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sábado, 18 de septiembre de 2021

El precio de la energía eléctrica en España visto desde Costa Rica

Este verano, el precio de la energía eléctrica ha trepado en España a límites nunca antes vistos. Día a día nos enteramos, desde América Latina, de cómo se baten récords, de las protestas de la gente y de las discusiones entre políticos, que no atinan a tomar medidas que mitiguen la situación.


Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica


El sistema eléctrico que proporciona la energía en España es tanto nacional como europeo. Se trata de un sistema muy bien interconectado y reglado, que ofrece pocos espacios para que los estados nacionales puedan intervenir. Ese mercado esta regido por leyes que responden a las características que ha asumido la integración europea, y que signan toda su vida, que son las de un modelo neoliberal a rajatabla, que ha llevado al retroceso de los beneficios del otrora dominante estado de bienestar, y que ha dejado a millones de personas, especialmente jóvenes, en la precariedad.

 

En América Latina ya teníamos noticias de algunas de las compañías españolas que se ocupan de esto de la energía. Hace algunos años administraron los sistemas energéticos en Buenos Aires y Nicaragua, para solo citar don ejemplos al vuelo, y las consecuencias que se vivieron fueron desastrosas, no solo por el tema de los precios, que es el que ha motivado que escribamos estas reflexiones, sino por las inclemencias que hubieron de vivir los usuarios que tenían que pagar, también ellos, como ahora los españoles, precios exorbitantes, pero también servicios deficitarios que llevaban a apagones prolongadísimos o a variaciones en el voltaje que echaban a perder electrodomésticos o maquinaria industrial.


Las compañías españolas habían llegado como parte de los programas de privatizaciones a rajatabla que se impulsaban en todos nuestros países. Para que no se protestara por la enajenación de los patrimonios nacionales, había prolongadas campañas publicitarias en las que se abundaba en las bondades que acarrearían, en que bajaría el precio de la energía eléctrica, en que serían más eficientes, etcétera, etcétera. En resumidas cuentas, se trataba del discurso que ya todos conocemos y en el que, desafortunadamente, se sigue insistiendo a pesar de haberse demostrado con los hechos, como sucedió con estas compañías españolas, que nada sería como se prometía.

 

Estas líneas son escritas desde Costa Rica, un pequeño país centroamericano que ha tenido una experiencia en esto de la generación de energía eléctrica que va totalmente en la dirección opuesta, y que ahora puede mostrar resultados que países como España no deberían desdeñar, aunque es bien sabido que la prepotencia europea consigna que quienes debemos aprender somos nosotros, y no ellos.

 

Costa Rica emprendió tempranamente, a mediados del siglo XX, un proceso de nacionalización y construcción de un sistema energético y de comunicaciones estatal, que le llevo a crear una sólida infraestructura que hoy la coloca a la vanguardia en este campo, no solo en la región centroamericana, sino en América Latina y el mundo.

 

Para ello creó el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), que se ha convertido en uno de los pilares de lo que los costarricenses llaman el “estilo de desarrollo costarricense”, que por cierto hoy se encuentra en peligro ante brotes irreflexivos de neoliberalismo que dominan al actual gobierno y a la Asamblea Legislativa. El ICE ha llegado a generar casi el 100% de la energía que produce de manera “limpia”, es decir, sin quemar combustibles fósiles, utilizando la energía hidráulica, eólica y, en menor medida solar y otras renovables.


Costa Rica es hoy un país que, gracias a esta concepción tan combatida hoy (que los servicios públicos deben ser ofrecidos por el Estado o por formas de organización empresarial de orientación social) puede ofrecer índices de cobertura eléctrica y de telecomunicaciones sin parangón en nuestra región.

 

Se trata, sin embargo, de un modus operandi que se encuentra bajo ataque. El ámbito de la producción de energía y, sobre todo, de las telecomunicaciones, es muy apetecido por todas estas compañías, como las españolas y europeas, que hoy están haciendo padecer a los españoles. Poderosos lobbys presionan constantemente para que se abra el mercado y se dé paso a empresas privadas, lo que ya han logrado en el ámbito de la telefonía celular. El argumento central es la sempiterna cantinela de que la competencia llevará a ofrecer mejores y más baratos servicios.


Mientras tanto, no haría mal España y, en general, Europa, en echar un vistazo a este modelo que tan bien ha funcionado. Cuando lo han hecho, lo han alabado, pero vuelven la vista hacia otro lado a la hora de tomar decisiones para estructurar su modelo energético y la normativa, un verdadero chaleco de fuerza, que lo rige. 

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