, Moreno concluirá su mandato quizás con el único éxito que se le pueda atribuir: el triunfo de la fórmula anticorreísta. 

 

5) Con esta victoria, no sólo Lasso llega al gobierno, sino que el bloque de derecha conformado con el Partido Social Cristiano consigue recuperarse justo en su peor momento, luego de las protestas de octubre de 2019 y de la crítica situación sanitaria atravesada en 2020. 

 

6) En este sentido, en Ecuador vuelve a gobernar una derecha homogénea y evidente como no se veía en el país desde hacía dos décadas, probablemente, desde el gobierno de Jamil Mahuad (1998-2000). Así, el de Lasso será un gobierno que no necesitará contar con referentes sociales o con “voces progresistas” para asegurar su gobernabilidad: sus votantes no pidieron un “neoliberalismo con rostro humano” sino un gobierno sin corrupción y sin populismo. De nuevo la similitud con el gobierno de Macri. 

 

7) En cuanto a bloques de poder, el principal sector beneficiario de este triunfo será el sector empresarial y bancario del Ecuador, antes que las clases medias que votaron pensando en su propia salvación (e incluso, en un eventual ascenso social). En este contexto, el repetido miedo “a terminar como Venezuela” operó como un fuerte motor del voto asociado al “anticorreísmo”.

 

8) En consecuencia, Arauz no fue el principal derrotado de la elección sino el propio Correa. En la primera vuelta, en la que obtuvo el 32%, apenas logró sobrepasar su voto duro. En la segunda vuelta, con el 47%, ganó en voto “antiLasso” o “antiderecha”, pero no lo suficiente para volver a ganar. 

 

9) Prácticamente sin experiencia política y como un candidato creado en la campaña, Andrés Arauz hizo una buena elección, pero su grupo político no acertó en la construcción de mayores alianzas, sobre todo, con el movimiento indígena: las expresiones de apoyo que vinieron de este sector fueron mínimas y fragmentarias. Y se pensó que con videos de tiktok se acercaban a la juventud que había votado por la Izquierda Democrática (e incluso por Lasso en la primera vuelta). Además, y por momentos, fue claro que quien hablaba por detrás de Arauz era el propio Correa, por lo que fue difícil sumar al “correísmo desencantado” o a quienes buscaban “caras nuevas”.

 

10) La izquierda y el progresismo en general se enfrentan al golpe más fuerte en las últimas décadas (quizás desde el retorno de la democracia). En el peor de los casos, desde el correísmo se pensaba que se ganaba por muy poco, en un escenario complejo con acusaciones de fraude y obstrucciones del Consejo Nacional Electoral.  Pero no se imaginaron un escenario de derrota por más de cinco puntos, lo que posiblemente motivó a no realizar denuncias por fraude, lo que hubiera jugado en contra del propio Rafael Correa. En este caso, la derrota no fue por la “traición” de Lenín Moreno, sino por una mayoría que por primera vez en una elección presidencial, decidió no respaldar al ex presidente. 

 

11) La izquierda tiene que digerir una difícil derrota. Después de la elección, Correa queda como un dirigente protagónico de este espacio, pero con menor incidencia a nivel nacional. De igual modo, como un referente claro dentro de la izquierda, pero ya no como el líder único y excluyente. Es probable que se lo señale a él como el principal responsable de la derrota (aunque él no quiera aceptar este papel). 

 

12) Seguramente, habrá urgencias y tropiezos en la conformación de algo así como un “bloque contrahegemónico” (para utilizar el término gramsciano) que deberá ser compuesto por el correísmo pero también por sectores progresistas de Pachakutik. Incluso, y a medida que se profundice el programa neoliberal de Lasso, por grupos radicalizados de la Izquierda Democrática; por organizaciones y colectivos independientes; y por referentes políticos provenientes del correísmo pero que se alejaron de este espacio. Las próximas elecciones seccionales, en un par de años, podrían convertirse en el primer test para la conformación de una nueva alianza opositora a Guillermo Lasso.

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