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sábado, 12 de marzo de 2022

Elogio de las picotas

No fue en balde que Martí nos dijera que la política “es la verdad”, y que el mérito de decirla “es de la verdad, y no de quien la dice”, y que hiciera de esa verdad, así entendida, una norma de conducta en su vida intelectual y política. 

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá

“Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él.  Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.” José Martí[1]


Hace años ya, de paso por Panamá, Ricardo Alarcón – en aquel entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba -, nos dijo a muchos en una charla que los medios de comunicación podían manipular la realidad, pero no podían crearla. De entonces acá esos medios se han multiplicado, como lo han hecho su influencia en la vida social, y su capacidad de manipulación de lo real – que hoy llega al extremo de privar de voz propia a una de las partes del conflicto que se libra en Ucrania.

 

En estas cosas, explican poco las explicaciones manidas, como aquella de que la verdad es la primera víctima de toda guerra. En efecto, las explicaciones que necesitamos incluyen las que permiten entender cómo y para qué se procura manipular a la verdad. Y para eso, hay que acudir a opiniones expertas.

 

Veamos por ejemplo el caso de Paul Joseph Goebbels, quien dirigió el Ministerio de Educación Popular y Propaganda, creado por Adolf Hitler a su llegada al poder en 1933. Desde allí, el ministro Goebbels desarrolló los 11 principios de la propaganda nazi, que operaron con gran eficacia y que hoy animan la mayor parte de las noticias engañosas que circulan por las grandes cadenas noticiosas y las llamadas redes sociales. [2]

 

En lo más esencial, esos principios buscan individualizar al adversario en un único enemigo, como fue el caso del judío comunista que además era un intelectual. A esto se agrega atribuir al adversario los propios errores o defectos, procurando transformar cualquier anécdota en una amenaza grave. Y esto a su vez demanda que toda propaganda deba “ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar.”

 

La propaganda, por otra parte, “debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto.”  Para garantizar su eficacia, además, es necesario “acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario”, operando “a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales”, para difundir argumentos que puedan “arraigar en actitudes primitivas.” Y la calidad del resultado puede medirse mediante el “principio de la unanimidad”, que busca convencer a cada uno de que piensa “como todo el mundo”.

 

Por aquellos años, otro alemán, de nombre Bertolt Brecht enfrentó los 11 principios del Dr. Goebbels con un texto que se levanta de sus cenizas ante cada intento del fascismo por ensangrentar nuevamente sus laureles. El texto – breve, claro, directo – se titulas Cinco dificultades para decir la verdad[3].

 

La primera dificultad, dice Brecht, consiste en tener el valor de escribir la verdad aunque se la se desfigure por doquier. A esto se añade tener la inteligencia necesaria para descubrir la verdad; disponer del arte necesario para que resulte manejable como un arma; saber a quién confiar la verdad para que resulte útil, y proceder con astucia para difundirla. Tales dificultades, añade, “son enormes para los que escriben bajo el fascismo, pero también para los exiliados y los expulsados, y para los que viven en las democracias burguesas.”

 

Identificar la verdad para poder escribirla con propiedad no es fácil, sobre todo en tiempos como los que vivimos, cuando ha entrado de lleno en escena el poder de veto en el acceso a la información. Y sin embargo, es más importante que nunca, como lo entendió José Martí al señalar que 

 

“A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, para salvar al país de la enemistad abierta o la amista codiciosa de los demás pueblos”.[4]

 

Para Brecht, descubrir la verdad implica trascender las apariencias y reconocer las relaciones que le dan sentido a los distintos aspectos de la realidad, sobre todo en una época “confusa y rica en transformaciones”, para transmitirla a quienes sean capaces de transformarla en acción.  En este terreno, Brecht es tajante. “Los que ignoran la verdad”, dice, “se expresan de un modo superficial, general e impreciso”, y en realidad “no se dirigen a nadie.” Para ellos, terminar con la barbarie demanda “predicar la mejora de las costumbres mediante el desarrollo de la cultura. Eso equivale a “aislar algunos eslabones en la cadena de las causas y a considerar como potencias irremediables ciertas fuerzas determinantes, mientras que se dejan en la oscuridad las fuerzas que preparan las catástrofes.” 

 

Por ello, dice, quien quiera describir el fascismo y las guerras “debe hablar un lenguaje práctico: mostrar que esas desgracias son un efecto de la lucha de clases; poseedores de medios de producción contra masas obreras.” Para presentar verídicamente un estado de cosas nefatas, dice, es necesario mostrar que tiene “causas remediables”, porque “cuando se sabe que la desgracia tiene un remedio, es posible combatirla.”

 

Y esto plantea otra dificultad, dado que para ser revelado “el bien sólo necesita ser bien escuchado, pero la verdad debe ser dicha con astucia y comprendida del mismo modo.” Ella, añade, “es de naturaleza guerrera, y no sólo es enemiga de la mentira, sino de los embusteros.” En este terreno, dice, lo importante es “enseñar el buen método, que exige que se interrogue a toda cosa a propósito de sus caracteres transitorios y variables”, pues los dirigentes del orden establecido 

 

“odian las transformaciones: desearían que todo permaneciese inmóvil, a ser posible durante un milenio: que la Luna se detuviese y el Sol interrumpiese su carrera. Entonces nadie tendría hambre ni reclamaría alimentos. Nadie respondería cuando ellos abriesen fuego; su salva sería necesariamente la última.” 

 

Para Brecht, en suma “la gran verdad de nuestra época […] es ésta: nuestro continente se hunde en la barbarie porque la propiedad privada de los medios de producción se mantiene por la violencia.” Decir esto, añade enseguida, “nos hará perder muchos amigos: todos los que, matizando la tortura, creen que no es indispensable para el mantenimiento de las formas actuales de propiedad. Y aún así, se reitera en su planteamiento fundamental:

 

“Digamos la verdad sobre las condiciones bárbaras que reinan en nuestro país; así será posible suprimirlas, es decir, cambiar las actuales relaciones de producción. Digámoslo a los que sufren del statu quo y que, por consiguiente, tienen más interés en que se modifique: a los trabajadores, a los aliados posibles de la clase obrera, a los que colaboran en este estado de cosas sin poseer los medios de producción.”

 

En estas cosas no fue en balde que Martí nos dijera que la política “es la verdad”, y que el mérito de decirla “es de la verdad, y no de quien la dice”[5], y que hiciera de esa verdad, así entendida, una norma de conducta en su vida intelectual y política. Por eso pedía a los pueblos de nuestra América instalar aquellas dos picotas: una “para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.” Con esto, al acercarse a la hora de su ingreso en el provenir, confirmaba lo que había intuido con plena claridad en la hora de su primera madurez:

 

“Y esto es absolutamente cierto, con toda la honrada verdad de que es susceptible la palabra humana, - con toda la escrupulosa exactitud de quien considera un crimen alimentar esperanzas políticas que no tienen razón de existir – por el placer mezquino de hacer triunfar la vanidad ridícula, o el interés sórdido, - o de disimular – so capa de fáciles combates y cómodas oposiciones, inveteradas y reales flaquezas. Se ha de vivir y morir abrazado a la verdad. Y así, si se cae, se cae con una hermosa compañía. Que enferma, pero nunca muere. Triunfaremos.”[6]

 

Alto Boquete, Panamá, 4 de marzo de 2022



NOTAS:

[1] 1975, VI, 22: “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.

[2] “Los 11 principios de la propaganda nazi de Joseph Goebbels”

https://www.altaveu.com/opinio/los-11-principios-de-la-propaganda-nazi-de-joseph-goebbels_1597_102.html

[3] Cinco dificultades para decir la verdadBertolt Brecht, 1934 https://www.jstor.org/stable/27820480

[4] “La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América”. La Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana,1975. VI:158.

 

[5] “Ciegos y desleales”. Patria, Nueva York, 28 de enero de 1893. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975. II: 215.

[6] 1975, XXI, 242: Cuadernos de Apuntes, 8 (1880 - 1882).

 

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