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sábado, 8 de enero de 2022

Argentina: Tardío y merecido homenaje al maestro José Pablo Feinmann

 Como despidiéndose del año y de este mundo, el 17 de diciembre partió José Pablo Feinmann, pensador argentino imprescindible, víctima de una larga enfermedad.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


A los 78 años, las últimas entrevistas mostraban su deterioro físico, aunque el brillo de sus ojos y su agudo pensamiento se mantenían intactos. Preocupado siempre por el destino del país, advirtiéndonos sobre la necesidad de mantener la unidad y fortalecimiento del campo nacional y popular. 

 

Filósofo, escritor, guionista, profesor desde los 23 años, supo llevar a la pantalla televisiva sus maravillosas clases: Filosofía aquí y ahora, con siete temporadas y un premio Martín Fierro, cuando nadie pensaba que esa materia aburrida de los claustros pudiera ser masiva. Sin embargo él lo hizo, como escribir diversos libros que son básicos a varias generaciones, como también sus reflexivas novelas comprometidas con la borrascosa (su distinción epocal) realidad de los años sesenta o setenta.

 

Releyendo sus libros fundamentales que forman parte obligada de nuestra biblioteca, Filosofía y nación asoma con toda la energía de aquel joven pensador que tiene la osadía de preguntarse por una filosofía o un pensamiento argentino, en momentos en que había muerto el Che Guevara o había estallado El Cordobazo. 

 

Lo escribe entre 1970 y 1975, cuando tenía 27 años y 32 al concluirlo como anticipa en el prólogo, pero recién lo publica en 1982 y lo reedita en 1996, haciendo las salvedades del tiempo transcurrido. Tiempos en que comenzaba a hablarse del Tercer Mundo, en que asomaba la Teoría de la dependencia, “éramos dependientes y oprimidos: pero éramos imprescindibles.”[1]

 

Este libro fundamental reúne siete estudios que debaten las líneas fundamentales del desarrollo cultural argentino durante el siglo XIX y analizan críticamente los principales hitos que apuntalan e impulsan la formación del pensamiento nacional: “La razón historicista y la generación romántica”, “La filosofía de Alberdi”, “El pensamiento del imperio”, “Racionalidad e irracionalidad de Facundo”, “El pensamiento del interior mediterráneo” y “El pensamiento de la Confederación Argentina”. 

 

El primer estudio se mete de lleno con Mariano Moreno, el abogado educado en Charcas, lector de Rousseau, cultor del iluminismo revolucionario francés, el periodista de la Gaceta de Buenos Aires, la Representación de los hacendados y el Plan de operaciones. “No hay posturas inocentes con Moreno” nos anticipa en la primera frase, como también nos previene de la futura hegemonía de la ciudad puerto opuesta a los intereses de las provincias; germen de lo que serán las luchas entre unitarios y federales que desangrarán a la población de la Confederación Argentina por décadas.

 

Prosigue con el autor de Las Bases (Juan B. Alberdi) y su crítica al empirismo de Rosas. Luego arremete contra los padres del liberalismo: David Hume, Adam Smith, las morales del sentimiento y la mano invisible del capitalismo industrial, para posteriormente ocuparse de David Ricardo; ellos en principio, se oponen al dominio de la metrópolis, pero ceden ante las ventajas comparativas que ofrecen las colonias. Sarmiento es el otro titán del pensamiento del siglo XIX y Facundo la obra que es crucial para admiradores y detractores, según otro estudio de este libro. “Sarmiento desarrolla una concepción de la historia como conflicto”[2] dirá Feinmann, la barbarie define a la civilización y la civilización define la barbarie, adoptando el concepto dialéctico que Hegel asignaba a las guerras. Ambos conceptos son antitéticos, la civilización europea y la barbarie indígena. Ser salvaje se reduce a ser o no ser europeo. La realización de la cultura europea es la realización de la humanidad. Con todo, la grandeza de Facundo reside en que es profundamente americano, como lo es Facundo Quiroga el caudillo riojano descripto con su pluma admirable, como lo son el Chacho Peñaloza o Félix Aldao.

 

En el sexto estudio desarrolla el pensamiento del interior mediterráneo, el que se manifiesta con motivo de la guerra del Paraguay lanzada por las tropas mitristas encabezando la Triple Alianza contra las fortificaciones erigidas por Solano López. La derrota de Curupaytí es tan grande y oprobiosa que obliga a Mitre a abandonar el frente para sofocar los levantamientos de las provincias del interior y del oeste. El coronel Felipe Varela desde Catamarca levanta su Proclama del ’66 y el Manifiesto del ’68 constituyendo uno de los momentos más altos del pensamiento argentino. “¡Soldados federales!, dice Varela, nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y amistad con el Paraguai, y la unión con las demás Repúblicas Americanas. ¡¡Ay de aquel que infrinja este programa!!”[3]

 

La ciudad puerto de Buenos Aires con su aduana, liderada por Mitre será la metrópolis argentina como antes lo fue España, condenando al hambre y la miseria a las provincias del interior. Hecho fundamental por lo que se levantan los caudillos provinciales contra el mitrismo.

 

En el estudio sobre el pensamiento de la Confederación Argentina, Feinmann analiza el Martín Fierro de José Hernández, obra cumbre de la literatura argentina que, contrariamente al Facundo de Sarmiento, no parece merecer cuestionamiento por los liberales. Al contrario, lo elevan como el poema cumbre de la argentinidad. 

 

Ajenos a lo histórico, lo aíslan del contexto social, lo reducen a un caso de creación inconsciente o a la mera narración de un cuchillero de 1870. Entre la fábula y la belleza, el poema pierde el carácter originario de denuncia. El Martín Fierro, sobre todo la ida, es  la vida del perseguido que, como el Facundo sale a la luz en folletos que edita la imprenta La Pampa, un poema en octosílabos que es consumido en las pulperías. De allí la rápida popularidad que adquiere. La vuelta, es la adaptación de aquel gaucho rebelde al estado moderno y el modelo agroexportador: “Es el pobre en su orfandad/ de la fortuna el desecho,/ porque naides toma a pecho/ el defender a su raza;/ debe el gaucho tener casa/ escuela, iglesia y derechos” (Vuelta, 4823).

 

La adhesión de los liberales al Martín Fierro y las controversias que suscita entre ellos el Facundo, es lo que enciende en Feinmann su defensa al libro de Sarmiento y que lo lleva a escribir su quinto estudio sobre la racionalidad o irracionalidad de Facundo. 

 

El personaje encarna la barbarie salvaje de la naturaleza que va actuar siempre en contra de la ciudad civilizada. Se asimila a las luchas de la independencia, se asume como general por su arrojo y valentía para luego huir a su campaña lejos de todo control o autoridad. Imposible someterlo a un orden establecido y volverá a congregar a sus huestes cada vez que sea amenazada la región a su mando.  

Feinmann conforma junto a figuras como Alejandro Korn, Coriolano Alberini, Tulio Alperin Donghi, Enrique de Gandía o, Jorge Abelardo Ramos, (creador de la izquierda nacional) dentro de la no muy extensa tradición de grandes investigaciones sobre el pensamiento en el país.

 

Línea que continuará en los ensayos: El peronismo y la primacía de la política, 1974; Filosofía y nación, 1982 edición definitiva 1996, El mito del eterno fracaso, 1985, La creación de lo posible, 1986, López Rega, la cara oscura de Perón, 1987, Ignotos y famosos, 1994 y La filosofía y el barro de la historia, 2009. Como novelista publicó: Últimos días de la víctima, 1979, Ni el tiro del final, 1982, El ejército de ceniza, 1986, La astucia de la razón, 1990, El cadáver imposible, 1992, Los crímenes de Van Gogh, 1994 y La sombra de Heidegger, 2005.


Guiones cinematográficos filmados por Adolfo Aristarain (Últimos días de la víctima), Juan Carlos Desanzo (En retirada, Eva Perón), Marcos Zurinaga (Tango Bar), Héctor Olivera (Play muder for me, Ay Juancito), Eduardo De Gregorio (Tiempos perdidos) y Nicolás Sarquis (Facundo, la sombra del tigre). Es autor de la obra teatral Cuestiones con Ernesto Che Guevara, 1998. 

 

Autor de consulta permanente, en mi biblioteca reposan: Filosofía y nación, La filosofía y el barro de la historia, como también otro imprescindible que llegó a mis manos, El peronismo y la primacía de la política. Libros densos en ideas, hipótesis y bibliografía y extensión que tratan en profundidad y erudición las controversias ideológicas que han ido conformando eso que llamamos con cierta liviandad e irresponsabilidad, el pensamiento nacional.

 

La filosofía y el barro de la historia, surge a partir de un curso dictado en 2004, dividido en dos cuatrimestres. En el primero se inscribieron 400 alumnos y 450 en el segundo. El diario Página 12 le propuso algo insólito, según él, publicar esas clases los días domingo como suplemento especial del diario. El intento de desgrabar las clases no fue satisfactorio, por lo que lo rescribió totalmente. El resultado fue una obra de 815 páginas por donde transcurren a través de 55 clases, pensadores como Descartes, Heráclito, Parménides, Kant, Hegel, Marx, Nietzsche, Freud, Heidegger, Sartre y Foucault. Una obra por demás significativa en el campo filosófico que luego será llevada a la pantalla de tv a través de: Filosofía aquí y ahora, cuyo éxito y duración se mencionaba precedentemente.

 

Pero sin lugar a dudas, el peronismo, el hecho maldito burgués definido por John William Cooke, es uno de los temas que más lo obsesionó y volcó en libros y en los guiones cinematográficos, guiones en los que dio rienda suelta a su maravillosa osadía creadora. (Aunque cabe mencionar en homenaje a la verdad, Feinmann estuvo muy ligado al peronismo de los setenta y muy distante al momento de escribir los guiones de las películas).

 

El verborrágico y seductor verso de Juan Duarte, hermano de Eva en Ay Juancito, es una prueba; aunque mucho más lo será, el diálogo que entabla el modisto Paco Yamandreu con Eva en su lecho de muerte, en Eva Perón: la verdadera historia de 1996. Ahí el afeminado Yamandreu le confiesa en su lecho de enferma: “Señora en esta Argentina de hoy, se puto, ser pobre y ser Eva Perón es lo mismo, es ser un marginado y un condenado”. Expresión que condensa el odio subterráneo y explícito en murales de la oligarquía vernácula. 

 

Eva llega a los límites, dirá Feinmann, mientras Perón queda como el político frío y componedor que es, quien la sostiene. Sin embargo, Eva le reprocha: “vos a veces dudás entre el militar que sos y el líder obrero”. 

 

Eva, confiesa Feinmann en otro programa, es un personaje fascinante para cualquier escritor, en coincidencia con Tomás Eloy Martínez. Evita es un personaje tan contradictorio que en eso radica su tremenda seducción; sus contradicciones la hacen única, como únicas son todas las acciones por ella emprendida en tan corto tiempo de vida y que cambian para siempre la vida de millones de argentinos que quedarán en la orfandad una vez muerta físicamente. Ella encarnó la verdadera justicia social, sentencia el escritor.

 

Allí también habla de sus fuentes: Evita de Marisa Navarro, otro libro de Alicia Dujovne Ortiz y la novela Santa Evita de Tomás Eloy Martínez.

 

Polemista de un rigor extremo, tuvo admiradores y detractores. Todavía es recordada su discusión con Juan José Sebreli en el programa de Cristina Mucci, Los siete locos en 2004, en donde ambos expusieron sólidas fundamentaciones en torno a posiciones diametralmente opuestas. Como también son recordados sus diálogos con su amigo y compañero de innumerables noches de café, el recientemente fallecido, el sociólogo Horacio González, a quien despidió con un “Esperame, no voy a demorar”, anticipando su partida. 

 

Para deleite de sus seguidores y la posteridad, las más de veinte horas de diálogo, fueron condensadas en Historia y pasión. La voluntad de contarlo todo, obra editada por Planeta en 2013.

 

Por casualidad o no, Feinmann murió el mismo día del cumpleaños de mi amigo Alberto Martín, también admirador del escritor, al saludarlo por teléfono me comenta, tengo en mis manos el libro de Feinmann que me regalaste hace unos años. A mi amigo también le agradezco haberme recordado el artículo El valor de la palabra, cuando asumió por primera vez como presidenta Cristina Fernández.

 

Podríamos seguir entretejiendo la trama de recuerdos y pensamientos que dispara la evocación de un pensador imprescindible en varias páginas, pero en honor al rigor y precisión que nos enseñó, sólo nos resta decirle: ¡Gracias maestro!  



[1] Filosofía y nación. Estudios sobre el pensamiento argentino, Edit. Seix Barral, Bs. Aires., 2da. Ed. Del sello Boocket, abril de 2011. P.8

[2] Ibídem. P. 224

[3] Filosofía y nación. Op. Cit. P.240

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