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sábado, 7 de agosto de 2021

Mujer, cuerpo y deporte: las herederas de Cynisca

 El tema importante es la libertad real de las atletas para decidir qué tipo de vestimenta usar en su práctica. No se trata de vestir o desvestir a la mujer. La libertad supone el derecho de elegir de manera responsable.

Nuria Rodríguez Vargas / Especial para Con Nuestra América


La democracia de los juegos olímpicos de la antigüedad permitía que hombres de todas las clases sociales compitieran, pero no se aceptaba la participación de mujeres ni como espectadoras.  Había algunas diferencias sociales entre las ciudades-estado. En Esparta, la libertad sexual de la mujer alcanzaba derechos sociales y jurídicos. Podían escoger a su marido, tener independencia material, ser dueñas de propiedades y administrarlas a su criterio. En la sociedad espartana el adulterio tenía poca importancia, aunque la monogamia era el régimen familiar predominante, las mujeres podían tener sexo con otros hombres en favor del crecimiento demográfico.

 

En general, los griegos aceptaban el desnudo masculino, en el espacio público, pero no el femenino. En Esparta, las mujeres gozaban de la misma educación que los hombres. El ejercicio físico y la desnudez en ellas se veía con naturalidad. Una reina espartana, Cynisca, fue la primera mujer en ganar la corona de laurel en unos juegos de Olimpia, en las carreras de cuadrigas. La posición social de la mujer espartana contrastaba con la de la ciudadana ateniense, cuya virtud principal era la discreción, el hogar, su espacio vital. Escritores de varias épocas, griegos y luego, latinos, sobredimensionaron la desnudez femenina espartana y la incluyeron en la descripción de casi todas sus actividades, aunque no fuera así. Era una manera de subrayar la parte, para ellos desvergonzada de esa cultura; las costumbres opuestas a las suyas, las censuraban. 

 

Los juegos olímpicos fueron clausurados en el 393 DC por diversas razones, entre ella el aspecto religioso. El avance del cristianismo construía otros valores. Las autoridades eclesiásticas desconfiaban del deporte griego por estar asociado a cultos paganos. Además, por la aparente violencia de las competencias y la desnudez de los atletas. El cuerpo humano desnudo había adquirido otras lecturas. A pesar del rechazo inicial de lo griego; luego el cristianismo, además de lo judío, incorporó elementos de la filosofía griega clásica y se convirtió en un pensamiento base y dominante en Occidente hasta nuestros días. 

 

Es innegable que el mensaje de Cristo -amor y perdón al prójimo- fue una idea revolucionaria para ese tiempo. Amar a todos, al pobre, a la mujer, al extranjero, al enfermo, a los viejos, a los niños; perdonar al enemigo, a la prostituta, al hijo pródigo. Esto es la base de los derechos humanos occidentales. También es innegable que la construcción de la moral cristiana desde los poderes eclesiásticos masculinos ha sido muy problemática para las mujeres a través de la historia. Ha justificado la subordinación de la mujer con respecto al hombre. Ha llenado de obstáculos el largo camino en la obtención de derechos humanos de las mujeres.

 

Pasaron más de 2500 años para que se celebraran de nuevo los juegos olímpicos, Atenas, 1896. Cuatro años después, la tenista británica Charlotte Cooper fue la primera mujer en ganar una medalla en olímpicos modernos, París 1900, primeras justas en admitir atletas mujeres. El barón Pierre de Coubertin, uno de los promotores de los juegos olímpicos modernos, había expresado que la presencia de las mujeres en estos resultaría antiestética. Además, señaló que para ellas estaba destinada la gracia, el hogar y los hijos. Las primeras atletas modernas tuvieron un complicado inicio para acceder al deporte y su profesionalización. Uno de los muchos inconvenientes que enfrentaron en lo práctico, fue la vestimenta. 

 

En la última mitad del siglo XIX ya había habido iniciativas para pasar del traje femenino decimonónico a ropa que permitiera a las mujeres practicar deportes de forma más cómoda. Algunas de estas apoyadas por los nacientes activismos feministas. La estética de la indumentaria deportiva para la mujer fue cambiando poco a poco. Las críticas al cambio de moda incluían los epítetos, inmorales y libertinas. Después de años de luchas, el traje femenino evolucionó en conjuntos prácticos, funcionales, ligeros y cómodos. Permitían la movilidad, la flexibilidad, pero con buen soporte y ajuste. La idea era que la ropa contribuyera a obtener un mejor rendimiento deportivo y proporcionara comodidad a la atleta.

 

 Este año en los juegos olímpicos de Tokio, en torno a este tema, sobresalió la posición del equipo femenino de gimnasia de Alemania que, optó por llevar maillot de cuerpo entero. Y el conjunto femenino de balón mano de playa de Noruega, decidió no seguir el reglamento de uniformes y usar un short en vez de un bikini.  Es loable que las atletas hayan decidido qué tipo de vestimenta deportiva llevar. El tema de la comodidad de la ropa es algo que solo puede determinar quién practica el deporte.

 

Sin embargo, ha sido curiosa la reacción en los medios y en las redes sociales. De inmediato, hombres de posiciones morales antagónicas coincidieron en sus opiniones. En sitios cristianos, se tomó la noticia con agrado y se condenó la sexualización de la mujer en eventos masivos. En las redes sociales, no pocas publicaciones masculinasargumentaron -desde la experiencia anecdótica- que la mayoría de sus congéneres-espectadores que ven deportes femeninos lo hacen por lascivia. Esta es una idea recurrente en los últimos años, juzgar como pornográfico, únicamente, el interés de los hombres por el deporte femenino. Consideraron que las prendas pequeñas son sinónimo de sexualización de la mujer. Indignados, levantaron banderas por su erradicación en Tokio 2021. ¿Será solo una cuestión de mucha o poca tela? En el fondo, ¿cuál es el tema primordial?

 

El tema importante es la libertad real de las atletas para decidir qué tipo de vestimenta usar en su práctica. No se trata de vestir o desvestir a la mujer. La libertad supone el derecho de elegir de manera responsable. Las atletas son quienes deben evaluar la comodidad, para unas será un short para otras será un bikini. Se debe tomar en cuenta aspectos culturales, climáticos, de salud y la subjetividad de cada una. Así, en los deportes individuales la decisión recae en una persona, pero en los deportes colectivos es una elección de grupo, conversada. Los cambios de los reglamentos de los uniformes olímpicos deberían contemplar estos aspectos; además de los que relacionan la indumentaria con la mejora del rendimiento deportivo. 

 

En el pasado, los juegos de Olimpia también constituían un masivo evento cultural, los atletas iban en busca de gloria, los asistentes tenían distintas motivaciones, la observación de las competencias, ocio, negocios de todo tipo, culto religioso, “turismo cultural” para usar un término moderno; también había presencia de artistas, vendedores de mercancías o de ideas (hoy, formadores de opinión), alborotadores, oportunistas, adivinos; además, causaban revuelo las visitas de celebridades de la época, filósofos y poetas. Para los antiguos griegos el cuerpo humano era la principal representación de lo bello, pero también encontraban belleza en las costumbres, las hazañas y las obras de arte.

 

En la actualidad, también el gusto e interés por los olímpicos pasa por diferentes factores. Las bases   culturales de nuestras sociedades son machistas, eso debe cambiar. Es posible que existan hombres-espectadores con miradas sexuales cuando ven deportes femeninos. Pero, - lo apunto desde la experiencia anecdótica-hay muchos otros que, los siguen porque tienen un interés genuino en las competencias y en los valores de la rapidez, la fuerza y la belleza por encima de los géneros humanos. Otros, se conmueven con las historias de vida de las atletas, disfrutan sus nuevas marcas y se emocionan con sus hazañas deportivas. 

 

Tanto en los juegos antiguos como en los modernos se encuentran singulares anécdotas de fanáticos y atletas. En los actuales juegos se han conocido asombrosas y conmovedoras acciones. Simon Biles, la mejor gimnasta del mundo dio una lección de fortaleza, al retirarse y priorizar su salud, en una época en la que, se desdeñan los asuntos de la psique. Una de las hazañas más emocionantes, fue protagonizada por la corredora holandesa Sifan Hassan, quien se cayó, se levantó, corrió y ganó su hit. Ovación. Desde las sombras del anonimato, sin el ruido de los patrocinios, silenciosa y veloz, iluminó al ciclismo de ruta, la austriaca Anna Kiesenhofer. Doctora en Matemáticas, ciclista aficionada, medalla de oro. Hermosísima gesta. Diversidad de mujeres, del centro y la periferia, y de la periferia del centro; urbanas, rurales, costeñas, intelectuales, técnicas, migrantes, exiliadas; cargan un pesado equipaje, repleto de historias que las definen. 

 

Citius, Altius, Fortius. Detrás de cada atleta hay una historia. El evento es un espacio que también ha servido para hacer manifestaciones políticas en cuanto derechos humanos. Las atletas tienen historias que dan cuenta de alegrías y tristezas, de batallas relacionadas con el acceso a oportunidades para desarrollar su carrera deportiva. Dificultades que pueden pasar por diferentes condiciones, género, cultura, raza, clase, de migrante, de exiliada. Las historias importan. No hay una única historia. Historias que inspiran a la gente. Ojalá motiven discusiones amplias que conduzcan a cambios socioculturales tangibles. 

 

Bibliografía

 

Duby, G y Perrot, M. (2018). Historia de las mujeres. La Antigüedad. Barcelona: Editorial Taurus.

García Romero, F. “Educación física femenina en la Grecia arcaica y clásica: una comparación entre Esparta y Atenas y las ciudades ideales”. Revista Italiana de Pedagogía del Deporte I, enero, 2016, pp. 83-97. 

Rodríguez Collado, M. “La mujer se viste para el deporte: los orígenes de la indumentaria deportiva femenina en España”. Citius, Altius, Fortius: Humanismo, Sociedad y Deporte, vol.13, núm.1, mayo, 2020, pp. 37-59, Madrid.

Sesé Alegre, J.M. “Los juegos olímpicos de la antigüedad”.  Cultura, Ciencia y Deporte, vol. 3, núm. 9, 2008, pp. 201-2011, Murcia.

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