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sábado, 27 de noviembre de 2021

Cambiar con el mundo

 Conmemoramos a 1821 como un año de fundación. Pero el tiempo que nos toca es de refundar, y demanda otra vez una revolución en la enseñanza.

Guillermo Castro H./ Para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá 


Andamos sobre las olas, y rebotamos y rodamos con ellas; por lo que no vemos, ni aturdidos del golpe nos detenemos a examinar, las fuerzas que las mueven. Pero cuando se serene este mar, puede asegurarse que las estrellas quedarán más cerca de la tierra. ¡El hombre envainará al fin en el sol su espada de batalla!

José Martí, “Revolución en la enseñanza”, 1894


José Martí nació en La Habana en 1853, cuando Cuba y Puerto Rico eran ya las últimas posesiones coloniales de España en América. Nuestra América: el liberalismo triunfante y el Estado liberal oligárquico, 1875 – 1930. Fue desterrado a España en 1871 por su actividad independentista y de allí retornó a nuestra América en 1875, a los 22 años de edad. Aquí fue acogido en México por la joven intelectualidad liberal democrática que se enfrentaba ya a la deriva autoritaria del Estado Liberal Oligárquico en que habían venido a culminar las guerras de Reforma que asolaron la región a mediados del siglo XIX.

 

Esa resistencia maduraría en el último cuarto del siglo en un liberalismo radical antioligárquico, que convergería con las primeras manifestaciones del anarquismo y el socialismo en nuestra América, y terminaría por abrir paso al nacionalismo revolucionario que recorrería la región a lo largo de las décadas de 1930 y 1940. En su desarrollo, ese proceso plantearía a sus principales protagonistas el desafío cultural y político propio de “todo movimiento cultural que tienda a sustituir el sentido común y las viejas concepciones del mundo, en general”, que consiste en no cansarse nunca “de repetir los propios argumentos” y, en particular, trabajar sin descanso en la tarea de

 

elevar intelectualmente a estratos populares cada vez más vastos, es decir, para dar personalidad al amorfo elemento de masa, lo cual significa que se debe laborar para suscitar élites de intelectuales de nuevo tipo, que surjan directamente de la masa sin perder el contacto con ella para convertirse en el «armazón» del busto.[1]

 

Tal fue, precisamente, la raíz de la concepción martiana del papel de la educación en la formación del sujeto social capaz de asumir como propio ese desafío, en la circunstancia creada por el Congreso Internacional de Washington, organizado por los Estados Unidos en 1889 con el propósito de convencer a las repúblicas de nuestra América de establecer un área regional de libre comercio, con el dólar como moneda de cambio. Esa circunstancia fue sintetizada por Martí en los siguientes términos: 

 

De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.[2]

 

Una tarea así demandaba, en efecto, crear una intelectualidad y un grupo dirigente capaz de hacer suyo el reto mayor planteado por Martí pocos años después a la militancia del Partido Revolucionario Cubano:

            

Estudien, los que pretenden opinar. No se opina con la fantasía, ni con el deseo, sino con la realidad conocida, con la realidad hirviente en las manos enérgicas y sinceras que se entran a buscarla por lo difícil y oscuro del mundo. Evitar lo pasado y componernos en lo presente, para un porvenir confuso al principio, y seguro luego por la administración justiciera y total de la libertad culta y trabajadora: ésa es la obligación, y la cumplimos. Ésa es la obligación de la conciencia, y el dictado científico.[3]

 

Ese planteamiento expresaba el proceso de análisis y reflexión sobre la política educativa que que demandaba nuestra América en la transición hacia la fase imperialista en el desarrollo del mercado mundial, que Martí había desarrollado entre 1884 y 1894. De entre los numerosos textos que produjo esa reflexión, destacan en particular “Maestros ambulantes”, de 1884[4], y “Revolución en la enseñanza”, de 1894.”[5]

 

En lo fundamental, esa política respondía a la necesidad de educar para transformar a las personas, dotándolas de las capacidades imprescindibles para su pleno desarrollo humano. Con ello, se buscaba ponerlas en capacidad de conducir a sus propias sociedades hacia una vida próspera y buena, en una patria justa y equitativa, que les permitiera cambiar con el mundo, para ayudarlo a cambiar.

           

“Maestros ambulantes” aborda el problema con una singular delicadeza: “Hay un cúmulo de verdades esenciales”, dice Martí, “que caben en el ala de un colibrí, y son, sin embargo, la clave de la paz pública, la elevación espiritual y la grandeza patria.” Y agrega:

 

Es necesario mantener a los hombres en el conocimiento de la tierra y en el de la perdurabilidad y trascendencia de la vida.

Los hombres han de vivir en el goce pacífico, natural e inevitable de la Libertad, como viven en el goce del aire y de la luz.

Está condenado a morir un pueblo en que no se desenvuelven por igual la afición a la riqueza y el conocimiento de la dulcedumbre, necesidad y placeres de la vida.

 

Pero además, añadía, necesitan de “quien […] les haga el supremo bien de sentirse generosos: que por maravillosa compensación de la naturaleza aquel que se da, crece […]” 

 

Esto era necesario y bueno, pues los hombres “crecen, crecen físicamente, de una manera visible crecen, cuando aprenden algo, cuando entran a poseer algo, y cuando han hecho algún bien.” Tanto más en aquella “época transitoria”, como la llamó, en la cual – dicho de un modo que recuerda a aquel “pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad” planteado por Gramsci desde la prisión que lo llevaría a la muerte -,

 

Por encima del desconsuelo en que sume a los observadores el estudio de los detalles y envolvimiento despacioso de la historia humana, se ve que los hombres crecen, y que ya tienen andada la mitad de la escala de Jacob [y] Si acurrucado en una cumbre se echan los ojos de repente por sobre la marcha humana, se verá que […] a pesar del doloroso desbarajuste y abominable egoísmo en que la ausencia momentánea de creencias finales y fe en la verdad de lo Eterno trae a los habitantes de esta época transitoria, jamás preocupó como hoy a los seres humanos la benevolencia y el ímpetu de expansión que ahora abrasa a todos los hombres. 

 

Para 1894, en la plenitud de su madurez espiritual y política, Martí – tras una década de análisis crítico de la educación en Estados Unidos, Europa y nuestra América– se reafirma en los principios fundamentales de su pensar en el artículo justamente titulado “Revolución en la enseñanza”, donde aborda algunas implicaciones prácticas de esa política. 

 

El maestro, dice, “tiene que ir a aquellos que no pueden ir al maestro”, y no debe ser “maestro de técnica, sino de práctica”, pues no deben “enseñarse reglas sino resultados.” Era necesario crear escuelas normales, pero no “de pedantes, de retóricos, de nominalistas”,

 

sino de maestros vivos y útiles que puedan enseñar la composición, riquezas y funciones de la tierra, las maneras de hacerla producir y de vivir dignamente sobre ella, y las noblezas pasadas y presentes que mantienen a los pueblos, preservando en el alma la capacidad y el apetito de lo heroico. 

 

Ante tanta cosa útil que aprender, decía, “no debe enseñarse al niño una sola palabra o dato inútil”. Las “escuelas de abecedario”, agregaba, “deben ser sustituidas por las escuelas de acto [pues] a todos se les debe poner en capacidad de crear, y en el conocimiento de los hechos y facultades que estimulan la creación.” Y se remitía nuevamente al problema fundamental:

 

¿Puede vivir un hombre en su ser íntegro sin saber todo eso, ni contribuir naturalmente a la fuerza y la paz de su República? Pues si eso es indispensable a los hombres, lo que debe enseñárseles, lo que no puede dejar de enseñárseles, es eso. 

 

 Nuestra América encara hoy dilemas semejantes - ¿educar para transformar o para conservar?, ¿para crear o para imitar?, aunque las circunstancias hayan cambiado. Conmemoramos a 1821 como un año de fundación. Pero el tiempo que nos toca es de refundar, y demanda otra vez una revolución en la enseñanza.

 

Alto Boquete, Chiriquí, 23 de noviembre de 2021

 


NOTAS:

[1] Gramsci, Antonio (1967): Introducción a la filosofía de la praxis. Primera Parte. Introducción al estudio de la filosofía y del materialismo histórico, Nota IV.  Selección y traducción de J. Solé Tura. Nueva Colección Ibérica. Ed. Península, Barcelona, 1967. La presente selección ha sido hecha sobre la Antología degli scritti de Antonio Gramsci. ® Instituto Gramsci, Roma

https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/11/introduccion-a-la-filosofia-de-la-praxis.pdf

[2] “Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias. I. Nueva York, 2 de noviembre de 1889”. La Nación, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1889. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.VI: 46.

[3] “Crece”. Patria, 5 de abril de 1894. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. III:121.

[4] “Maestros Ambulantes”. La América. Nueva York, mayo de 1884. VIII: 288 - 292.

[5] "Revolución en la enseñanza." La Nueva Enseñanza. El Salvador, Enero de 1894. Anuario del Centro de Estudios Martianos. La Habana No.8. de 1985, 14 - 19.

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