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sábado, 2 de octubre de 2021

Argentina: Los juegos del hambre

 Esta semana la Suprema Corte de Justicia de la Nación cambió de autoridades; sus miembros – dos jueces nombrados por Macri mediante DNU, Rozentcratz y Rosatti – se auto votaron. Hecho  de suprema vergüenza que muestra y demuestra la desfachatez del máximo tribunal y la necesidad de restablecer la Justicia con Mayúscula si queremos que el perverso modelo neoliberal, no siga fabricando pobres.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Desde que irrumpió en los setenta, el neoliberalismo sólo produjo seres hambrientos, esclavitud, horror y muerte. Los subterráneos del poder real de los que habla siempre el presidente Fernández.

Por eso, tengo bronca. No soy el único, somos miles. Él más que nadie sabe la profunda reforma a realizar. Profesor de Derecho Penal de la UBA, siguió dictando clases después de ser presidente en el tradicional edificio del coqueto barrio de La Recoleta.


También lo saben Mauro Benente (quien viene trabajando hace 20 años en la Reforma de la Constitución de 1916 – pionera en el Constitucionalismo social en el mundo y tema de estudio de mi tesis doctoral) y Federico Thea, Rector de la Universidad de Tres de Febrero, Carlos Zannini y el resto de los especialistas que elaboraron La justicia acusada.

 

Por si las moscas, recuerdo su prólogo: “Sin una Justicia independiente del poder político, no hay democracia ni República. Solo existe una corporación de jueces atentos a satisfacer el deseo del poderoso y a castigar sin razón a quienes lo enfrenten. En los últimos años, hemos visto el deterioro judicial, persecuciones indebidas, detenciones arbitrarias inducidas por quienes gobernaban y silenciadas por cierta complacencia mediática. Por eso, este libro viene a manifestar un contundente Nunca más. Nunca más a una Justicia contaminada por servicios de inteligencia, por ‘operadores judiciales’, por procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos. Nunca más a una Justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder del momento. Nunca más a una Justicia que es utilizada para saldar discusiones políticas o que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno. Lo digo con la firmeza de una decisión profunda: Nunca más es nunca más. Porque una Justicia demorada y manipulada significa una democracia acosada y denegada.” (A. Fernández y otros, Edit. Sudamericana, Bs. As. 2020)

 

Como le reprochó el filósofo, José Pablo Feinman, no dejan de ser porteños, Puerto Madero les impide respirar esa Argentina profunda, puneña, mestiza. Tuvo que venir el Turco Manzur, desde su Tucumán natal a responder por ello.

 

No es tiempo de tibios. Hay que tener firmeza porque la cosa es grave. Digo tibio y pienso en la Iglesia de los primeros padres en tiempos de Jesús, la loca de la casa se dispara para cualquier lado, ¿a los subterráneos del poder o las catacumbas? Imagino al crucificado, elegido por Pilatos para satisfacer al Sanedrín, judío, patriarcal, tanto como el poeta Homero, el autor de la Odisea, la biblia griega, le hace decir a Telémaco, el hijo de Penélope y Ulises u Odiseo, a su madre: ¡Cállate!

 

Se pudrió todo. Confucio, Mahoma y el Cristianismo, dejaron afuera a la mujer, salvo la Virgen María…

 

Pero volvamos a tierra firme, de allí que la primer medida del ministro Aníbal Fernández, junto con el gobernador Omar Perotti fue disponer de 575 efectivos federales en los próximos 15 o 20 días para reforzar contra las amenazas de los líderes narco, como también combatir a los barras bravas de Independiente, quienes tenían armas dentro de los vestuarios del club.

 

De allí que la gente del palo recuerde, “hasta ayer al mediodía, la relación política entre Alberto Fernández y la Corte Suprema era fría, y los vínculos institucionales entre el Ministerio de Justicia y el alto tribunal aparecían como una ficción protocolar que apenas cumplían con los cánones obvios de un sistema democrático moderno. 

 

El presidente nunca soportó a Carlos Rosenkrantz y en el cuarto piso del Palacio de Tribunales siempre caracterizaron a Martín Soria como un accidente político en tiempos del Frente de Todos.

 

Pero la extraña votación en la Corte que desembocó en la elección de Horacio Rosatti como su titulartransformó el frío político en un escenario institucional congelado por una enemistad personal que se arrastra desde hace casi 20 años.

 

Alberto Fernández y Rosatti se odian mutuamente. Y nada cambiará ese estado de las cosas entre el Presidente y el futuro titular del alto tribunal.

 

Desde esta perspectiva, la frialdad compartida en la cima de ambos poderes quedó demostrada -otra vez- por la inexistencia de un hecho vinculado a las buenas costumbres: hasta ayer a la medianoche, Balcarce 50 no había saludado la elección de Horacio Rosatti como presidente de la Corte Suprema, en reemplazo de Rosenkrantz que será su vicepresidente por tres años.

 

Alberto Fernández dialoga con Ricardo Lorenzetti, es amigo de Juan Carlos Maqueda y tiene una relación en zigzag con Elena Highton de Nolasco. La Casa Rosada siempre pensó en Lorenzetti para reemplazar a Rosenkrantz, cuestionó el apoyo de Maqueda a la designación de Rosatti e hizo una inesperada operación de lobby sobre Highton de Nolasco para postergar la elección del nuevo titular de la Corte.

 

Nada sirvió.

 

Rosatti soportó el embate de Balcarce 50, se respaldó en Maqueda y sumó a Rosenkrantz, que respeta como un fetiche el concepto de Pacta sunt servanda. Obvio, Rosatti tampoco olvida su relación militante con el pragmatismo peronista: se votó a sí mismo para llegar a la cima del Poder Judicial.

 

Y la Corte Suprema quedó partida en dos.

 

Rosenkrantz y Rosatti se propusieron desplazar a Lorenzetti hace unos años, y ayer repitieron la misma intención invirtiendo los términos de la relación institucional. Ahora Rosatti será presidente de la Corte, y Rosenkrantz cumplió su compromiso aceptando ocupar la vicepresidencia del alto tribunal.

 

Alberto Fernández y su ministro Soria continuaran en contacto con Lorenzetti, Maqueda y Highton de Nolasco, pero estarán muy alejados de la representación formal de la Corte Suprema. Rosatti sabe cómo se ejerce el poder y sólo escuchará al Presidente cuando desde la cartera de Justicia o la Casa Rosada se reconozca su entidad institucional y su cargo protocolar.

 

Tal vez por eso prefiero hundirme en el sillón y ver cine, aunque coincida con el domador de reposeras, que después de las 19,00 horas, dejaba la Rosada y se metía de lleno en las series de Netflix. Claro, culo inquieto desde siempre, no soporto estar sentado mucho tiempo.

 

En 2019 me había prendido con la presentación de los premios Goya, en donde la cantante Rosalía, interpretaba una versión maravillosa de Si me das a elegir, con el coro Jove Catalá. 

 

Entonces había ganado como mejor película extranjera, Roma, de Alfonso Cuarón, de México. Un relato entrañable desde la mirada de la empleada que los había criado en Colonia Roma, ambientada en 1970 en la misma casa que había vivido el director.

 

En 2020, basada en el libro homónimo escrito por Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos, se centra en la figura de su padre, el doctor Héctor Abad, un médico sanitarista de Medellín cuyas características personales y su dedicación política lo hacían un personaje muy particular. Culto, socialmente comprometido, cariñoso con sus hijos y preocupado por llevar la medicina a los lugares y a las personas más necesitadas de Medellín, Abad fue una figura pública reconocida, celebrada pero también criticada y cuestionada desde distintos sectores, ya que sus características y sus ideas políticas no solían cuajar con las de las autoridades (ni las universitarias, ni las de la iglesia ni del gobierno) y tampoco con los terroristas que irían a ocupar un lugar cada vez más preponderante en la vida de esa ciudad en los años ’80.

 

La película –premiada con el Goya al mejor film iberoamericano de 2020– puede dividirse claramente en dos partes. La primera y última, la que abre y cierra el relato, es en blanco y negro y está centrada en el regreso a Medellín de Héctor (hijo), que está estudiando en Italia, en 1983, cuando echan a su padre de la universidad. El reencuentro allí con él (interpretado por Javier Cámara con un pasable acento paisa) es el que dispara los recuerdos que llevan la acción a 1971, donde transcurrirá la mayor parte de la película del director de Belle epoque.

 

Por motivos que irán quedando claros con el correr de los minutos ese pasado será en cálidos colores, ya que están narrados desde la infancia del pequeño Héctor y se organiza en función de los placeres de la vida cotidiana de los Abad, un clan festivo, amable, lleno de niños, reuniones, comidas, visitas y parientes. Lo que caracteriza a Abad no solo es un espíritu gregario sino algunas características que, dicen los propios protagonistas, lo alejan del estereotipo «machista» de la época: un tipo cariñoso con sus hijos, amable y sereno, fanático de la música y, fundamentalmente, un médico preocupado por las poblaciones más necesitadas y un incansable promotor de la salud pública.

 

Siempre desde la mirada admirada del hijo, lo que vemos en esa parte es cómo Abad se involucra en mejorar las condiciones sanitarias de la región (hay toda una sub trama sobre aplicaciones de vacunas que se ha vuelto relevante ahora) sin dejar de lado, en la medida de sus posibilidades, a sus seres queridos. De a poco también va quedando claro que algunas de sus posiciones políticas lo alejan de las ideas de las autoridades de la ciudad y de la iglesia, que maneja la universidad en la que trabaja. «Un hombre bueno», como se repite más de una vez a lo largo del film, enfrentado quizás a una sociedad no preparada para una figura así.

 

La mejor parte de la película quizás sea esa, la que acerca a El olvido que seremos a un registro tierno, nostálgico, familiar. Las hijas cantando temas de los Rolling Stones en guitarra, la alegría desbordante de ese hogar y la calidez de los miembros de esa familia los vuelven personajes entrañables. Pero los problemas llegarán pronto. Algunos, de índole personal y familiar. Otros, luego, con características más políticas y sociales. 

 

Asesinado en 1987 a pocos metros de su casa, en plena irrupción del narcotráfico, su paso por la política lo hizo como médico. “El mero conocimiento no es sabiduría. La sabiduría sola tampoco basta. Son necesarias la sabiduría y la bondad para enseñar y gobernar a los hombres. Aunque podríamos decir que todo hombre es sabio, si verdaderamente lo es, tiene también que ser bueno.

 

Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz. Si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad.”

 

Vuelvo rumiando la bronca. La problemática ha recrudecido con la pandemia, según datos publicados por el INDEC, esta semana, la pobreza afectó al 40,6% de la  población argentina en el primer semestre de 2021(5% más respecto al primer semestre de 2019) y, el 10,7% quedaron en situación de indigencia, (3% más que el primer semestre de 2019). El 8,2 % de los hogares no logran cubrir los requerimientos alimenticios básicos.

 

El derrotero de la pobreza e indigencia está muy relacionado a la evolución de los precios de los bienes básicos. Según este organismo, el rubro alimentos y bebidas subió 51,2% en 2018 y 56,8% a lo largo de 2019. En 2020, el avance fue del 42,1% y en lo que va del 2021 acumula un alza del 32,6%.[1]

 

De ahí la capacidad de resiliencia de la sociedad argentina para remontar hasta 2023. Lo sabe Alberto, Cristina sobre todo que ya nos sacó de ese submundo que sólo el peronismo puede combatir.

 

Oficialismo y oposición poseen una base del 80% de los votantes, cuya fluctuación ha permitido la alternancia. 

 

El FdT es una coalición peronista liderada por Alberto Fernández, Sergio Massa y Cristina Fernández. Los de abajo se fueron con Milei, como la clase media sin plata en el bolsillo. El randazismo es funcional al macrismo tanto como la izquierda. Por eso hay que asegurar una expansión del consumo para el 14 de noviembre que son las elecciones generales.

 

Además, junto con AMLO en México, representamos el nuevo progresismo que, junto con Chile, prometen renovar la resistencia frente al imperio bindeano. 

 

La única manera de no volver a jugar los juegos del hambre.

 



[1] Página12, 1° de octubre de 2021.

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